«Toda mi obra es una pura digresión», zanja Miquel Barceló, que ha reunido casi un centenar de piezas creadas desde 2014 en la nueva exposición temporal del Museo Picasso de Málaga, con la que refuerza además la relación «muy estrecha» que ha tenido desde su juventud con el pintor malagueño. Y es que el artista mallorquín confesó ayer en la presentación de la exposición que, cuando tenía «9 o 10 años», su artista preferido «era Walt Disney», después le empezaron a gustar otros artistas «muy vistosos» y desde muy joven le gustó Picasso y no le ha «dejado de gustar».

«La primera vez que fui a París, visité todos sus talleres. No entraba, pero absorbía algo», aseguró Barceló, que ha tenido una relación con Picasso «como con pocos artistas», entre los que cita a Tintoretto o Jackson Pollock. En este sentido, apunta que, cuando estuvo en el taller de Pollock, tuvo «la sensación de que hablaba con él», mientras que cuando viajó a Venecia «casi hablaba con Tintoretto, pero un psiquiatra le pondría nombre a esto», bromeó.

Sobre la exposición en Málaga, ha explicado que «tiene un año de retraso», al haberse aplazado en 2020 por la pandemia, pero durante el confinamiento «ha ido cambiando y adaptándose a los nuevos tiempos», algo que consideraba «necesario». En la muestra juega un papel central su cerámica, que Barceló califica como «una caricatura de la pintura» y como una forma de quitarse «de encima las cosas, de transformarlas casi en irrisorias».

«A la cerámica la maltrato mucho cuando está fresca, se rompe a menudo y es un milagro que esté aquí. Es un proceso de alquimia, una forma de pintura que ha pasado por el fuego, como otros cuadros han pasado por el humo o por las termitas en África, o una de las obras se está desmoronando y es una suerte verla ahora, porque quizás en unos años no quede nada».

La exposición se titula Metamorfosis, como la obra de Kafka que Barceló ha ilustrado con acuarelas que se pueden ver en Málaga. Para el artista mallorquín, en esa obra «se anunciaban las cosas terribles del siglo XX», Kafka «se sentía un bicho raro, porque era un bicho raro», y en sus páginas «se notaban los tambores de guerra».

Los colores tan intensos de esas acuarelas, explica Barceló, remiten a los azules de Prusia «que a finales del siglo XIX utilizaba Picasso porque eran los más baratos», y el artista recuerda que, «del mismo procedimiento químico, se creó el ácido prúsico, con el que los nazis mataron a cinco millones de personas». La exposición incide asimismo en el carácter trashumante de Barceló, que ha viajado y residido en numerosos países que han quedado plasmados en su obra.