Extraño (por infrecuente) y bello programa de la Orquesta de Córdoba, que cobra un sentido especial ante las noticias de la evolución de la pandemia. No habrá intermedio, pero sí habrá una cesura perceptible entre dos bloques de distintos tonos: el primero, fúnebre, sobre el dolor, propio o como consecuencia del sufrimiento ajeno; el segundo, vital, sobre la felicidad, sobre la vida que no parece otear horizonte alguno y sólo desea celebrarse a sí misma. Dos caras, misma moneda.

El Cantus in Memoriam Benjamin Britten del compositor estonio Arvo Pärt (1935) es una breve pieza musical de duelo por la muerte de un amigo, el compositor inglés Benjamin Britten, compuesta al poco de su fallecimiento en 1976. Las cuerdas en divisi dibujan una figura repetida de intervalos descendentes sobre el toque ominoso de una campana. Una obra de serena belleza, sentimiento recogido y un uso desinhibido (¿reivindicativo?) de la retórica musical ortodoxa.

La compositora tártara Sofia Gubaidulina (1931) es, probablemente, la decana actual de las compositoras a nivel mundial. Discípula de Shostakovich, mujer de rara espiritualidad y profundidad de pensamiento, sus Siete palabras para violoncello, bayán y cuerdas Siete palabras para violoncello, bayán y cuerdasse inscriben en una tradición compositiva de puesta en música del tremendo pasaje neotestamentario de los siete parlamentos finales de Cristo en la cruz antes de morir y que arrojó ejemplos capitales de compositores como Schütz o Haydn. Gubaidulina utiliza un dispositivo instrumental exótico: la escritura para cuerdas se basa en la música coral, el bayán introduce tonos y modulaciones en la textura sonora general, mientras que el violonchelo es responsable de ir enunciando las palabras, una a una, hasta la quiebra final.

Si algo nos evoca a priori la figura de Francis Poulenc (1899-1963) es una pasión por la vida presente en su Sinfonietta, una obra que no aspira a ser una sinfonía en el sentido clásico sino algo más menudo, menos acabado y, por tanto, menos pretencioso, algo que no quiere llegar a ser del todo. Compuesta en 1947 y estructurada en cuatro movimientos, se trata de una obra ligera, rítmica. Mundana, jovial y con ciertos toques melancólicos. Una Sinfonía Clásica de Prokofiev alla francesca.

Directora y solistas de lujo y de estreno con la Orquesta de Córdoba para un programa apasionante: la directora alemana Judith Kubitz, titular actual de la Philarmonie Baden Baden, el instrumentista madrileño Estebán Algora y el prestigioso cellista canadiense Jean-Guihen Queyras. Excelencias artísticas que nos provee últimamente la Orquesta y que merecen más foco del que reciben.