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Fernando Valverde.CÓRDOBA

POESÍA

Demonios liberados

El granadino Fernando Valverde publica ‘Desgracia’ en Visor

Sin duda que en los últimos tiempos, la pérdida de seres queridos y la pandemia han creado un modelo de ser humano muy propenso a la incertidumbre, cuyo modelo estético encarna Fernando Valverde, y a la adversidad, la desdicha o el infortunio. En nuestra ‘Historia de la literatura durante la democracia 1981-2020’ decíamos que la poética de Valverde «no es de ensimismamiento en el yo sino de unión del yo y el otro, con la singladura de lo elegíaco como horma que ilumina la intimidad, acaso ‘la épica del dolor’ desde una intimidad profunda que aspira a contarnos el modo de ser y estar en el mundo». En su último libro, ‘Desgracia’, también anhela una catarsis o purificación de su propia harmatia, la utopía de la manumisión, un componente moral y ético que atiende al psicodrama del yo poético en su relación con el otro. Los demonios familiares, las cuitas, las sospechas, los menoscabos más profundos se concitan con la singularidad de las heridas, el alumbramiento de la tristeza o el dolor tanto propio como ajeno, en un tono elegíaco y dolorido que deslumbra por su poder de seducción simbólica, siempre sincera, a fuerza de fiera. Dibujar el corazón en la desdicha, la angustia y la cólera... pueden ser el refugio para que la alquimia de la desolación ocupe el espacio escénico y nuestro teatro personal.

Lo personal, íntimo y directo sigue el esquema del que siempre se ha dotado Valverde para su lírica, esa «combustión de mis huesos» a la que se refería el poeta mexicano López Valverde, que invariablemente ha considerado la claridad del código expresivo como índice evidente de su irradiación de propuestas ante el mundo, en esa semiótica de la emoción a la que se refería Allen Joseph y Luis David Palacios.

Lo estructura en cuatro apartados: «La vida quema», con nueve poemas; «Poemas para la tumba de Elizabeth Siddal», con seis; «Caín», como trece poemas y una enumeración simbólica en el alfabeto griego; y, finalmente, el homónimo que da título al libro, «Desgracia», con nueve poemas.

En la primera parte, la simbólica muerte de Ofelia, la enamorada del príncipe Hamlet, puede servir de homenaje a la mujer en su desgracia pues «nadie acude a su encuentro salvo el agua». En el magnífico poema inicial «La vida quema», hace ese recorrido vital por el tiempo y la pérdida, ese ser para el olvido o para la sombra de su recuerdo, ese ser que anda «errante y vagabundo por la pena» y observa cómo la vida se rompe y solo hay «palabras tristes/ para alcanzar tus ojos y salvarme». Esa tutela, esa liberación que con frecuencia concita el poemario. Salvarse en el encuentro con ella, con esa mujer, unas veces madre, otras veces ausencia que se reclama mientras se cruza la incertidumbre y el miedo aparece. El dolor por esa mujer que muere, por la vida malgastada o cercenada se hace eco de la Beatriz dantesca en una revisión neocultural del mito ante ese Dante asomado al río; y siempre la hermosura de la tristeza como reclamo y el beso del llanto, el «lapidado amor que está llorando». La poeta Elisabeth Siddal, esposa del pintor Dante Gabriel Rossetti, y suicida con una sobredosis de láudano le permiten a Valverde abarcar el silencio de la noche y ese río que nombra el llanto, pero también la temática de la culpa perfectamente recogida en el poema «La poesía muerta», donde desde ese país de ceniza inicial, que es España, el poeta se confiesa e invoca a esa madre ausente en el doble sentido, «un domingo cualquiera con su misa/ y sus mendigos ciegos.// Traigo todo lo poco que he podido/ salvar de mi avaricia». Y la madre, «la pena de mi madre» y la culpa, «la poesía muerta por mi culpa». Un mismo poema repetido de consuno.

Pero es sin duda el tercer apartado, «Caín», donde llegan los poemas declarativos de mayor tormento, enarbolando acaso la culpa ajena y el canto de la muerte tras el arrepentimiento de vivir, convirtiendo al hermano en custodio de esa desgracia: «Caín, dame tu mano,/teñida está de rojo» o «la traición de un hermano», después de advertir de la desgracia familiar, el cáncer de huesos, el bisabuelo alcohólico, el tío paranoico y la desgracia de su madre muerta joven.

El último apartado le permite abordar ese ámbito familiar desde lo más íntimo, la muerte, el dolor, la mujer que crece en su abandono o el hermano «sujetando una navaja». Una acumulación de sensaciones que advierten de la semiótica de la emoción en el abatimiento, en la descripción de la casa vacía y la ceguera de la pena, «a los pies de una cuesta tan alta como el miedo,/ rendida en le remoto origen de la culpa»; mientras todo avanza hacia la incertidumbre por el camino de las lágrimas, del que solo lo salva la rememoración sublime en el último poema de la madre: «Una niña camina sobre la oscuridad», con toda la simbología del camino y el encuentro con su amada madre, tan presente en su obra y que «todavía no sabe quién soy yo/ pero ya puedo ver mi desgracia en sus ojos».

Un poemario de gran valor personal que permite la emancipación del yo poético y el descargo de conciencia.

‘Desgracia’

Autor: Fernando Valverde.

Editorial: Visor. Madrid, 2023.

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