No hay grupo joven que defina tan bien en sus letras la angustia generacional como lo hace Carolina Durante. La experiencia de verlos en directo tiene varias capas o pasa por varias fases según el estado emocional del oyente, su edad o intereses. Como ironizan en el tema Tu nuevo grupo favorito ellos mismos no son solo cuatro chavales jugando a hacer música, sino que también tienen un mensaje y buscan un sonido distintivo. Su paso anoche por sala Hangar ejemplificó una vez más el logro de aunar sensibilidades diversas en base a una necesidad común, el desahogo.

Como figuras tocadas por alguna especie de genio bajaron las escaleras que conectan el camerino con la pista y calentaron el escenario con 10. Terminaron tras los bises con Buenos consejos, peores personas pero hubiera dado lo mismo invertir el orden o trastocar el repertorio ya que la guitarra acelerada de Mario junto a los golpes frenéticos de Juan, a la batería, sumados a los gritos de Diego convierten cualquier tema en un himno. Si acaso las canciones más poperas, como Perdona, ahora sí que sí o Espacio Vacío, en la que colaboran con los brillantes Él mató a un policía motorizado, lograron un contraste refrescante a tanto rock y punk. Pero quién era el nuevo rostro al bajo y dónde estaba Martín. Pues el cuarto integrante tuvo que irse a Madrid por una urgencia así que, como explicó Diego, antes de cancelar el bolo buscaron a Gonzalo para que se aprendiese el repertorio en solo un día.

El público vivió el concierto con gran intensidad CÓRDOBA

Demasiado indies para los rockeros y demasiado punk para los indies, aunque el recinto se llenó de camisas de Polo Ralph Lauren, camisas sin logotipos, tacones, botas militares, camisetas anchas, tops ajustados, ojos muy pintados y hasta una joven con pierna escayolada que, apoyada sobre su muleta, cantó y se agitó más que nadie. Todos ellos, incluso los grupos de señoras despistadas que compraron la entrada a tientas, bailando con Joder, no sé, No es tu día o Moreno de contrabando. El sudor apareció tímido y fue avanzando junto a la noche. Con la sala hasta los topes, la marea de brazos en alto animaba la brusquedad del carismático Diego Ibáñez sobre el escenario. "Joder, qué energía, así da gusto", reconoció el vocal. Frente a él se formaron los pogos en Las canciones de Juanita y Famoso en tres calles. Una chica perdió las gafas, otra el móvil. "A ver, respetad a los que no se quieran meter en el pogo", instruyó Diego.

Con la sauna cada vez más caldeada, el pelo de los cuatro chavales goteando, la intensidad emocional de Niña de hielo y La noche de los muertos vivientes motivaron el "oeee oeee oeee oeeee" colectivo. Luego se retiraron como espectros, sin interaccionar con el público. Les subieron cuatro hamburguesas con patatas. De madrugada algunos incluso se los encontraron en varios pubs de la ciudad. Aunque agoten entradas de salas de todo tipo y sus canciones atraviesen como cuchillos cualquier estereotipo, cualquier debate inútil, ellos siguen siendo solo cuatro chavales.