ENTREVISTA | Antonio Tejedor Escritor, maestro y profesor de instituto

"Yo escribí el Quijote de Avellaneda’ no es un estudio científico, sino una invitación a descubrir o releer el ‘Quijote"

Antonio Tejedor García

Antonio Tejedor García / CÓRDOBA

Antonio Tejedor García (Fuentespreadas, Zamora, 1951) ha sido maestro y profesor de instituto. Ha publicado las novelas ‘Hijos de Descartes’ (2008), ‘Lagartos de la Quebrada’ (2010) y ‘Todos los espejos, rotos’ (2017) y el libro de relatos ‘No me cuentes mi vida’ (2014). Ha cultivado la literatura juvenil, con ‘El mercancías’ y ‘Sentados en el borde de una nube’. Un libro donde conviven memoria y viaje, recuerdos de infancia y juventud, que titulaba ‘Zamora, un viaje sentimental’ (2019), y acaba de publicar un libro heterodoxo, ‘Yo escribí El Quijote de Avellaneda’ (2024).

¿Cree usted que, de alguna manera, provoca al lector afirmando que es el autor del ‘Quijote’ de Avellaneda?

Ese es el objetivo; sobre todo, no sabiendo quién está detrás de ese «yo». Un toque de intriga nunca viene mal.

Se dice que el cervantismo es un auténtico género literario, ¿tiene su propia opinión al respecto?

Si tenemos en cuenta que don Miguel manejó todos los géneros literarios, que escribió poesía, revolucionó el teatro y creó la novela moderna, escribir sobre Cervantes es hacerlo sobre toda la literatura, abarcarla por completo. En ese contexto yo sí diría que el cervantismo es un género literario.

Usted practica una literatura heterogénea si no heterodoxa, quizá, ‘Yo escribí el Quijote Avellaneda’ (2024), ¿es la consecuencia de esa visión múltiple de concebir la literatura?

Todos recibimos un cúmulo enorme de influencias, cada cual las cocina a su modo y, por tanto, el resultado no puede ser más personal. Luego, a la hora de plasmarlo en el papel, unas veces sigue los cauces más habituales y otras se acercan a posturas más heterodoxas, más discrepantes. Es en este campo donde me encuentro más cómodo.

¿Un libro como ‘El Quijote’ obliga, en cierto sentido, a un escritor a plantearse un duro proceso de escritura?

Y de lectura. De muchas lecturas. Pero tenga en cuenta que ‘Yo escribí el Quijote de Avellaneda’ no es, ni pretende ser, un estudio científico, sino una invitación a descubrir o releer el ‘Quijote’.

Usted ha partido de una realidad social desde sus comienzos, ¿cree que en un libro como ‘El Quijote’ está el origen de esa realidad que se extendería hasta la novela actual?

Reflejar la sociedad en una obra de ficción no fue idea original de Cervantes, que la novela picaresca ya había fotografiado una parte de ella. Lo que sí hace en ‘El Quijote’ es dibujarla al completo, con representación de todas las capas sociales. Fue el primero y la literatura de tipo social posterior a él bebe de estas fuentes.

¿Una novela como el texto de Cervantes ofrece mucho más que la visión social de una época como la que vivió su autor?

Por supuesto. Más allá de la pintura con la que plasmó la realidad de su tiempo, ‘El Quijote’ es una referencia estética de primer orden, una composición armónica llena de humor y de filosofía y donde nos enseña a utilizar la parodia y la ironía sin caer en el insulto, la grosería o la acritud. Toda una lección para el mundo actual.

¿El Quijote está más cerca de un relato costumbrista o quizá de un proyecto más experimental?

El Quijote es la primera novela moderna; por tanto, todo un experimento. Otra cosa es que Cervantes la escribiera con esa intención. Lo del relato costumbrista, en absoluto: retrata la vida de las gentes, pero la crítica es constante en toda la obra, tanto a la nobleza como a los jueces, la iglesia y hasta el poder real.

¿Su libro ofrece sus sensaciones y sus reflexiones que, una vez, transcurrido el tiempo necesario, enriquece su experiencia literaria y permite encajar todo en su contexto?

Sí, claro, las repetidas lecturas del ‘Quijote’ y tantas otras obras críticas sobre él, colman mi mundo literario. Es casi una sensación de punto final, como si ya todo estuviera hecho y no fuera necesario leer y escribir más. Hace años lo decía otro de mis escritores preferidos, Rafael Chirbes: «Después del Quijote, ¿quién se atreve a escribir?».

¿Escribir una carta extensa a Cervantes es un acto de justicia poética, o un atrevimiento de lector devoto?

Un atrevimiento, claro. Se trata de su biografía; pero, también, de una pregunta tras otra, de porqués, de las razones que le llevaron a los acontecimientos que vivió: el abandono de los estudios por las armas, la obsesión por la fama, su vida en Argel, los 20 años que transcurrieron entre ‘La Galatea’ y ‘El Quijote’, su testamento literario... Cervantes es un sembrado de dudas y falta la biografía que las aclare.

¿El territorio o ese hilo que une a Zamora con Zaragoza se convierte, de alguna manera, en ese espacio cervantino propio que usted desarrolla en su escritura?

‘El Quijote’ es tan grande en sí mismo que los territorios importan muy poco. Pero el hecho de haber nacido en Zamora y vivir en Zaragoza, con las referencias que hace a una tierra y la ubicación de tantos capítulos en otra, permite añadir un plus a la hora de escribir.

¿Está de acuerdo con algunos cervantistas que asumen que un libro como ‘Don Quijote’ es el resultado de un gran y profundo sueño?

Más bien creo que es el producto de la genialidad. Solo una mente tan privilegiada como la de Cervantes pudo parir un libro con una estructura tan compleja, unos personajes que han devenido en símbolos universales y una forma de escribir que se adelantó decenas de años a su tiempo. ¿Alguien ha superado sus diálogos?

Si consideramos que este libro suyo no analiza, en ninguna medida, ‘El Quijote’, ¿qué le ofrece al lector para que abra sus páginas, o quizá que haya suplantado a Avellaneda?

Una lectora de mi libro se sorprendía de que, en vez de recomendar su lectura, recomendara la del ‘Quijote’. Pues tal he hecho, no me duelen prendas. Mi libro ‘Yo escribí el quijote de Avellaneda’ quiere ser un aperitivo para la lectura del otro ‘Quijote’, del bueno. Y lo he hecho echando mano de la pedagogía, fiel compañera de mis años de maestro. De todas formas, también hay algunas pinceladas de análisis.

Perdone la expresión, ¿sin llegar a ser un vademécum persiste en el fondo de su libro la idea aportar nuevas visiones sobre ciertos aspectos quijotescos?

Siempre he visto el Quijote como un libro vivo, un libro que evoluciona con los lectores y que, por tanto, no se agota en las profundas reflexiones y estudios críticos de los cervantistas. Cada lector del Quijote hace su propia lectura, su propia interpretación.

Alguien que haya leído esta entrevista y nunca se hubiera acercado a las aventuras de Don Quijote y Sancho, ¿qué le diría?

Se han publicado unos 550 millones de ejemplares del ‘Quijote’: ¿tanta gente puede estar equivocada? Ábranlo sin prisa, lean capítulo a capítulo, a ratos, rumiando cada frase. Y piensen que por debajo del humor y las locuras de don Quijote mana la inmensa humanidad de Cervantes, toda una filosofía de vida; una vida de ideales, de respeto, de libertad y, sobre todo, de amistad. Veo el Quijote como un maravilloso canto a la amistad.

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