Critica

Orquesta de Córdoba: El mélos desbordado

Alejandro Muñoz sustituye a Carlos Domínguez-Nieto en una interpretación del 'Requiem' de Verdi de gran impacto

Un momento del concierto.

Un momento del concierto. / A.J. GONZÁLEZ

Curro Crespo

Justo antes de que empezara a sonar la música, el gerente de la Orquesta de Córdoba, Daniel Broncano, salió al escenario para anunciar, primero, que el concierto iba a estar dedicado a la memoria de Juan Carlos Limia -esperable-, director general de cultura, gerente del IMAE, gran valedor de la Orquesta desde sus inicios, fallecido recientemente y de manera prematura tras una breve enfermedad, y, segundo, que nuestro titular, Carlos Domínguez Nieto, se hallaba indispuesto, por lo que iba a ser sustituido por el joven Alejandro Muñoz -inesperable-.

Alejandro Muñoz, violinista de la Orquesta de Córdoba, es, para más señas, director de la formación camerística estable de la Fundación Antonio Gala y, desde el año pasado, del Coro de Ópera de Córdoba, convocado precisamente para cantar este Requiem. Con anterioridad fue durante ocho años director titular de la Orquesta Joven de Córdoba. Un músico de pedigrí, con una trayectoria sólida y ascendente que no da pie, por tanto, a hablar de sorpresa o descubrimiento. Su condición de director del coro determinó que la interpretación se volcara preferentemente hacia el modelado de la masa coral, que respondió de forma segura y afinada a todos los matices de intensidad requeridos, llegando, en los momentos más paroxísticos, a impactar por una potencia que hacía estremecer toda la sala. Muñoz, con un juego de batuta contenido y persistente, sin la atención microscópica al detalle instrumental del titular ausente, acertó a marcar el pulso global de la obra, regalándonos estupendas retenciones de tempo entre las transiciones entre las distintas secciones. La Orquesta respondió empastadísima, bellísima la entrada, pese a la pájara del arranque del Domine Jesu. Rotunda la trompetería del Tuba Mirum desde los palcos laterales, creando un efecto teatral y espacial de gran acierto.

Si hay quien considera el Requiem la mejor ópera de Verdi es porque tenemos en todo momento a la soprano, a la mezzo, al tenor y al bajo sobre el escenario, en una secuencia de solos, dúos, tercetos y cuartetos inolvidable. Nada hubiera tenido sentido sin cuatro cantantes a la altura del mélos verdiano. Y en esto fuimos afortunados porque no siempre sucede en una obra como ésta. Destacamos las damas, especialmente la mezzo Laura Vila, con esa vibración que transmitió todo el desgarro y la intensidad de la gran línea de canto verdiana. Con una también magnífica Lucía Tavira, que sorteó con seguridad toda su peliaguda parte.

El tenor Alejandro del Cerro evidenció una buena pegada en el agudo por timbre y volumen, aunque el material lírico de origen sonaba a veces forzado, y David Cervera, sin ser un bajo de gran profundidad, lució un timbre y un canto homogéneo y sólido. Con cuatro cantantes entregados, con una orquesta en un gran momento, con un coro expresivo y de asombrosa adecuación, el Requiem de Verdi nos condujo de catarsis en catarsis, de belleza en belleza, hasta el desbordamiento y la emoción. Aplausos y vítores.