POESÍA

De fuegos y jazmines

El poeta valenciano José Iniesta reúne su lírica amorosa de 1985 y 2022

José Iniesta.

José Iniesta. / CÓRDOBA

José Iniesta (Valencia, 1962) es un poeta de sólida trayectoria y voz prístina y personalísima, que ya cuenta en su haber con una decena de títulos de indudable hondura, muchos de ellos reconocidos con importantes premios, como el Vicente Gaos, el Ciudad de Badajoz o el de la Crítica Valenciana 2022. Hace unos meses ha publicado en Olé Libros ‘De fuegos y jazmines’, una inestimable antología poética en la que recoge su poesía amorosa completa 1985-2022, que a mí me parece una magnífica manera de iniciarse en el conocimiento de su obra, puesto que en dicha antología se nos ofrecen muestras muy relevantes de todos sus poemarios, con el añadido de trece composiciones inéditas, y porque el tema del amor es, sin lugar a dudas, uno de los ejes centrales de su poética. El conjunto de los textos viene precedido de un prólogo del autor, de intenso lirismo, en el que desgrana su particular entendimiento del misterio amoroso, y en el que confiesa que la poesía es «un acto de amor» o que el amor es «la verdadera razón» de toda su escritura.

José Iniesta es un poeta del sentir y de la luz, es un poeta contemplativo, que se recrea en la celebración del mundo, desde el entorno íntimo de su casa de Oliva, convertida en templo cotidiano de la familia y en observatorio de tantos prodigios. Tocado por el temblor místico de san Juan de la Cruz, cuyas huellas no esconde, toda su poesía «tiene su fundamento en el amor a la vida». Pero aquí ese amor se extiende más en concreto al objeto amoroso, a la amada, a su compañera, a través de la cual sabe descubrir y revelarnos la belleza del mundo, y acercarnos al sentimiento sacro de una plenitud que tiembla en los versos con sencillez y autenticidad sobrecogedoras.

A lo largo de esta selección podemos observar los diversos registros de su voz: desde el poema en prosa o los versos de ritmo preferentemente endecasilábico, a los modos esencializadores del haiku, o incluso las composiciones donde se hibridan verso y prosa poética. Y también descubrir y frecuentar su universo propio, sus escenografías en las que la presencia viva de la naturaleza irrumpe una y otra vez incardinada a sus iluminaciones. De lo cercano a lo lejano; de la casa, el jardín, la parra o el granado, a las playas, los océanos, los desiertos, o las selvas, con valor alegórico; y hasta se nos permite asomarnos a la misteriosa cueva iniciática, «la cueva que enlazan los leones», platónica o real, en donde esplende el ser que se ama: «No dejarás de ser en la costumbre/la muchacha desnuda en una cueva».

La vida cotidiana y los entornos domésticos se trascienden; los pequeños gestos se convierten en milagros. La percepción del paso del tiempo, la memoria, los recuerdos, y aún los instantes en los que el poema se está gestando, a partir de la mirada al paisaje, la conciencia de la proximidad de la amada, la luz sobre las ramas de un árbol o la certeza simple y gozosa de sentirse vivo, se convierten en ejercicios de afirmación amorosa, en los que el yo del poeta manifiesta insistentemente el poder transfigurador que el amor es capaz de operar en él. Hay exaltación y éxtasis, tanto en el abrazo, en la cercanía, como en la meditación que la experiencia vivida deja. Son esas certidumbres sucesivas las que le sirven para apostrofar al ser querido, y también los desvelos o las penumbras. Los raptos meditativos se convierten en argumento para proclamar hasta qué punto a través del tú, del objeto amoroso, se comprende mejor no sólo la esencia auténtica del yo que escribe, sino también lo circundante, lo real que se nos desvela como regalo inefable.

Paradojas y antítesis, viajes y regresos conducen al numen misterioso de los afectos, en una suerte de fusión de los amantes que persigue la altura, el vuelo, la transmutación de la carne en espíritu, en alma «en busca siempre siempre de la luz». El lector asiste a esa sublimación, que también nos ofrece sus momentos de cavilación metapoética, porque en la trastienda del sentir, late muy de veras la obsesión por la escritura, el compromiso por acertar en el canto, por hallar las palabras capaces de transmitir la claridad, el fulgor, la confidencia emocionada de una pasión que redime: «Ya me alcanza tu amor,/y en su precipitarse, el de la vida,/nada cambia contigo,/estoy creciendo/hacia la luz por ti de las palabras».

Son frecuentes los comentarios ponderativos, los sintagmas cuantificadores o interrogativos: «En el refugio arde, con qué luz,/una lumbre que canta para ellos,/y afuera clama el frío de la noche»... Y esto es así porque el poeta no puede dejar de asombrarse ante la grandeza de cuanto le turba. El júbilo de amar espanta las sombras, deroga la tiranía del tiempo, nos acerca a lo infinito, a lo permanente. Una extraña euforia queda en el lector tras el recorrido por los vibrantes momentos de este amor, acrisolado en la verdad y en la belleza. En ‘De fuegos y jazmines’ alienta una voz que deslumbra, que convence y conmueve. No hay que perder su rastro.

‘De fuegos y jazmines. Poesía amorosa completa’

Autor: José Iniesta.

Editorial: Olé Libros, Valencia, 2023.

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