Turín abrió sus Juegos con negros nubarrones a pesar de la apasionada ceremonia inaugural con la que quiso inflamar los ánimos. Chispas de pasión, se subtituló el brillante acto que abrió en el antiguo Comunale, ahora ya Estadio Olímpico, la 20 edición de las Olimpiadas blancas, que en las horas previas comenzaron a teñirse de negritud. El fantasma del dopaje, que golpeó con fuerza la edición anterior, la de Salt Lake City del 2002, sobrevoló de nuevo una cita deportiva incluso antes de iniciarse. Turín, como demostró en la fiesta de ayer, luchará con todas sus fuerzas para que sus Juegos no sean recordados como una Olimpiada negra, pero no todo está en sus manos.

El dopaje y la seguridad eran las dos materias inflamables que más fácilmente podían estallar en las manos de los organizadores. La primera ya empezó a pasear su espectro por el espacio olímpico. No se trata, en la letra de la ley, de casos de dopaje, sino de un eufemismo conocido como pruebas de salud. Doce deportistas, la totalidad de ellos fondistas, no podrán participar de momento en las montañas cercanas a Turín al mostrar en sendos controles de sangre un nivel de hemoglobina superior al que aconseja la prudencia para poder competir. Deberán esperar cinco días para volver a calzarse los delgados y largos esquís nórdicos, pero la sombra de la sospecha ya se ha extendido.

ADVERTENCIA DE ROGGE En resumen, Turín comenzó como había acabado Salt Lake City, que se cobró la carrera deportiva de dos campeones olímpicos, la rusa Larissa Lazutina y, desde luego, del alemán nacionalizado precipitadamente español Johann Mühlegg, ambos desposeídos de todos sus laureles. Al susto de ayer hay que añadir el primer caso realmente positivo, el de un especialista de bobsleigh de Mónaco el pasado miércoles, y la ausencia de un estadounidense de skeleton (una modalidad de trineo), Zach Lund.

Así que la chispa de pasión que prendió ayer en el Comunale no está exenta de otras chispas que pueden originar incendios todavía más difíciles de apagar. Y eso a pesar de que, siguiendo la estrategia de Juan Antonio Samaranch, su predecesor en el cargo, el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el belga Jacques Rogge, se apresuró a apuntarse el tanto de la limpieza en el deporte. "El objetivo que tenemos es muy claro: es la tolerancia cero", dijo Rogge.

El COI también eligió al alemán Thomas Bach como vicepresidente, en una maniobra que agradó a los representantes deportivos españoles, que ven en él a un aliado para sus dos próximos proyectos olímpicos: que Jaca pase el corte del próximo mes de junio cara a los Juegos de Invierno del 2014, y la casi segura reincidencia de Madrid en su postulación para los de verano, en este caso del 2016.

DEBUT ESPAÑOL Lejos de los despachos, los Juegos comenzarán hoy a rodar con el inicio de las pruebas y el debut de los dos primeros españoles. La catalana Núria Montané lo hará en la modalidad de baches de esquí artístico (freestyle), y el guardia civil Luis Alberto Hernando disparará su arma en cuatro tandas, con el pulso a 200 por minuto, por el esfuerzo realizado en recorrer los 20 kilómetros del biatlón. Dos apariciones españolas que probablemente constatarán la precariedad en la que se mueven los deportes blancos en el país.

Lo reconocía el propio entrenador de Hernando, Manuel García Valiñas, un oficial de la Guardia Civil que participó en Sarajevo en 1984, al comparar las cualidades de su pupilo con las del noruego Ole Einar Bjorndalen, ganador de cuatro medallas (todas) en el 2002. "Si Luis Alberto hiciera la carrera a pie con Bjorndalen, seguramente ganaría porque está en mejor condición física. El problema es que Luis no empezó joven en biatlón". No. Lo hizo a los 24 años, hace cuatro.

SIMBOLOS ITALIANOS Hace cuatro años, también, que la fondista piamontesa Stefania Belmondo ganó sus tres últimas medallas olímpicas de las 10 (dos de oro) que ayer la llevaron merecidamente a ser la última en portar la antorcha y la única en prender el fuego olímpico.

Fue el colofón de una ceremonia cálida que dio cabida a casi todos los símbolos italianos, incluido un Ferrari de Fórmula Uno, Pavarotti, Sofia Loren, la moda de Armani y Alberto Tomba, que cedió el protagonismo a Belmondo.