La capacidad de seducción del cartel del 19 Cordobán Flamenco hizo que el Gran Teatro presentara un lleno absoluto. Una noche marcada por el reconocimiento de tres academias de baile a la maestra Concha Calero, en la que se reconoció su mérito por toda una vida volcada en la enseñanza, marcada por el carácter de una personalidad incontestable.

Las academias de Marivi y Antonio Alcázar, Ana Rodríguez y Salud Millán asumieron muy dignamente este débito de gratitud con la promotora de tantas vocaciones, que todavía hoy esparce sus enseñanzas donde su presencia es requerida.

El Pele, sin duda, fue el tirón de la noche, aunque dejara con la miel en los labios a un público que esperaba, al menos, cuatro o cinco cantes. No fue así y se despachó con dos. El primero, una canción con aire de milonga, al parecer, salida de la inspiración del guitarrista Pedro Peña, padre de Dorantes y hermano del llorado Lebrijano. Cumplió su breve pero intenso papel con una soleá sublime, corta, de dardo envenenado que te atraviesa, y ahí acabó su esperada intervención, secundada magistralmente por la guitarra de Patrocinio Hijo, que junto a la de Luis Calderito fueron los caudales musicales de la noche, en la que brilló el saxofón de Juan Diego Sáez, incorporado para poner la nota exótica al esquema interpretativo de algunos cantes.

La inclusión al flamenco de estos instrumentos no deja de ser motivo de polémica entre defensores y detractores de estos planteamientos novedosos, aunque ya existen precedentes de grabaciones en este sentido del gran guitarrista Ramón Montoya en el pasado siglo.

Ese valor emergente que es José del Calli se va cuajando cada día con más fuerza, con su entrega plena en todo lo que acomete y, casi siempre, con el referente camaronero de su caliente expresión. La joven cantaora Mirian Montes quiso agradar en una noche tan importante para ella. Facultades no le faltan y su maduración es cosa de estudio y pasión por ensanchar su horizonte flamenco, y posicionarse dignamente en el cante femenino.

El Cordobán concedido a la Peña Flamenca el Yunque, de la Carlota, y la entrega de la insignia de oro de la Asociación a la bailaora Blanca del Rey, que agradeció emotivamente el reconocimiento a su exitosa trayectoria, y el fin de fiesta por bulerías de los responsables de las academias nos dieron ocasión de ver, después de algunos años, a Concha Calero bailar a los compases de ese ritmo, con las facultades intactas y la fuerza y espontaneidad de tiempos pasados. Un éxito el de este Cordobán, pero algo incompleto por la brevedad interpretativa de su figura estelar.