Leer, para todo buen lector (y también para aquel que aún no sabe que lo es), es como respirar. Leer engrandece el espíritu y enriquece, no solo la mente, sino también el corazón. Es un refugio más real de lo que muchos creen. Federico García Lorca dijo una vez que “no sólo de pan vive el hombre”. No en vano, a los libros también se les conoce como el “pan del alma”. Lorca llegó a decir incluso que “si tuviera hambre o estuviera desvalido en la calle no pediría pan; sino que pediría medio pan y un libro”.

Y, como no podría ser de otro modo, cada libro ha de tener su hogar. Un lugar de culto donde ir a venerar esa paz que tan solo la lectura es capaz de ofrecer. Y esos lugares, esos sitios casi mitológicos en estos tiempos que corren, donde las palabras inundan centenares de páginas siempre a la espera, no son otros que las librerías. Y no se trata de esos edificios engalanados, dirigidos por grandes magnates de la industria obsesionados en premiar el buen hacer de los autores, sino a esas pequeñas librerías de barrio, de segunda mano que, en los últimos años, están proliferando por las calles y plazas de las metrópolis. Paradójicamente, y a pesar de la imperante digitalización, es de lo más común encontrar estos parajes repletos de libros, donde algunas joyas literarias tan leídas como A sangre fría o Un mundo feliz pueden adquirirse por el módico precio de tres euros.

Sin embargo, y aunque están gozando de una creciente popularidad, hay algunas ciudades como Córdoba en las que solo unas pocas logran pervivir. Pero siempre es mejor calidad que cantidad. En la capital, actualmente, hay dos librerías de segunda mano oficiales, La Palabrería y El Laberinto. Diario CÓRDOBA habla con sus responsables con motivo del Día del Libro, el 23 de abril. Un oportunidad para descubrir auténticos tesoros rebosantes de secretos, historia y mucha cultura.

Daniel Rodríguez, de la librería El Laberinto en Córdoba MANUEL MURILLO

Jorge Luis Borges mencionó una vez: “Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca”, pero jamás pensamos que estaría tan cerca de la Mezquita de Córdoba. El Laberinto, situada a orillas del Guadalquivir, abrió sus puertas en 2012. Desde entonces está regentada por el salmantino Daniel Rodríguez, antiguo bibliotecario de la Universidad de Córdoba, que lleva “dedicado toda la vida a la cultura” y admite que “siempre he tenido una predisposición especial por los libros antiguos, raros, curiosos…”. Fue bautizada con este nombre ya que en esta librería ocurre algo similar a los laberintos, puesto que “es fácil entrar en un laberinto pero es complicado salir. Porque se empieza uno a trabar. A trabar con gentes, con libros, con conversaciones… Ese es el panorama que hay aquí, y ha sido un panorama fascinante”, narra Daniel. Esta librería anticuaria fue un proyecto familiar en el que, a lo largo del tiempo, han ido preparando un fondo muy grande “para dar respuesta a los lectores”. Tanto es así, que ahora mismo cuentan con unos 400.000 libros. Además, asegura que en su librería acuden clientes de todo tipo y de todas partes porque “por Córdoba pasa el mundo” y “el lector que viene aquí no sabe lo que va buscando. Le asalta el propio libro. Los otros libros los conoce, pero lo que hay aquí no, y se va a sorprender”. Ese es el encanto de El Laberinto, puedes visitarlo miles de veces y siempre encontrarás algo diferente, algo que no ibas esperando y que, sin embargo, te acaba atrapando.

Este tipo de comercios suponen un auténtico templo para los librófilos de pura cepa, como Miguel Marzo, que lleva al mando de La Palabrería, ubicada en plena Plaza de la Corredera, seis años. Pero ¿por qué son tan aclamadas las librerías de segunda mano? “Los libros de segunda mano son muy baratos y por eso es normal encontrarlas en la mayoría de las ciudades, porque las novedades son caras y hay veces que quizá, si te esperas un poco, las puedas encontrar en librerías como esta a un precio más económico”, cuenta el joven cordobés. Miguel augura un próspero futuro para este tipo de librerías como La Palabrería. “Si el libro no ha desaparecido ya, es imposible que desaparezca. El objeto libro, en sí mismo, es perfecto. Es como la silla, lleva existiendo miles de años y sigue siendo la misma. Con el libro pasa igual”, añade el librero.

Los libros pueden llegar a salvar vidas y, al igual que ocurre con las personas, los hay de las más variopintas formas y colores, en papiros y pergaminos, en folios y telas, y ahora más que nunca, a través de pantallas, al alcance de nuestra mano en cualquier momento y lugar. “Hay que leer en el soporte que sea, lo importante es el contenido”, sostiene Daniel Rodríguez. A cada persona le corresponde un libro, su libro. Y lo importante es aquello que le pueda llegar a transmitir, que siempre será diferente en función del lugar, del tiempo y de la propia persona.

Al fin y al cabo, como admite Daniel Rodríguez, “la lectura te permite vivir de otra manera, tener otra vida. Ese es el valor fundamental. Pero lo más importante es que la lectura es un placer. Te permite descubrir mundos continuamente. Se abre uno al mundo, a la ciencia, al conocimiento… Leer es fantástico”.