Un despiste infantil en la celebración de un gol anulado a Robben, aprovechado a la perfección por el Getafe, provocó la tercera derrota liguera de los últimos cuatro encuentros del Real Madrid, instalado en un mar de dudas en un momento clave de la temporada.

Las cosas han cambiado en la Liga desde que el Real Madrid ha perdido su solidez. Según el guión nada mejor que su arma más leal, el Bernabéu, para recuperar crédito cuando comenzaba a sentir el aliento del Barcelona.

Desde el 10 de febrero no jugaba el Real Madrid ante su afición. Aquella tarde goleadora (endosó siete tantos al Real Valladolid), acrecentaba a ocho puntos la distancia con su eterno rival. Dos semanas después recibía al Getafe con el Barça a tan solo dos puntos y la obligación de no solo vencer, sino convencer. La realidad fue bien distinta y acabó fulminando su marca de 18 victorias consecutivas en el Bernabéu.

El Getafe no era el rival más propicio. Fue el último en puntuar en el coliseo blanco y sus buenas actuaciones ante el Real Madrid se repiten cada temporada, aunque el Bernabéu era una espina clavada desde aquella histórica final de Copa. Sus numerosas bajas -hasta siete- y la imposibilidad de Granero y De la Red de jugar ante el equipo que les formó, no provocó la perdida de identidad del equipo azulón.

El equipo de Schuster no tuvo rumbo. Gago perdió la jerarquía que se había ganado y Baptista estuvo perdido.

El Getafe tenía aprendida la lección. Esperó su momento. Incordió con la calidad de Pablo Hernández y la movilidad de Uche hasta el minuto 64, que marcó el partido y quizá, la Liga.

El muro azulón caía tras un paradón del Pato a tiro ajustado de Torres, al que acudía Raúl, en claro fuera de juego, y concretaba en gol Robben. De la bandera del linier, levantada desde el inicio, solo se percataron Raúl y Guti, que se ausentaron de una celebración, pero no sirvió de nada.