Cómo conseguía las drogas; quién se las daba; cómo se organizaban las transfusiones de sangre; quién sabía; hasta dónde llegó y con qué ayuda contó para mantener encubierto todo lo que ocurría... Muchos interrogantes que rodean la trama de dopaje que ha hundido la carrera de Lance Armstrong y le ha llevado a perder los siete títulos del Tour de Francia, su medalla olímpica, el apoyo de esponsors y a tener que abandonar su fundación contra el cáncer siguen sin respuesta incluso después de la emisión de la entrevista que el tejano concedió a Oprah Winfrey, una confesión limitada que, tras la primera admisión pública de dopaje del jueves, el viernes se centró sobre todo en aspectos más emocionales de la historia.

Es improbable que ninguna información relevante haya quedado en la sala de montaje (la entrevista grabada el lunes duró dos horas y media pero las dos emisiones sumaron menos de dos horas) . Y Winfrey, en la segunda parte, desaprovechó la oportunidad de profundizar en revelaciones que podrían haber sido significativas. No preguntó un "quién", por ejemplo, justo después de que Armstrong confesara que sí hubo personas que sabían lo todo.

La presentadora sí dio oportunidad al exciclista de cuestionar el castigo de por vida que le han impuesto en citas deportivas sancionadas las autoridades antidopaje, comparándose con otros ciclistas que a cambio de colaborar con las autoridades han logrado suspensiones de solo seis meses. "No digo que sea necesariamente injusto, digo que es diferente", declaró, comparando su castigo con "la pena de muerte".

"Quiero competir otra vez, sin duda. Soy un competidor, es lo que hecho toda mi vida, amo entrenar, amo correr", dijo Armstrong, de 41 años, admitiendo también: "No creo que suceda". "Esta no será la respuesta más popular pero creo que lo merezco (competir)", añadió.

EMOCIONES El biógrafo del ciclista, Daniel Boyle, es uno de los que ha denostado la entrevista tras su emisión completa, definiéndola como "una sesión de terapia dolorosa" donde "el 75 o el 80% del tiempo se mostró desafiante y sin conexión emocional". Del resto, la mayor apertura a sus sentimientos llegó al relatar el momento en que tuvo que confesar a sus hijos que se dopó, que le defendían vehementemente ante los comentarios en las redes sociales.

"Le dije no me defiendas más, no lo hagas, di solo que tu padre lo siento", relató combatiendo las lágrimas Armstrong, que también habló del impacto de lo ocurrido en su madre ("está destrozada") y del coste económico. "He perdido todos mis ingresos futuros", dijo, cifrando en 75 millones de dólares las pérdidas por el abandono de esponsors.

El ciclista insistió en su historia de que en su retorno al Tour en el 2009 y el 2010 no usó sustancias ni tácticas prohibidas, y lo hizo esgrimiendo una promesa que hizo a su primera esposa, Kristin. Intentó también protegerla diciendo que sabía algo pero no todo, una versión que contrasta con acusaciones que dicen que al inicio de la carrera ciclista de Armstrong ella fue activa en la trama de dopaje.