El próximo 20 de mayo se cumplen 30 años de uno de los hallazgos arqueológicos más importantes ocurridos en la ciudad. Ese día de 1991, las máquinas encargadas del rebaje del terreno sobre el que se levanta la actual estación de Córdoba se toparon y comenzaron a destruir un palacio romano imperial levantado durante la primera tetrarquía (293-305 dC) y junto a él, todo el rastro de su historia posterior. Ayer, las arqueólogas Camino Fuertes y Ana Zamorano, dentro de los encuentros virtuales organizados por la asociación Amigos de Medina Azahara, hicieron balance de la gestión, historia y «abandono» de este yacimiento, al que Córdoba «ha dado la espalda», preguntándose «si una ciudad progresa destruyendo su cultura». 

Para ambas, Córdoba perdió «un elemento patrimonial de primera categoría» y «parte de su señas de identidad de la época romana», ya que actualmente está destruido el 50% del yacimiento y protegido el otro 50. Aquella acción, que se puede calificar como «delito», fue denunciada por la Universidad, pero no se mandó paralizar las máquinas hasta tres días después, «un fin de semana en el que se llevó a cabo toda la destrucción, con toda la pérdida patrimonial que supuso eso», señaló Fuertes, que también lamentó la desaparición de «una enorme cantidad de material mueble», refiriéndose a todos los objetos que suelen hallarse en una excavación de este tipo.

«En patrimonio histórico y arqueológico se destruyó uno de los grandes yacimientos del imperio romano que, además, albergaba un pedazo de la historia de Córdoba muy difícil de ver en el resto de la ciudad» y que hasta entonces había protegido y resguardado la estación de Cercadilla, continuó la experta, que explicó que se trata de restos que hablan de la evolución de la época romana hacia el mundo andalusí, «un momento muy desconocido», en el que se vive el paso «de lo que se llamó el paganismo al cristianismo».

Las administraciones

Ante este hallazgo, en cuanto a las administraciones implicadas en el trazado de la nueva línea ferroviaria (Gobierno central, Junta de Andalucía y Ayuntamiento), y según una selección de artículos de prensa que se mostraron durante la conversación, el Consistorio de la época se posicionó en contra del yacimiento y la Junta se hizo cargo de su gestión. 

Tras el paso de las máquinas, se excavó lo que quedó después de la destrucción y «vimos el edificio palatino en su extensión, pero no fue posible convencer a las administraciones de que se trasladara el proyecto hacia el oeste de la zona», continúa la experta en arqueología. 

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1992 | El yacimiento de Cercadilla, al descubierto A.J.González

Mantenimiento

Entre el año 1993 y el 2004 se continua con la remodelación del entorno, pero gracias a la incoación BIC del yacimiento en 1995 y a su declaración como zona arqueológica en 1997 se permite por fin proteger el sitio de todas las obras llevadas a cabo a su alrededor. Pese a esa protección, esta zona «no tiene un mantenimiento correcto», según la experta, que considera que es imprescindible evitar que crezca la vegetación y así puedan ser observados estos vestigios, además de evitar la presencia de animales. Por otro lado, continúa la arqueóloga, también se debería actuar sobre los restos que están a la vista, para evitar su deterioro. «En definitiva, lo que hay que hacer es no cerrar los ojos», sentencia Fuertes, que cree que «no es necesario gastarse un millón de euros, porque con 20.000 al año sería suficiente para su buen mantenimiento, hasta que mejore la situación económica».

Por su parte, Zamorano insistió en la «perdida» sufrida por la ciudad, «un palacio imperial que la estación conservó y después destruyó». «La Administración no supo responder», continuó la arqueóloga, que subrayó que en aquel momento «se optó por la destrucción, lo que fue un error, y con la excusa del progreso se privó a la ciudad de parte de su futuro, ya que el palacio hubiese engrandecido esa riqueza patrimonial que posee Córdoba».

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«La gestión de Cercadilla ha sido muy desafortunada» continuó Zamorano, que añadió que, a día de hoy, la situación es de «abandono» y, a pesar de ser la puerta de la ciudad, lo que ve el visitante son «ruinas y jaramagos».

Actualmente, no hay un equipo pendiente de estos restos arqueológicos, aunque sí existe un convenio de colaboración entre el Ayuntamiento y la Agencia de Instituciones Culturales -encargada de su gestión hasta el 2016, cuando la Consejería de Cultura decidió traspasarla al Consistorio cordobés- gracias al cual se puede intervenir rápidamente en las actuaciones más urgentes. Por otro lado, también se está pendiente de una colaboración con la Universidad Pablo de Olavide para este yacimiento, ya que en este centro trabaja el profesor que se ha encargado del estudio del palacio imperial de Cercadilla, Rafael Hidalgo Prieto. Mientras tanto, parte de la historia y del patrimonio de Córdoba siguen a la espera de ser estudiados y puestos en valor, lo que no se sabe cuándo ocurrirá.