Imaginemos un día cualquiera que fuese ajeno a grandes acontecimientos. Un día que no tuviera como motor ningún hecho extraordinario, ninguna pérdida personal o cambio trascendente. Comenzaría una mañana, como tantas otras del calendario, con un desayuno tan feliz que parecería el final de un cuento perfecto. Una felicidad gaseosa, apenas asentada sobre el terreno, pero felicidad al fin y al cabo. No habría conflicto alguno que alterara al protagonista de la posible historia. ¿Qué podríamos contar con estas premisas? Es precisamente lo que ha resuelto Juan Pablo Villalobos en ‘Peluquería y letras’, al mostrar la vida de un escritor cuyo «conflicto genuino» es el de empeñarse en escribir cuando no hay razones para hacerlo. Para ello, Villalobos recurre a su propio nombre y a sus circunstancias familiares, llevando este mecanismo a una especia de parodia de la autoficción con momentos realmente divertidos. Sigue el camino de otras obras suyas, aplaudidas en ese mismo sentido, como ‘Fiesta en la madriguera’ (2010), ‘Si viviéramos en un lugar normal’ (2012), ‘Te vendo un perro’ (2015) o ‘No voy a pedirle a nadie que me crea’ (Premio Herralde de Novela 2016), todas ellas publicadas en la editorial Anagrama.

En este libro, Juan Pablo (mexicano residente en Barcelona) está casado con una brasileña (matrimonio de inconveniencia, según ella) con la que tiene un hijo adolescente y una niña. Ninguno lo autoriza a usar sus nombres, por lo que ha de referirse a ellos como la brasileira, el adolescente y la niña. Es con el joven con el que tiene la conversación que comienza a explicar el porqué de estas páginas; en ella, este le pregunta por qué va escribir sobre la familia, a lo que Juan Pablo contesta que siempre ha escrito sobre ellos, y añade: «Voy a escribir de nosotros porque en el fondo no voy a estar hablando de nosotros, sino de algo más, de algo que está más allá de nosotros. En la literatura siempre es así, escribes de una cosa aunque en realidad estás hablando de otra». Y no parece muy cómodo en esa escena, como si tuviera presentes estas palabras de Flannery O’Connor: «Pedirle a un escritor que hable de su escritura es como pedirle a un pez que dé una conferencia sobre natación». Suele ser más confortable recurrir al pensamiento, a lo privado, donde pueden aparecer reflexiones tan desnudas como esta: «Quizá en el fondo el único amor genuino por la literatura fuera el que mantenía el deseo de escribir sin consumarlo, quizá la verdadera prueba de amor por la literatura fuera negarse a escribir, elegir permanecer enamorado de la literatura antes que convertirse en escritor».

En la película ‘El mismo amor, la misma lluvia’, Jorge Pellegrini (Ricardo Darín) decía que las charlas sin importancia en lugares sin importancia fueron a veces los momentos más importantes de su vida. Antes de decidir si es ese el caso, sí parece que la intención de Juan Pablo Villalobos en este libro es la de ofrecer, de inicio, una «aventura» de un personaje al que no le ocurren hechos llamativos como para merecer la importancia de una narración, sino una serie de circunstancias banales y anodinas que al ser contadas (ahondando hasta donde haga falta) podrían acabar por mostrar una profundidad reseñable. Y hay dos asuntos que resaltan sobre el resto de hechos en el día autos literarios de Juan Pablo: un corte de pelo y el encuentro con un aspirante a escritor. ¿Está ahí la literatura que le explicaba Juan Pablo a su hijo? Nuestro protagonista es un escritor de los que no abandona, de los que tienen fe y amor por su oficio. Escribir es lo único que ha permanecido inalterable en su vida. Así, esos dos asuntos mencionados dan pie para que las líneas se sucedan logrando situaciones hilarantes (llegados a este punto, lo adecuado es no mencionar nada sobre ellos y que cada uno los descubra solo). Mientras tanto, asistimos a las rutinas del amor diario, la salud, la situación profesional y, por supuesto, la familia.

Somos testigos durante la novela de esa segunda historia (o historias) que están siempre detrás de lo que se escribe, aunque aquí sea lo que se muestra directamente. Se vive y se escribe al mismo tiempo, sin aislarse por completo. De esta manera, los detalles cotidianos son materia narrativa en este juego de autoficción. No hay desde el inicio ninguna concesión a la solemnidad, y sí a la búsqueda de una felicidad a pie de calle. Casi utópica, podríamos decir, añadiéndose a la lista de narraciones que empiezan a alejarse de los discursos oscuros y distópicos.

En ‘Peluquería y letras’ todo transcurre en un mismo día. Y es justo al llegar al final de esa jornada cuando el inicio de ‘Anna Karenina’, con todas esas familias felices parecidas, queda en entredicho. Restaría por averiguar si es exactamente así en todos los sucesos, porque la frase que sirve de advertencia antes del comienzo de la novela es la siguiente: «Nada en este libro es cierto, salvo lo que sí».

‘Peluquería y letras’.

Autor: Juan Pablo Villalobos.

Editorial: Anagrama . Barcelona, 2022.