Un teatro es, por definición, un lugar donde se practican ciertas formas de magia: recrear artificialmente lo que en la realidad es imposible. Un teatro es un lugar situado, siempre, fuera del espacio y del tiempo; es decir, fuera de la realidad que vivimos los habitantes de cualquier ciudad en la que exista un teatro.

Cuando el espectador penetra en la sala y se sienta en su butaca, casi siempre anónimo, entiende y acepta que se ha situado, de pronto y voluntariamente, en un espacio subterráneo o extraterrestre, perfectamente aislado del tráfago inmenso de la ciudad; un teatro no tiene ventanas a la calle, su estado natural es la oscuridad y el silencio. Pero a los pocos minutos se descorre el telón y comienza el espectáculo, esa otra realidad que es el bullir de los sueños, la representación fingida de la vida en directo, de las emociones, del deseo, de los seres humanos en pleno delirio… Un teatro es un artefacto perfecto que ha ido creándose a través de los siglos. El modelo grecorromano era ya un invento genial: el escenario rectangular, la orchestra para la actuación de los coros, marcando media circunferencia desde la que se extendían los graderíos, ladera arriba, permitiendo mayor número de espectadores en cada escalón.

En aquellos teatros, todavía en plena vida algunos de ellos, se inventó la tragedia y la comedia, la coreografía y la danza, el drama ineludible de la vida humana; páginas supremas de la literatura universal que llenaron de vida espiritual a los seres humanos: Sófocles, Eurípides, Esquilo… Allí la rebelión de las troyanas o la venganza de Hécuba; allí Edipo aplastado por el destino, pero también el humor primigenio de Las Nubes o ese oráculo de la moral estoica que fue Séneca. Aquellos griegos y romanos insuperables...

Creció después el corral de comedias , porque el teatro nunca fue espectáculo exclusivo de las élites, sino cultura popular: corral y hasta gallinero en la zona más elevada del graderío. Don Quijote asiste, en las bodas de Camacho, a un espectáculo de música, teatro y danza; Lope y Calderón llenan los teatros de Madrid porque la vida es sueño y tragedia, tanto en Zalamea como en Fuente Obejuna; y Zorrilla convertirá a don Juan Tenorio en uno de los mitos de la literatura universal de todos los tiempos. En similares escenarios se debate Hamlet entre la vida y la muerte, o gozan los humanos del sueño de una noche de verano…

Pero en el siglo XVII, en algún lugar de Europa (o en varios simultáneamente) se introducen nuevos descubrimientos: se crea el foso, desde el que la música brotará (recóndita armonía) tan viva como en los arcos góticos del maestro Salinas. Se inventan los peines y las bambalinas para sujetar increíbles y sucesivos cambios de escenario, y aparece el llamado teatro a la italiana, el artefacto perfecto al que antes aludíamos.

Esos nuevos teatros permiten el desarrollo pleno de la ópera, el espectáculo teatral en el que todos los géneros confluyen. Ahora es posible que Segismundo se enfrente al sueño de la libertad, pero también que podamos experimentar la alegría de vivir al borde de la flauta mágica o la intensidad del éxito que comienza rogando que nessun dorma ; aquí el lamento final, desesperado, de la señora Butterfly o de Violetta, la descarriada; aquí la corte del antiguo Egipto, la pasión española de Carmen, los amores de la tabernera del puerto, o la rebelión del pueblo israelí en Nabucco .

Un teatro es un lugar en el que se hace posible lo imposible por una vez y sin que sirva de precedente. Cada actor es diferente de los otros actores y cada función puede ser diferente de las otras funciones. Cada representación de La casa de Bernarda Alba ha sido siempre nueva y distinta, es decir, única; como cada muerte de un viajante es diferente de las otras muertes o cada día vivido en la ardiente oscuridad es único e irrepetible. De cada uno de estos episodios de la vida humana, ni la novela o la poesía, ni el cine o la música sola, habrían dejado a la posteridad una versión más emocionante que el teatro.

Por eso puede ocurrir en el futuro (tal vez está ocurriendo ya, con la ayuda de ese virus indómito y maldito), que el cine desaparezca de la gran pantalla para refugiarse en los salones de las casas particulares, donde están proliferando pantallas de gran formato instaladas en la comodidad del propio hogar. Quedarán entonces los teatros como sedes imprescindibles solo para el drama, la comedia o la ópera en directo, donde cada sesión es, precisamente, única e irrepetible.

Juan Mayorga, el dramaturgo español vivo más representado en el mundo, ha dicho: «El teatro es un lugar donde encontramos algunas de las cosas por las que la vida merece ser amada. Y una de ellas es el hecho mismo de reunirse, de encontrarse con otros a los que no conocías en absoluto, en asamblea. Y dejarse atravesar por las palabras…». No sé el cine, pero el teatro volverá a los teatros. ¡Por supuesto que volverá!

* De la Real Academia de Córdoba