Queco estaba feliz. Feliz por la última noticia del día: su disco se convertía en oro. Feliz porque su nueva andadura como cantante después de doce años alejado de la primera fila ha sido un éxito mucho antes de lo que nadie pensaba. Feliz por los veinte kilos menos que mostró enfundado en un traje en el que sólo le faltó el sombrero de cowboy. Feliz porque a su cita acudieron los medios de comunicación de su tierra y sus amigos, a los que él quería ofrecer lo mejor de sí mismo antes que a nadie. Feliz al enseñar su casa , el estudio discográfico que se alza encima del antiguo Rincón del Cante y donde el fantasma de Camarón y tantos otros grandes del flamenco ha dejado un poso de talento del que ahora bebe este cordobés cuya herradura de la suerte, que en la portada de Tengo sostiene su hijo en medio del camino que lleva a su casa, ha vuelto a dar sus frutos: "No es sólo suerte lo que significa esa herradura. También la elegí porque es un objeto que cierra el círculo, pero dejando un hueco para lo que queda por hacer", dijo el cantante recordando sus veinte años de carrera musical.

ORGULLO GENERAL

Todo eran abrazos y felicitaciones, pero no sólo para Queco. Todos los que estábamos allí nos sentíamos orgullosos del disco, del videoclip y del resultado de las listas de ventas como si Tengo fuera algo propio por una noche en la que nos dimos cuenta de que la música que se hace en Córdoba y el talento de nuestros paisanos traspasa fronteras y alcanza cifras de ventas nunca imaginadas. Ver a Vicente Amigo y a Queco juntos y triunfando es toda una satisfacción en una ciudad a la que le cuesta valorar lo que tiene y, aunque siempre han estado aquí, han sido las frías listas de ventas y el triunfo más allá de Córdoba lo que hace que ahora estén en el lugar que merecen.

Pero, volviendo a la fiesta de presentación de lo que puede convertirse en otra gallina de los huevos de oro, además de la alegría allí reinó la campechanía, la amabilidad, la gratitud y la sencillez --"Pero si estoy más guapo de lo que soy", dijo el cantante al ver por primera vez el videoclip de Tengo --, haciéndonos sentir a todos como en casa, aunque en los primeros momentos los invitados nos sintiéramos casi sobrecogidos por el lugar y el éxito del personaje.

La noche acabó como deben acabar las grandes celebraciones: con champán, mucho champán. Los representantes de la compañía discográfica llegados desde Madrid disfrutaron con la gracia andaluza, a Vicente Amigo, siempre tan callado ante la prensa, se le soltó la lengua para hablar sin parar del orgullo que sentía por el éxito de su amigo Queco y éste, de un grupo de personas a otro, acabó topándose con un chino que vendía discos piratas al que le compró dos ilegales de Tengo . Imagínense la cara del chino cuando se enteró de quién era su cliente.