Crítica teatral

Rosas concretas y finales

La Compañía Mojiganga Sociedad Ilimitada pone en escena 'La legalidad del mal', en la peña El Almíbar

Un momento de 'La legalidad del mal', puesta en escena por la  Compañía Mojiganga Sociedad Ilimitada

Un momento de 'La legalidad del mal', puesta en escena por la Compañía Mojiganga Sociedad Ilimitada / CÓRDOBA

La legalidad del mal

Compañía Mojiganga Sociedad Ilimitada

Versión, dirección y vestuario: Manu Collado

Elenco: Carlos Alarcón y Manuel Ramírez

Composición musical: Esther Abrami

Diseño de iluminación: Carlos Alarcón

Fecha y lugar: 10/02/2023, en la peña El Almíbar (Córdoba).

Suelo vacío y superficie blanca que la recorre vertical. Una figura sueña de negro y se sienta en el rojo. Su cuello vigila una cuerda anudada. El peso del signo será soportado por sus hombros en esta imagen-sueño. Son los colores de un pasado que lo juzga y condena en la vigilia de un último día. Se inicia en la peña El Almíbar de Córdoba La legalidad del mal, teatro de palabras versionado y dirigido con elocuencia por Manu Collado. La reconocida propuesta se reafirma en la horizontal como un teatro hecho de actores y público. Palabras y carne para revivir la quema. El director ha compuesto un discurso despojado de futilidad: una forma pulida de exceso formal para que el contenido adquiera todo el protagonismo. La legalidad del mal es revelada en su límite. El lenguaje sueña con la imagen, porque es un caligrama. Con el movimiento orbital de los cuerpos, advierte una disposición dialógica donde puede verse un dibujo-bandera, de nazis, de ideales y devoción por la pureza. Mal ineludible, mal radical. 

Este encuadre de madera torcida es conducido con esmero por Carlos Alarcón, quien ha sido ovacionado por ojos conocidos y familiares. Con un tono personal y sostenido, ‘comprendido verdaderamente’, ha interpretado el texto, ha vestido la piel y ha cedido su boca a la voz del filósofo Immanuel Kant. Pecado original de un cuerpo erguido. La piel del verdugo está cubierta de sangre. Yace desangrada por la puesta en práctica de unas ideas idealmente manchadas, de tan puras. De aquellos huesos quedan aire, recuerdos, y banalidad. ¿Justicia para unos cuerpos sin nombre? ¿Justicia contra un nombre sin pensamiento propio? Juguete maquinal, ¿se juzga un objeto sin conciencia, autómata legal, culpable sin culpa? Adolf Eichmann cumplió su papel, limitado por el deber, el obedecer y el cumplir las normas. Su recuerdo es un caligrama compuesto de grafías quemadas, de millones de ellas. ¡Ay!, teatro de palabras, de letras dibujadas y de gestos gráficos. Manuel Ramírez encarna con sobriedad y tensión ese rostro que una vez empalideció ante los relatos-testigo en Israel. Boca apretada, pensamiento obturado de acciones, y pese a ello, tan carente libertad como ser humano.  

El gesto vacío de lo libre clama: ‘Sólo quiero encontrar la paz’. La legalidad del mal se disfruta al escucharse a sí misma gritar cuando paseaba con calma. Teatro del verbo, réplicas de sentidos nacidos en lo lingüístico. ‘Aquella figura no daba signos de vida’, describió Hannah Arendt en Jerusalem. ¿Y si ya estaba muerto antes de ser condenado? Si no se actúa por conciencia, sino por obediencia, ¿cómo afirmar que no se ha renunciado a vivir?. Se juzgan sus acciones, se acusan sus verbos absolutos que incineraron a miles de nombres propios. Esa mañana y esta noche, por el privilegio de las artes de la literatura y del teatro, un sufrimiento vivido millones de veces ha ejecutado en público. 

Flor y sangre invertida. La figura sin vida libre sube al cadalso para re-presentar una escena que nunca fue dramática, sino real. Ojalá irrepetible, utopía del quizás: estamos en guerra. Porque el gesto libre es signo en desuso; no prima la cabeza consciente que mira a su lado para verse en los ojos del Otro. Todas rígidas: somos juzgables. Ocupamos un mismo espacio, el del verbo hecho carne. Ahí no cabe la justicia justa. Sí lo hacen las guerras civiles, los genocidios, los totalitarismos, las muertes de unos en beneficio de otros. Falta sentido de la similitud y las tragedias se concatenan. ¿Con qué pulso seguimos erguidas, si hemos perdido las paredes; si nuestro pensamiento no se ha edificado sobre la tierra herida? Vagamos sin criterio, entre imágenes sin poesía, sin-sentido del pasado y con angustia del futuro. Es tu carne vencida, rota, pisoteada, | la que vence y relumbra sobre la carne nuestra. | Es el gesto vacío de lo libre sin norte | que se llena de rosas concretas y finales—Federico García Lorca. 

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