Noche Blanca 2023

Córdoba se reencuentra con su duende

Córdoba salió a la calle e hizo suyo el flamenco, acompañando a los artistas de la 14ª edición

Amantes del cante jondo peregrinaron desde los pueblos y las provincias a la capital en otra madrugada mágica de música

Manuel Á. Larrea

Manuel Á. Larrea

Una flamenca anuncia que un duende se le ha colado en el portal y, con un quejío, la ha invitado a salir. La noche es pura y las calles están llenas de misterio. Bajo un compás de siglos, Córdoba se ha entregado a sus raíces, como hace de forma organizada, desde hace ya 14 años, con el abanico más amplio de su género estrella. Como lleva haciendo toda la vida. 

En la Noche Blanca, aires flamencos envuelven a la ciudad que, este sábado, lució enigmática y atractiva. Por miles se cuentan a los fieles al arte. Miles son quienes beben del reguero jondo que cruza Córdoba de punta a punta, en un ecosistema diverso de flamencura.

En su 14ª edición, la velada movió a los espectadores en el tiempo y las formas que, a lo largo de su historia, ha adoptado el flamenco. Algunos de sus máximos exponentes contemporáneos dan buena fe que en la variedad está la riqueza, siempre que una esencia arda en su pulso. Los trece escenarios instalados en la capital acogieron al género en sus múltiples expresiones, desde el más ortodoxo hasta aquel con los ritmos electrónicos más atrevidos. 

El evento, que nació para dar el lugar que merece al género, siguió convirtiendo a la capital en catedral, abriendo sus plazas al peregrinaje de los amantes, al bautizo de los nuevos adeptos, llevando el arte a todos los rincones de su extensión. La plaza de la Juventud, en el barrio de la Fuensanta; la plaza de la Marina, en Figueroa; y la plaza de la Unidad, en el Sector Sur, se estrenaron como tablados. Y hacia todos los destinos, fueron llegando las aguas del cante sentío, las oleadas de peregrinos, desde el corazón de Córdoba.

La plaza de las Tendillas inauguró una nueva edición de la Noche Blanca, con las raíces profundas de Farruquito y su hijo Juan El Moreno. Sobre el escenario, bailaron acompañados del cante, la guitarra y la percusión del resto del grupo, dando honor a una reconocida estirpe gitana. Las tablas retumbaron y, alrededor de los artistas, se formó el jaleo que reverberó en Córdoba hasta bien entrada la madrugada. 

Artistas sin nombre

Antes, aquellos miles de palmeros, coristas y -por qué no- artistas (sin nombre) que acompañan a los protagonistas junto a los tablaos pusieron el temple a la noche desde horas antes. En las terrazas y las tabernas, a las que casi ni se podía entrar, bajo un sol que vino a recordar que el verano está a la vuelta de la esquina, fueron calentándose los ánimos. Voces sin afinar pero apasionadas sirvieron de teloneras a los platos fuertes. 

¿Qué sería el flamenco sin las plazas, sin las calles, sin los apasionados? De las esquinas nació y en ellas vive. Y, este sábado, es día para recordarlo. El que menos, se lanzó con una bulería y recordó a grandes maestros como el Capullo de Jerez: «Hace un año que yo no te veo, yo no me acuerdo dónde vivías, dónde vivías... Lo que me acuerdo es de aquellos momentos que tú conmigo compartías». 

Precisamente, un año después, la Noche Blanco trajo a Córdoba la memoria de su esencia. En una céntrica terraza de la ciudad, un grupo que reunía, en una cita anual única, a varios amigos del barrio de San Lorenzo, aguardaba para contemplar el movimiento cultivado en toda una vida, pero que bebe de una jonda herencia, de Farruquito. Con las mesas como instrumento de percusión y las gargantas calientes, se atrevieron a improvisar algunas letras. Pelearon el cante. 

Mientras, en las calles del centro, se fueron arremolinando los llegados de todas partes de la capital y la provincia. Flores en el pelo para ellas, floreo de las manos y cantiñeos varios en los bancos, entre cañas, contra los silencios.

De estos últimos escasean, porque si algo hay en Córdoba son ganas. Ganas de disfrutar, de soltar y soltarse. Porque venir de Hinojosa del Duque y no echarse una de flamenco… Que se lo digan a las dos parejas que, en las Tendillas, se atrevieron con unas palmas a compás de bulerías. O a la pareja de Écija que se empadronó en el número 14 de la Noche Blanca, acompañada de los amigos cordobeses que, ante una cita así, no defraudaron. "Es maravillosa, siempre nos ha gustado mucho Córdoba y hoy es más bonita todavía", dijeron estos sevillanos.

Pero de palabras no vive la ciudad y Córdoba demostró estar a la altura, un año más, de lo que es: cuna del flamenco. Artistas locales, de toda la provincia, y eminencias del género hicieron sentir el arte, diverso este sábado en todos sus sentidos: por los palos tocados, por nombres en pleno auge, por los ya consagrados, por el cante, por el baile y la guitarra. Porque todos tienen algo que decir y todo lo dicho es que Córdoba, si algo tiene, es flamenco. Otra noche de junio para el recuerdo.

Madrugada de estrellas

Farruquito abrió la noche a las 22.30 horas y, hasta la medianoche, los cordobeses, tanto de origen como de acogida, disfrutaron de cuatro grandes espectáculos, entre los que destacó, por encabezar el cartel de artistas locales, El Pele. El maestro, "cansao de cantarle a las estrellas y a la luna y a los mares y a los ojos de ella", no desistió de regalarle su voz a su tierra. Junto a él, pero en diferentes puntos de la ciudad, Féminas, Sergio de Lope, Alfonso Aroca, Sandra Carrasco y David de Arahal hicieron enorgullercerse a la ciudad. 

Un plan de seguridad coordinado por la Policía Local de Córdoba y la Policía Nacional, así como un plan de tráfico concreto y adecuado a la celebración, garantizaron el completo disfrute de una noche muy especial para los cordobeses y los amantes del flamenco llegados de los pueblos y de otras provincias. 

Es una madrugada de estrellas. Una más. Que se alargó hasta que el cielo comenzó a clarear sobre los jardines del Alcázar. Allí, La Plazuela puso el broche, con un estilo funky y electrónico, a la Noche Blanca 2023. Dicen que, si el lector pone su oído en el suelo este domingo, quizás pueda escuchar todavía un compás flamenco. Hasta el próximo año, sus ecos seguirán sonando en las esquinas de Córdoba. Porque en ellas vive.

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