Hace dos años que una culebra le zarandea el cuerpo sin piedad y le envenena el ánimo. Pero Tico Medina, que ha hecho del reporterismo más que su medio de vida una de las pocas verdades en las que creer, sabe que en el arte de contar historias está su curación. La última salida de la factoría intelectual de Prolífico Medina, como el periodista se autonomina con guasa granadina, es un libro que presenta esta tarde en el Círculo de la Amistad, después de firmar ejemplares en el Corte Inglés. Lo ha titulado El día que mataron a Manolete , y en él da la palabra a quienes rodearon al torero hasta el final. De sus testimonios sale un sufrido Manolete "sin tacha", además del recuerdo de una época en que los españoles se desquitaban de la pobreza exprimiendo en la plaza a los toreros.

--Con 75 años cumplidos y esa efervescencia, va a tener razón Pérez Reverte cuando dice que "Tico sabe que si para, palma".

--Esa es la verdad. Si en este año en el que estoy sufriendo tanto con el herpes zóster me hubiera parado un sólo minuto me habría destruido a mí mismo. Intento superar el dolor inmenso que me produce este alienígena de la única manera que sé, que es escribiendo.

--Alguna vez me ha dicho que por la noche cuelga sus penas en el perchero y se reinventa cada mañana. ¿Qué Tico Medina es el que ha amanecido hoy?

--Un Tico Medina preocupado por mi encuentro con Córdoba, que no será fácil para mí. No por nada, porque presento la desnudez sin coraza, y todo lo que yo diga de Córdoba será no positivo, sino enamorado. Pero la verdad es que estoy como quien va a torear en una plaza importante, ya con un viejo cuerpo lleno de cicatrices.

--Con 50 años de oficio periodístico y 50.000 entrevistas hechas según su recuento, ¿se encuentra cómodo siendo usted el entrevistado?

--No, me siento como si no fuera yo. Las palabras que digo me suenan a dichas antes, me escucho como con eco. Ahora me encuentro con gente que quiere hacerse fotos conmigo, como si yo fuera las ruinas de Medina Azahara.

--Eso le pasa por ser famoso.

--A mí me gustaría pasar absolutamente desapercibido, y perderme lamiéndome mis heridas junto al mar Mediterráneo. Yo estoy ya de vuelta de todo. Hago cosas raras como raparme como un marine o dejarme barba...

--¿Es que no se gusta como es?

--No, no, nunca. No estoy a gusto conmigo ni con el personaje que he creado. Soy un tío distinto desde hace dos años, lleno de devociones extrañas y buscando los porqués, en un momento metafísico complejo. Es mentira que el dolor te haga más fuerte. Y yo, con mi mujer superviviente de un cáncer y lo mío, que es peor, me conformo con sobrevivir. No le tengo miedo a esa cosa, aunque no me gusta decir la palabra.

--Pero usted cuenta con el respeto de la gente sin haber tenido que morirse antes. Manolete necesitó que un toro se lo llevara por delante para que dejaran de meterse con él.

--No, no te olvides de esto: "Da a cada uno, Señor, la muerte que necesita", que dijo Rilke. Manolete se fue en su momento, cuando estaba cansado, roto, harto, harto, harto de todo. Los testimonios coinciden. Luis Miguel Dominguín me contó que camino de la plaza, en aquel oscuro pasillo del hotel Cervantes, con un retrete para los dos (bonito título, ¿verdad?), Manolete le dijo dos veces que estaba harto. Aquel día deseaba morirse. Hubiera dado todo lo que tenía por que no se metieran con él en la plaza, y es que fue un torero muy contestado.

--¿Qué le ha llevado a publicar un libro sobre la muerte del califa 62 años después?

--La cosa viene de antiguo. El mismo día que se cumplían 25 años entrevisté para Televisión Española a su madre. Doña Angustias me recibió en un patio azul y blanco, con una jarra de cristal donde flotaba el limón lunero cordobés, y me dijo: "Sé por José Luis de Córdoba que usted ha hablado siempre muy bien de mi hijo, por eso le voy a contar cosas del día que lo mataron". Ahí surgió el título de este libro, que el reportero que era y soy supo captar sabiendo que no se refería a nadie y se refería a muchos. También yo empujé el cuerno de Islero, porque de niños cantábamos aquello de "Manolete, si no sabes torear pa qué te metes". Y es que era un gran señor, pero ganaba 200.000 pesetas al día cuando la gente pasaba hambre.

A partir de aquel encuentro con la madre del torero, que tanto le impresionó, cuenta este hombre que todo lo guarda que fue atesorando cuanto caía en sus manos sobre Manuel Rodríguez Sánchez. De especial ayuda le resultó "la enorme entrevista" que le había hecho El Caballero Audaz . "El montillano José María Carretero habló con él de amigo a amigo en mayo de 1947, y aquello me reveló muchas verdades --recuerda Tico--. Además tuve la suerte de conocer a la mujer de su vida".

--¿Y qué impresión le causó Lupe Sino? ¿Le ayudó a entender por qué caía tan mal en el entorno del torero?

--Ella tenía la reputación de que entraba y salía en el mundo del toro, y aquello no gustaba a los leales de Manolete. Eso sigue ocurriendo hoy, ¿eh?, pero entonces mucho más. La conoce en Chicote, donde se la presenta Pastora Imperio. Y Manolete, que escuchaba mucho a los que le rodeaban, no se casó con ella por no molestar a su madre. Pero, cordobés por excelencia que fue --serio por fuera, alegre por dentro--, vivió con Lupe una luna de miel en un pequeño pueblo de Guadalajara, de donde era ella. Yo la recuerdo como una mujer quebrada ya, aunque conservaba unos ojos muy brillantes. Me dijo: "Yo no soy la viuda de Manolo como todo el mundo busca en mí, pero sí alguien que le quiso mucho". Se le notaba que llevaba sobre los hombros el cadáver del torero.

--Lo malo es que se mantiene la leyenda negra. La prueba es que aún no se ha estrenado la película de Penélope Cruz y Adrian Brody años después de ser rodada.

--Una película con un cartel extraordinario, porque sus protagonistas ganaron los Oscar; pero me han dicho que es un disparate. Los toros que salen están hechos en ordenador, y no está Córdoba por ningún lado. En fin, espero que esa leyenda negra no haga saña conmigo.

--¿Teme que su libro no guste a los puristas de Córdoba?

--No es un libro para taurómacos o toristas, a los que tengo gran respeto. Yo no soy un escritor de toros, soy un escritor de toreros.