Pepe Díaz saltó en el tiempo y en el espacio. Recorrió los más de 500 kilómetros que separan Irún de Alcoy y demostró lo que no ha podido hacer ningún acelerador de partículas: saltar desde el 17 de enero del 2010 al 4 de mayo del 2012. Y todo, para poner corazón, garra y actitud a su equipo, un Córdoba que en defensa naufragó estrepitosamente, en el centro del campo deambuló como alma en pena y en ataque... No existió. El cuco, emulando su entrada al terreno de juego en el Stadium Gal ante el Real Unión de Irún, anotó un golazo de los que dicen "aquí estoy yo" y otro para demostrar que sabe moverse en el área. Después de dos temporadas más que difíciles, el delantero cordobesista se hizo un regalo extensible a su equipo, un Córdoba que realizó el peor encuentro de la temporada. Lógicamente, lejos de El Arcángel. Ni trucos malabares ni supuestos discursos antipresión. Ni tan siquiera las ausencias pueden acolchar la actuación plomiza, desangelada y diluida del conjunto blanquiverde, ayer, en El Collao, en donde le esperaba un Alcoyano que huele a Segunda B desde la sierra de Mariola. Más allá del milagroso punto, que habrá que anotárselo en el haber del de Almodóvar, poco más positivo se puede sacar del encuentro ante los de Luis César Sampedro. Ni por juego ni por lo demás.

Porque desde el primer minuto el Córdoba demostró ser el Córdoba que viaja. Pero esta vez más diluido, con menos actitud aún y, sobre todo, sin defensa. Un equipo que no se caracteriza por su capacidad realizadora, que está en descenso y que los primeros 25 minutos se dedicó a intentar quitarle el balón al enemigo para que este no le hiciera daño logró poner en franquía el marcador con un 2-0 fruto de una verbena defensiva blanquiverde. El primero, con un fallo desde el centro del campo a cargo de Tena y continuado por Gaspar y Fuentes. El segundo, con un retrato de Carlos Arias.

Lo peor del resultado era comprobar que, a pesar de los errores, el Alcoyano merecía ese 2-0 nada más que por intensidad, trabajo, actitud y ganas. Al menos eso sí pusieron los representantes de la moral, que cayeron en la tentación de dejarse arrastrar por el vértigo, ese que aparece al verse con el encuentro muy a favor y vislumbrar la salvación al final del túnel. Fruto de ese paso atrás apareció un Córdoba timorato, sin conexión alguna entre líneas ni jugadores, sin ligazón ni intención de preocupar al enemigo, al menos. Pero el Alcoyano no es ni mucho menos el Deportivo o el Valladolid, a pesar de que estos lograran marcarle solo dos goles al Córdoba visitante y aquel nada menos que tres.

Solo dos jugadas con cierta lógica logró componer el conjunto de Paco Jémez en ataque a lo largo de casi 98 minutos. En la primera, Fuentes recibió el balón de López Silva y centró raso para que Borja García anotara el gol número 15 de su cuenta y dar cierta esperanza a su equipo. Fueron, no los mejores minutos del Córdoba, sino los únicos instantes en los que el conjunto blanquiverde se pareció a un equipo. El pichichi blanquiverde puso a prueba a Maestro de nuevo, Fuentes provocó un córner y Charles se topó de nuevo con el portero blanquiazul. Esos pocos minutos no hacían olvidar lo anterior. El Córdoba estaba sin defensa (Jémez retiró a Gaspar a la media hora de juego: un síntoma claro) y los córners, faltas laterales y centros en diagonal eran sinónimo de miedo para los blanquiverdes.