Entretenido en mis cosas de la enseñanza, vino a visitarme un viejo conocido hace algunos días; combatía con guantes y gorro el frío gélido y con aire sencillo comenzó a relatarme la buena nueva de la ilusión de su Córdoba: "Mire, mire, soy el socio número..." -su antigüedad le hacía ya peinar canas- y con el ceño fruncido siguió relatándome la buena ventura de su equipo: "Cuartos, oiga, cuartos, y esta semana entramos en ascenso directo, el Depor no puntúa en El Toralín y la próxima se las tiene con el Lugo, este no pasa del empate con los gijoneses, ¡ascenso directo, maestro, ascenso directo! Anduva ya no es lo que era, que lo han escrito en prensa, mire, mire, lea, lea: "Cam-po ac-ce-si-ble pa-ra vi-si-tan-tes".

El entusiasmo desmedido con que relataba el señor el privilegio de su equipo en la tabla le abrió camino para revivir los cuatro goles que lo levantaron de su asiento días antes en El Arcángel; contagiaba fe al más escéptico a la vez que seguía con su discurso: "Temporada excepcional de Pablo, ¿cómo lo ve, maestro? Ahí es nada, que también he leído que el ascenso directo está cuatro puntos más económico que la pasada, ¡extraordinario, eh! Pues espere, espere que le digo más, el Recre ya viene para abajo, que eso era gesta de dos días, y cuando ganemos en Miranda viene el Barça B, pero es en casa, ahí somos grandes, los mejores, oiga, los mejores; y llegaremos crecidos ante un Zaragoza que no termina de cuajar, y con los tres puntos que nos hagamos en La Romareda regresaremos a quitarles otros tres, ante más de quince mil, al Tenerife, que está ahí abajo; y ya líderes ganaremos al Castilla que no está por labor, y...". Por suerte no había cántaro de leche en la cabeza ni tejón en el suelo para dar al traste el negocio; simplemente ilusiones, ilusiones propias de un aficionado que necesita creer que este es su año. ¿Y si ganáramos en Anduva?