Cuando tenía 30 años, es decir, cuando estaba lejos de la muerte, Carlos Fuentes tuvo la visión de su mejor personaje, Artemio Cruz, un poderoso industrial y político que agonizante ve pasar por su imaginación la historia entera de México mientras su cuerpo deja de responderle. La muerte, ayer en Ciudad de México a los 83 años, ha sido mucho más compasiva con el que ha sido considerado el escritor más influyente de su país y también el más ambicioso.

Una súbita hemorragia masiva se llevó ayer al autor de las monumentales, por extensión y por intenciones, La región más transparente y Terra Nostra . Hace poco menos de diez días el autor había visitado la Feria del Libro de Buenos Aires derrochando vitalidad y señorío y el pasado mes de septiembre pasó por Barcelona para presentar los que serán ya irremisiblemente sus dos últimos libros publicados en vida, Carolina Grau y La gran novela latinoamericana . En Barcelona, explicó qué cosas sabía ahora de la gran chingada que ignoraba cuando escribía La muerte de Artemio Cruz . "Por suerte para mí, tener 82 años y estar próximo a la muerte es algo que evita que en mi país alguien quiera raptarme. Nadie quiere llevarse a un señor que se va a morir y eso es una bendición. Pero hay algo más, tengo dos hijos muertos y eso me da una visión distinta de la muerte, perder a un chico de 25 y una muchacha de 29 ha marcado la manera en la que he afrontado el mundo. Hago muchas cosas en nombre de mis hijos muertos y eso hace que no piense en mi propia muerte".

Quizá por eso, la pelona , como también llamaba a la muerte, ha pillado a Fuentes en plena actividad. Recientemente había entregado a su editorial Alfaguara su nueva novela, Federico en su balcón , sobre la figura de Nietzsche, que aparecerá en noviembre, y tenía en mente una más, El baile del centenario , que apenas había comenzado a esbozar. En junio aparecerá el ensayo Personas , una serie de recuerdos sobre los amigos desaparecidos.

Así pues será la obra sobre el filósofo alemán la que cerrará el ciclo de novelas y cuentos perfectamente planificado con el que pretendía emular a Balzac. Si el francés trazó un retrato casi a tamaño natural de su sociedad, Fuentes, que sostiene que la literatura sirve para decir cosas a las que la historia jamás alcanzará a llegar, ha querido pasar a la posteridad como el gran escritor de ficciones que explican el siglo XX y las turbulencias de su país.

VOCACION COSMOPOLITA Las actividades diplomáticas del padre de Carlos Fuentes provocaron que el futuro escritor naciera en Panamá en 1928. Sus años escolares transcurrieron en Chile, para pasar luego a Estados Unidos y a la mayor parte de las grandes capitales suramericanas. Su inmersión mexicana llegó con la adolescencia. A los 16 años se instaló en Ciudad de México, vacunado del virus del nacionalismo que él impregnó de cosmopolitismo y de una profunda cultura clásica que será el cañamazo mítico de sus mejores creaciones literarias. Con total profesionalidad --un rasgo que lo equipara a Vargas Llosa-- se propuso ser un escritor tan grande como Faulkner o Joyce. Así que se situó en el Olimpo de las letras mexicanas y como intelectual emitió ex cátedra sus ideas políticas, que le provocaron encendidos elogios y críticas acerbas. Durante mucho tiempo, aseguraba Vargas Llosa, "el deporte nacional en México fue denostar a Carlos Fuentes". Es el precio que tienen que pagar los profetas.

El autor ya había escrito su primera novela, La región más transparente , un collage de voces sobre Ciudad de México, cuando se empieza a acuñar el término boom del que ya no se desprendería. Vargas Llosa, García Márquez y Cortázar forman los otros puntos cardinales del cuadrilátero. La muerte de Artemio Cruz consolida su prestigio en 1962.

Pese a su incesante trabajo, que le ha llevado a recibir algunos de los premios más importantes de las letras hispanas, Cervantes y Príncipe de Asturias incluido, a Fuentes se le resistió el Nobel que sí lograron sus compañeros de filas García Márquez y Vargas Llosa. "Tampoco Borges, Proust o Joyce lo lograron", decía para lamerse las heridas.