EL ZAGUÁN

Ángeles Mora

Ángeles Mora.

Ángeles Mora. / CÓRDOBA

Alejandro López Andrada

De niño siempre soñé con bicicletas, «tenía un beso guardado en la palma de mi mano,.../ Una casa, una higuera allá en el infinito/ hoy son huecos desiertos que están llenos de mí». Leer la poesía esencial de Ángeles Mora es como reencontrarme con el límpido rincón de un paisaje en el que me reconozco y me hallo «al final, recogiendo/ el aire azul». Todo lo que ella escribe sintoniza con la línea de árboles que en mi dolor susurran cuando busco cobijo y amparo entre las sombras que el miedo proyecta. En un cálido poema de Ángeles Mora, como un sueño de plata, «Federico amanece./ Contempla la mañana…/ En el armario cuelga/ el traje blanco». La luz resucita en los versos zigzagueantes de esta sabia poeta dulce e intemporal.

Siempre amé y admiré todo lo que escribe Ángeles, la poeta más grande entre las voces femeninas. Rabia, ternura, amor, melancolía, rebeldía y esperanza son hebras consistentes en el telar añil de su escritura. Dibuja emociones en versos reflexivos. Ángeles Mora soñó con bicicletas, como yo también hice cuando era muy pequeño. Y ahora busco cobijo dentro de sus versos agridulces y hermosos como veloces ánades que proyectan sus alas sobre mi corazón.

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