Lo primero que choca, aunque uno se acostumbra, es el formato casi cuadrado de proyección. Recuerda un poco algún experimento cinematográfico del realizador canadiense Xavier Dolan (Mommy), y no solo por la composición elegida, también por el tema acometido. En este caso, la producción es belga y su autor, Laurent Micheli, ha escrito el guión. La puesta en escena se podría enmarcar dentro del estilo de esa corriente de realismo social que encabezan los hermanos Dardenne, donde abundan los planos traseros que enmarcan los bustos de sus protagonistas siguiéndoles durante sus peripecias de vida.

Lola vers la mer navega entre la road movie y el drama de identidad de género. Los protagonistas son un padre recién enviudado (encarnado en Benoît Magimel) y una hija que está en pleno proceso de transformación (el papel está interpretado por Mya Bollaers, debutante actriz transexual de penetrante mirada y valiente gesto), justo antes de la operación de cambio de sexo. Ambos personajes, incompatibles en sus caracteres, se verán abocados al entendimiento gracias al amor que los unía a la esposa y madre desaparecida.

Así pues, a regañadientes, se embarcarán en un viaje al norte para llevar las cenizas de la fallecida, para cumplir su último deseo. Un viaje de conocimiento y comprensión, sobre todo para alguien que no acepta que quien fuera su hijo quiera ahora convertirse en mujer. Gracias a las magníficas interpretaciones, veraces y sinceras, el relato acaba por llegar y conmover a las mentes más cerradas y prejuiciosas. Por tanto, estamos ante un filme necesario en los tiempos que vivimos. Muy recomendable. No obstante, he tenido la suerte de poder disfrutar estas interpretaciones en versión original, no estoy seguro de que la versión doblada pueda llegar al espectador con el mismo grado de verosimilitud, es muy difícil evocar la voz del intérprete en esas condiciones. Por tanto, estamos ante una obra con la que el séptimo arte se reivindica como un medio capaz de hacer comprender y explicar mediante la ficción algo que muchos no entienden en la vida real.