Ha muerto José Luis Coll (Cuenca, 1931). Ese pequeño gran genio del humor, con o sin bombín, que miraba con sorna infinita y que se pasó la vida haciendo cosquillas a los españoles. La mitad del dúo Tip y Coll falleció ayer en el Hospital La Paz de Madrid donde estuvo ingresado desde el 1 de febrero. Tenía 75 años y padecía una dolencia cardiaca. El parte médico habla de "fracaso multiorgánico", término que parece extraído de uno de sus ingeniosos libros. Esta mañana será incinerado en el cementerio de La Almudena.

Con esta muerte se pierde el último eslabón de ese grupo de cómicos surrealistas que confluyeron en La Codorniz , vivero de talentos que contó con la firma de los también difuntos Chumy Chúmez, Gila y Manuel Summers, entre otros. Fue mientras trabajaba en esta revista y en Radio Nacional cuando conoció a Luis Sánchez Polack (entonces integrante del dúo Tip y Top con Joaquín Portillo). En 1969 formaron Tip y Coll, la pareja que durante 30 años, y con sus trajes de enterradores, se erigió como la más estrafalaria y dispar (él era de izquierdas y su partenaire de derechas). En los 70 se convirtieron en un auténtico fenómeno social y sus coletillas --desde "El dame la manita Pepe Luí", hasta el "¿Para qué ...Paraguayo"-- fueron adoptadas por el público. Especialmente popular se hizo la frase "La semana que viene...hablaremos del Gobierno", con la que se burlaban de los últimos coletazos de la censura.

Gran aficionado al billar (ejerció de presidente de la federación española), publicó varios libros e intervino como actor en numerosas películas. La última fue Isi & Disi, alto voltaje (2004). Una de sus últimas apariciones públicas fue en diciembre, en la gala del 50º aniversario de TVE. En mayo del 2006 celebró sus 75 años subido a la tarima del Teatro Madrid representando Tres sombreros de copa , de Mihura.

El humor de Coll emanaba de esa seriedad extrema de los grandes clásicos. Y su mejor calificación la escribió Manuel Vicent en el prólogo de La cadena (Ediciones B). Le definía como un domador de palabras. Como un filólogo maldito. Sus diccionarios no tienen desperdicio.