La injusticia, según Cristiano
El equipo español celebra en un área del estadio de Donetz la clasificación para la final de la Eurocopa. Es la estampa de la felicidad. Mientras, en el centro del campo --brazos en jarra, mirada perdida, gesto de contrariedad-- está el muchacho autonominado al Balón de Oro. "Injusticia", se repite a sí mismo sabiendo que le están leyendo los labios millones de espectadores. Es cierto que las tandas de penaltis se deciden no solo por la calidad de los jugadores (lanzadores y porteros). Interviene también la suerte. Cesc la encontró en un poste y a Bruno Alves se la escupió el larguero. Con todo, el resultado de la tanda de penaltis hizo justicia a un partido igualado en 90 minutos y claramente decantado del lado español en la prórroga. De Ronaldo sienta mal lo que dice y cómo lo dice: con soberbia, con chulería... Así sonaba "injusticia". Porque, además, a uno no se le escapa que estaba proclamando que la injusticia se cometía con él, solo con él. En el pecado lleva la penitencia. Es un infeliz.
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