CRÍTICA TEATRAL
La máquina de Turing: ¿Una máquina puede amar?
El Gran Teatro de Córdoba acoge la obra que narra la historia del profesor Alan Turing, el hombre que descifró el código nazi 'Enigma'
![Una escena de 'La máquina de Turing' en el Gran Teatro.](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/b92ad1e2-b750-4e3d-8077-0ba8b7ce67f8_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Una escena de 'La máquina de Turing' en el Gran Teatro. / Manuel Murillo
Andrea Simone
Ficha técnica:
Obra: La máquina de Turing
Lugar: Gran Teatro
Día: 29 de octubre a las 20 horas
Autor: Benoit Solès
Director: Claudio Tolcachir
Intérpretes: Daniel Grao, Carlos Serrano
Rompiendo la cuarta pared, aparecen las figuras de los actores: Carlos Serrano y la mano de Daniel Grao. La interpelación al público es un recurso recurrente en el teatro, que se suma a la disposición de un espectador posmoderno que desea interpretar algún papel. La continuidad entre la realidad hacia su devenir teatral transcurre sin esfuerzo en La Máquina de Turing, debido a una serie de elementos organizados por el director, Claudio Tolcachir, en una dinámica con sentido.
Es la iluminación la que transforma una escenografía de tonalidad grisácea en un medio orgánico que enraíza el discurso de la obra de Benoit Solès y es el espacio sonoro el que emerge con carácter temporal para imprimir la duración de una vida, la del genio Alan Turing. La fría melodía que compone este espacio secunda la fluidez de movimientos y sensaciones, una vez la oscuridad ha caído en el patio del Gran Teatro.
En este cuadro, unas sobrias interpretaciones toman su lugar, en equilibrio y coherencia con el espacio del que forman parte. Turing no es interpretado, sino que es vivido por un Daniel Grao, que pese a la comicidad en puntos del guion, encarna la humillación y sufrimiento en cada gesto.
Si bien aparecen saltos temporales con una ritmicidad cinematográfica, es singular la naturalidad con la que se ha transgredido la virtualidad. La gracia con la imagen que vemos se desdobla ante nosotros, creándose la simultaneidad de dos planos a distinta profundidad: uno extradiegético en el que Turing nos cuenta frontalmente sus pensamientos, y otro en el que transcurre la historia (diégesis).
Dos planos al mismo tiempo, dos versiones de uno mismo, una oculta a los demás y otra frente a ellos. La sensibilidad estética con la que el pitido agudo y recurrente nos desvela un vacío y un silencio equiparable al que Turing sufrió en vida, subraya a su vez la libertad con la que encontró el amor en la muerte.
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