SINGULARIDADES Y NO

Cien años de Ory

Un amplio programa de actos recuerda su trayectoria

Carlos Edmundo Orly | Paco Torrente

Carlos Edmundo Orly | Paco Torrente

En este año de 2023 se cumple el centenario del nacimiento de Carlos Edmundo de Ory, nacido en Cádiz en 1923 y fallecido en Francia en 2010, donde estuvo exiliado desde los años 50, el poeta fundador del postismo y referente de la vanguardia del siglo XX y XXI. Por tal motivo se han celebrado, desde el pasado mes de octubre y noviembre, las duodécimas jornadas de la fundación que lleva su nombre, que hoy preside su compañera de vida y viuda, la pintora Laura Lachéroy, que, junto con el Servicio de Extensión Universitaria del Vicerrectorado de Cultura de la Universidad de Cádiz, han estado dedicadas a su escritura poética. También en Madrid, con la presentación del libro ‘Los reinos de allí (poesía reunida)’, Galaxia Gutenberg, 2023, en la Librería Rafael Alberti.

Conocí a Ory en el II Encuentro de Poetas Andaluces celebrado en Granada en 1983, patrocinado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. En aquella ocasión las estrellas que acaparaban la atención, la políticamente correcta, eran Alberti y los poetas de Cántico. Le recuerdo leyendo sus magníficos sonetos en la céntrica plaza de Bib-Rambla, mientras algunos de mis coetáneos hablaban de él como «el poeta loco», y sí, pero en otro sentido, loco por la vida, lleno de ilusión y viveza, era el «poeta niño», también el raro, aún llevaba encima esa leyenda de heterodoxia y malditismo en torno a su figura. Pero allí estaba, en aquel recital conjunto de cierre, con Alberti, Gala, Montesinos, García Baena, Núñez, Aumente, Bernier y Quiñones, con su silencio y sabedor de otros universos. Su aportación poética es fundamental en el panorama de la poesía española en el tiempo.

Sus emblemáticos aerolitos y espléndidos sonetos, la celebración de la vida y la dejación de lo que él entendía como la literatura. En el poema «Estoy callado» nos dice: «Vago en la oscuridad / Borracho de ocio y de crepúsculos / Boca muda mi viejo tañido / Espero oír la voz que no me llama». En su poesía resuena el timbre de lo fugaz, escritura rápida, a quemarropa, sin literatura.

Su ‘Diario’, publicado en 2004, al cuidado y prólogo del poeta Jesús Fernández Palacios, discurre paralelo a su poesía. El propio Ory nos dice lo siguiente: «Este Diario me tortura. Cada instante del día, sobre cada circunstancia de mi propia vida, pienso en qué forma voy a expresarme aquí cuando llegue la noche», o «sé que la verdad anímica no se puede decir por escrito. La verdad anímica es un acto y el escribir es otro acto».

En la Alameda de Cádiz, la estatua, su figura hecha bronce, frente a la casa que lo vio nacer, fuera del pedestal, parece que camina hacia el mar. Un espíritu libre, como un niño recién escapado del colegio, hacia el azul Atlántico. Parece que nos dice: «No te quedes quieto mirándome / como si quisieras decirme / que hay demasiadas cosas mudas / debajo de lo que se dice». Cien años, la poesía de Ory.

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