La Peña Flamenca El Rincón del Cante inauguró la temporada con un gesto indicativo que dice mucho sobre su decidida apuesta por los jóvenes flamencos. Dos de ellos expusieron el sello de sus respectivas estéticas ante un público numeroso y entregado, que con sus enfervorizados aplausos refrendó su explícito apoyo a la nueva savia flamenca que fluye rica y animosa en este Sur nuestro y que, según palabras del presidente, ocupará lugar preferente en los futuros diseños de su programación peñística.

Clara Gutiérrez, sensual, temperamental y bravía, a la vez que elegante y sutil, cumplió firmemente con su responsabilidad de emocionarnos con su siempre sensorial baile, que tuvo en las alegrías la credencial más elocuente de lo que puede dar de sí en una carrera que no ha hecho más que empezar.

Sin ningún atisbo de mixtificación ni histriónicos desplantes que inciten a estentóreas respuestas del respetable, su exposición discurrió por los cauces expresivos que hemos percibido en otras ocasiones en los que sabiamente utiliza sus grandes recursos técnicos, con la exclusiva y sagrada misión de trasmitir un mensaje inconfundiblemente flamenco, principal e inequívoco trazo de su ya marcada personalidad. En la segunda parte, y al ritmo de abandolaos, secundada por el doliente eco de esa firme realidad del cante que es el joven Bernardo Miranda, y las brillantes guitarras de Juan Marín y José Tomás, volvió a subir la temperatura flamenca avivada con un fin de fiesta por bulerías a las que se sumó un vigoroso Richard Gutiérrez y la espontaneidad incontenible y elegante de Yolanda Osuna. Antes, Bernardo Miranda demostró por qué es uno de los cantaores más solicitados del momento. Con la guitarra de Juan Marín hizo unas cantiñas, largas y enjundiosas, que acreditan una capacidad de estudio infrecuente, resaltada también en la amplia gama solearera, la caña y los fandangos; todo partiendo de sus grandes conocimientos y una entrega que ya tiene su respuesta en sus múltiples presencias en los escenarios flamencos.