FESTIVAL DE LA GUITARRA

Marcus Miller conduce al Gran Teatro por las nuevas esferas del mejor jazz

El músico hace vibrar al Gran Teatro hasta las entrañas con una virtuosa fusión de estilos

El público responde eufórico a la demostración de talento de la formación

Ya lo advertía Miles Davis en los 70 cuando el icónico trompetista, quien trabajó con Marcus Miller durante varios años, se esforzaba por dotar de nuevos sonidos a un jazz para el que no concebía otro estado salvo el de renovación permanente. Davis incluso se planteó seriamente colaborar con Jimi Hendrix en 1968, dada su admiración por el que entonces era el mejor guitarrista de rock. Hendrix murió antes de que los planes de Davis pudieran materializarse, pero su interés por los sonidos electrónicos seguían presentes en esta estapa tan creativa y dio como resultado el Bitches Brew, todavía hoy uno de los álbumes más influyentes de la historia del jazz.

En recitales como el que protagonizó anoche Marcus Miller con motivo del Festival de la Guitarra--la segunda vez que acude a la cita después de la edición de 2008-- es imposible no recordar a Davis y la larga estela de su legado. El bajista es una de esas pocas y enormes proezas que todavía pueden presumir de haber dejado el listón alto entre generaciones anteriores, la de Herbie Hancock o Aretha Franklin, como si hubiera pactado con ellos o con el diablo (tal muestra de talento no parece terrenal) seguir renovando el género con elegancia. Así se ha advertido anoche en un concierto con el que el músico ha guiado a un Gran Teatro lleno por un viaje lleno de sorpresas inesperadas: desde incursiones por la balada hasta esas referencias a Davis con las que el trompetista acompañante de Miller, Russell Gunn, ha cumplido con creces. Así como han deslumbrado Anwar Marshall, a la batería; Donald Hayes, al saxo y Xavier Gordon a los teclados

Hablar con los instrumentos

Han salido los cuatro al escenario entre un aplauso eufórico y, como se suele decir, sin más dilación, han empezado a hablar con los instrumentos. Miller siempre ha sido de expresarse mejor con música. Esta noche contaba con un público algo más exquisito al estar presentes músicos de la escena cordobesa y andaluza entre las butacas. Él ha comenzado luciéndose en Detroit y Untamed, con una fuerza agradecida a base de respuesta eufórica. Un diálogo apasionado y elegante en el que tanto trompeta y saxo como teclados, batería, como el gran bajo han tenido su propia oportunidad de argumentar, poner sobre las tablas su experiencia para contarle al público este momento en la historia del jazz americano. Un momento para seguir venerando lo clásico pero ensalzándolo con lo mejor de la electrónica, el R&B, el soul e incluso el rap.

El tema February, más introspectivo desde lo sensual ha dejado ver de nuevo esa influencia tan clara de Davis antes de un sorpresivo Higher Ground de Stevie Wonder. Es cuando Donald Hayes y Rusell Gunn han llevado este homenaje a otro nivel. De recuerdos ha ido la noche, como la canción que han dedicado a la memoria del bajista Jaco Pastorius en Mr. Pastorius. A continuación, con la melancolía ya desgastada, una vuelta a un groove expansivo en Run for cover. El coliseo se ha vuelto loco al ver volar los dedos de Miller sobre el mástil del bajo, tanto que al propio lead se le escapabam las palmas. Entonces, una demostración de dulzura a las teclas con Xavier Gordon en Goreè, al que Miller se ha sumado con un clarinete bajo. Hasta se ha animado a pedir las palmas del público cuando el viaje ha llegado a los sonidos de una agitada noche neoyorkina. Hasta el técnico de luces ha intuido la referencia al jugar con el encencido de las lámparas. En este momento una salida revoltosa por calles llenas de neón en cualquier ciudad americana.

Entre subidas y bajadas, idas y venidas, signos de complicidad y un solo de batería de Anwar Marshall de dejar, literalmente, con la boca abierta a unos asistentes que se han puesto en pie con gritos, vítores, más gritos, palmas continuas, el Gran Teatro casi se cae en pie antes de los bises. Se han ido con Tutu y Blast dejando una sacudida emocional y una pregunta evidente en el aire: cómo es posible tocar tan bien.

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