REPORTAJE

Peregrinación al Canela Party: esto sí es un festival

Torremolinos se convierte durante cuatro días en la meca del moderneo underground con esta verbena colorida y descarada, a la que acuden cientos de cordobeses para disfrutar de la música sin postureos

Público del festival Canela Party, este sábado.

Público del festival Canela Party, este sábado. / JAVIER ROSA

La Costa del Sol es muy dada a generar paraísos kitsch. Torremolinos lleva el término a su máxima expresión con sus minigolf; ocupados por los británicos de pieles al rojo vivo que luego descansarán sobre los sofás acolchados de hoteles brillantes, donde en otro tiempo se emborracharon Ingrid Bergman o Ava Gardner. Ese aura decadente y delirante es el ideal para celebrar el Canela Party, un festival de cuatro días en el entorno de la Plaza de Toros del llamativo pueblo, donde el ambiente y la música underground recuerdan por momentos a los tiempos de la movida malagueña, cuando la música en directo era una manera de estar y no, como sucede desde el boom de los macrofestivales, un motivo para las actitudes impostadas.

Cientos de cordobeses-- entre ellos quien escribe-- asistieron este fin de semana al "tremendo pitote" celebrado con éxito, pese a que una fuerte ventolera obligó el sábado a desalojar el recinto durante unas horas, por seguridad. Luego vuelta al ruedo. El ‘día grande’ del evento, avanzaba hacia la madrugada junto con el programa, que cada edición incluye disfrazarse de lo que a cada cual le venga en gana. Una puerta a la creatividad y hasta donde llegue la imaginación de cada uno. Esto crea situaciones como que Chiquito de la Calzada baile a ritmo de rock junto a un patito amarillo gigante, o que Ana Obregón en silla de ruedas flirtee con Daniel Sancho. También se pudo ver por allí a Rubiales dando un abrazo demasiado cariñoso a Jenni Hermoso, o incluso al papa generado por inteligencia artificial. Boquerones, ninfas, medusas, Barbie y Ken, Johnny Depp en Miedo y asco en las Vegas, personajes de Wes Anderson...Cientos de referencias cinematográficas y melómanas que generaron una postal ‘freak’, más difícil de asimilar para los residentes permanentes.

Uno de los asistentes, disfrazado de Chiquito de la Calzada

Uno de los asistentes, disfrazado de Chiquito de la Calzada / JAVIER ROSA

Surrealismo y psicodelia

"Pero a ver, qué estilo tenéis los que vais al sitio ese, ¿de modernitos de Radio 3?", le decía un taxista a Cleopatra. "¿Dónde está tu Marco Antonio?". Pero es que la diversión hay que tomársela muy en serio, como explicaba Pablo, de Montilla, "hay quien se pasa un año entero preparando el disfraz del Canela Party". Porque habia que pasar por el photocall para optar a llevarse el premio a mejor disfraz y hasta las bandas se transformaron para el bolo. Como los australianos King Gizzard & the Lizard Wizard, uno de los cabeza de cartel, quienes elevaron espíritus con su potente rock psicodélico vestidos de pilotos; o como La Paloma, convertidos en gambas para provocar intensos pogos a ritmo de noise rock.

El evento está poco masificado y de ahí el que mantenga su extravagancia desde hace dieciséis años

En la Carpa dance, Faraón se encontraba por primera vez con Cleopatra para enseñarle un inflable con forma de pez o "una perca pescada en el Nilo". Le dijo que le sonaba su cara. "Nos conocemos desde hace tres mil años, como mínimo". Mientras, un exprimidor daba vueltas alrededor de una naranja, el mismo que terminaría sin camiseta, subido a hombros, frente al escenario. 

Ambiente en el Canela Party, durante el concierto de King Gizzard & the Lizard Wizard

Ambiente en el Canela Party, durante el concierto de King Gizzard & the Lizard Wizard / JAVIER ROSA

Las vivencias surrealistas del Canela Party, lo son porque alcanzan un plano de consciencia que uno no sabía que tenía: es como entender los viajes psicotrópicos de Woodstock, pese a no haber estado nunca allí, o conectar con cientos de años de conciertos clandestinos, improvisados, de los de más ilusión por la música que se está tocando que conocimientos. Aunque el sonido, precisamente, no fue para poner peros. Si a eso se añade un aforo muy bien controlado, sin aglomeraciones, ni colas interminables para pedir o ir al baño, queda una experiencia que sólo apetece repetir, año tras año; vuelta a la esperada peregrinación hacia un sitio donde ser raro (no diferente, raro, que diría Fito) no sólo no está mal visto, sino que se incentiva. Es el resultado de ponerle cariño a un proyecto que nació en 2007 desde la honestidad y, casi, por casualidad, en una nave de un polígono de Málaga. Allí Álvaro, Beto y Antonio organizaron una fiesta para sus amigos, la mayoría músicos. El boca a boca fue ampliando la asistencia hasta los miles de este fin de semana y "mejor si no le das mucho bombo, para que no se masifique", comentaba un miembro del personal.

Vivan los raros

La idea es que lo rara avis siga siéndolo, para seguir encontrando entre el público a los miembros de tus bandas fetiche, o a artistas de la talla de Señor Chinarro, quien aseguró no estar disfrutando demasiado. "Yo es que soy un tio muy raro", se excusó. Hasta ser un raro dentro de los raros está permitido. Con este clima, es comprensible que las bandas quieran volver a tocar en el Canela e incluso busquen ellos mismos a los organizadores para proponérselo. "Joder qué bien se está en este sitio", clamó el viernes Álvaro, de Biznaga, al final del concierto. Antes se le había visto entre el público, compartiendo charla y cervezas con desconocidos que le pedían hacerse una foto. Su actuación era una de las más esperadas junto con la de Las ligas menores. Lo sabían y no defraudaron, con la potencia a las guitarras que les caracteriza. "Una ciudad cualquiera...Para...Morir como otra cualquiera", corearon las miles de almas, entre pogos, antes de ver a Nick Waterhouse derrochar elegancia y buena voz, o de mecerse con los tonos melancólicos de Snailmail. 

La banda Biznaga en el Canela Party

La banda Biznaga en el Canela Party / JOSE A. ALBERTOS

Este último grupo fue uno de varios del cartel con gran presencia femenina, lo cual supone una bocanada de aire fresco tras tantos eventos sin ver mujeres tras las guitarras o las baterías. No es que no haya buenas bandas de música formadas por mujeres, es que no las programan. El Canela sí lo hace y apuesta por propuestas emergentes, de las que merece la pena y gusta descubrir en directo. Como Torremolinos, el Canela Party es esa amalgama de lo cutre, lo elegante, lo sutil, pero también lo excesivo. Un lugar imprescindible para ir a perderse y, ojalá, no regresar jamás.

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