Llegó a Córdoba desde Francia con tan solo nueve años y la música en las venas. Muy pronto empezó a darse a conocer en aquellos «antros» de los años noventa, «cuando Córdoba tenía una intensa actividad musical, tanto de grupos como de locales de conciertos», y en el 2008 formó la banda que ha representado todo en su carrera, D. Donnier and his bones, con quien recorrió los escenarios hasta octubre de 2019. Pero antes, en 2017, David Donnier ya había comenzado una carrera en solitario con el disco The Solo Show, al que siguió dos años después el homónimo D. Donnier. Actualmente, está desarrollando su nuevo proyecto, un disco con cinco canciones titulado Coctails & Dreams, de las que ya ha dado a conocer dos, Another Chance y Dancer, y la tercera se escuchará en marzo con el resto de los temas del disco.

-Acaba de lanzar el segundo sencillo de lo que será su nuevo disco. Parece que se impone el modelo gota a gota.

-Con la experiencia de la banda, he ido viendo que cuando produces doce o trece temas, como hacíamos nosotros, y después presentas el disco, es una sola bala que no perdura en el tiempo. Por otro lado, conlleva una inversión grande y si quieres mantenerte tienes que ir presentando videos, que es complicado. Este modelo de sacar single a single es, de alguna manera, volver al origen, porque los artistas antes también iban sacando sencillos, aquellos vinilos de 45 revoluciones, y si a algún productor le gustaba les sacaba un disco entero. En los sesenta también se funcionaba así. Pequeños productores locales les financiaban a los grupos uno o dos días de estudio para grabar un sencillo y, si gustaba, el artista recibía financiación para un disco entero. Esto es un poco lo mismo.

-¿Cómo está siendo el proceso de grabación?

-Yo produzco la canción en Córdoba y después hablo con Manuel Varo, de Delia Records, en Madird, que ha sido quien ha sacado en formato físico mis dos primeros discos en solitario. Varo tiene un estudio de grabación, un estilo que me gusta, es muy analógico también, así que allí grabé las guitarras y las voces en una sola sesión. En Córdoba recibo las pistas grabadas y lo mezclo con lo que yo grabo en casa, lo cuadro bien, añado coros y algunas otras cosas y, cuando estoy contento con el resultado, el trabajo vuelve a Madrid para que Varo lo masterice. También cuento con Mia Brava Music Lab y La Mota Comunicaciones para la promoción del disco.

-Y después, a las redes sociales y plataformas.

-Sí, pero volviendo al tema de aquellos sencillos de formato físico, con este disco quiero que cada canción tenga una ilustración, que llevará un código para descargar el disco. Pretendo vender esas ilustraciones en los conciertos y de forma on line. Para eso he contado con Borja Cámara, un artista al que le propuse hacerlas y empezamos a colaborar. Ambos vendemos, uno música y otro pintura. De alguna manera, nos promocionamos mutuamente.

-En este nuevo trabajo se aleja de los sonidos folk a los que acostumbró a su público cuando decidió caminar en solitario. ¿A qué viene ese cambio?

-Realmente, el cambio se produjo en los dos primeros discos en solitario, donde quise reproducir lo que yo hacía en directo, y lo que hago ahora se parece más a como yo siempre he grabado en casa los bocetos que hacía para el grupo. Un músico de Córdoba, Curro Martín, fue el primero que me dijo que estos temas nuevos le recordaban a mis primeros tiempos. Con este disco vuelvo a los orígenes de la música y de mí mismo.

-Y vuelve a hacernos mover los pies. ¿Cree que estamos necesitados de fiesta o es usted quien la necesita?

-Yo la necesito, desde luego, pero creo que todos tenemos ganas de bailar. En casa, tenemos muchas ganas de bailar.

-Nos canta en inglés y francés. ¿Por qué no en español?

-Porque no me sale. La educación musical que tuve al principio fue en francés, mi idioma nativo, escuché mucho a los Beatles de niño y en español solo oía copla, con lo que no me sentía muy identificado. Por otro lado, la música que me sale hacer es anglosajona, y si la hago en español no me siento cómodo.

-¿Qué balance de su época fuera de la banda?

-Muy positivo. Es una época de crecimiento, de desarrollo personal, de aprendizaje y también de adquirir seguridad. Con el grupo me sentía muy protegido y no tenía la responsabilidad de la guitarra, lo que sí tengo ahora. En esta nueva etapa, si algo sale mal ya sabemos quién es.

-¿Qué ha significado D.Donnier and his bones en su trayectoria?

-Para la mayoría de los que formamos el grupo significó aprender a ser músicos de escenario, además de la experiencia de viajar, tocar en muchos sitios…

-¿Por qué la separación después de tanto tiempo?

-Hace poco leí una entrevista a Ringo Star en la que decía que él pensaba que ningún grupo debería durar más de ocho años, y estoy de acuerdo con esa opinión. Lo que pasó con D. Donnier and his bones es que el proyecto se acabó agotando a muchos niveles. Yo, más que el resto, no quise seguir con ello porque creí que era alargarlo más de lo necesario y no merecía la pena hacerlo.

-Usted ha sido bastante activo durante la pandemia y no ha dejado de tocar. Hay que buscarse la vida.

-He actuado mucho en sitios como La Viajera, Contentura y O’Mondo. Hay que buscarse la vida. Te puedes quedar en casa, yo tengo otro trabajo que me sustenta, pero hay que darle vidilla al asunto. De esta pandemia han surgido esos pequeños conciertos para 10 o 15 personas, con reserva, con mesa asignada y respetando todas las medidas de seguridad. Y han salido bien.

-¿Cómo se siente actuando ante grupos tan reducidos? ¿Merece la pena?

-Sí, me ha encantado la experiencia porque el cien por cien del público te está escuchando. Me ha pasado muchas veces en conciertos en bares que la gente que entra no va a ese concierto, se lo encuentra, por lo que van a hacer lo que pretendían, que es tomar unas cañas y charlar con los amigos. Sin embargo, con este modelo reducido se hace una selección entre los que de verdad quieren ir y escuchar el concierto.

-Lleva toda la vida en los escenarios cordobeses. ¿Cómo ha visto la evolución de la música en directo en la ciudad?

-Muchos recordamos la actividad musical que había en Córdoba en los noventa, los locales estaban a reventar de grupos. Eso ya no existe, ya no hay tanto local donde se pueda tocar, ha habido una especie de esterilización de muchos bares, que ahora son limpios, luminosos y donde ya no se hace música. Y eso se une a los problemas de las denuncias de los vecinos, que obligaron a cerrar algunos locales. Pese a todo, creo que en Córdoba hay mucha vida musical y gente joven que está haciendo cosas muy buenas, con proyectos interesantes, como Same Fire, Viva Belgrado o Niño Bravo, entre otros.

-El sector de los espectáculos vive duros momentos. ¿Teme que sea catastrófico?

-Supongo que acabará solucionándose y volverá a resurgir todo, pero muchos se quedarán en el camino, tendrán que cambiar de profesión y quizá no vuelvan al espectáculo. El espectáculo en sí volverá, porque va con la naturaleza humana, pero no hay una estructura de apoyo a la cultura.

-¿Se ve resistiendo?

-Sí, yo nunca podría abandonar la música.