¿Quién es ese tercero que va siempre a tu lado?, escribía Eliot en La tierra baldía.

La traducción que ha realizado Sanz Irles del libro de Eliot y publicada por Olé Libros es magistral, sublime. Es otra lectura de este libro de Eliot, una lectura repleta de intensidad, de musicalidad (como indica Hernández Busto). Hemos disfrutado mucho de este libro.

Pero ese verso inicial de esta columna me ha hecho reflexionar. Como decía Cioran debemos actuar como si nunca hubiera existido nada. Algo similar le ha ocurrido con su traducción a Sanz Irles. Ha dejado de lado todas las traducciones anteriores para crear una mucho más original y auténtica.

Aunque hay escritores que escriben llevando a alguien a su lado, aquellos que no dan un paso sin divagar y, maquinando en su cerebro de cristal, viendo las posibilidades de su nueva creación antes de haberla escrito.

El mundo literario apesta, pero además de atufar, contagia. Es aquello de escribir para triunfar. Y somos y seguiremos siendo esclavos (esto es de Cioran también). Les pongo un ejemplo visible en todas las circunstancias actuales.

Cuando los miembros de un jurado, que han concedido un premio (o dos) se promulgan afectuosamente en artículos o reseñas críticas sobre el libro galardonado por ellos mismos, mala cosa. Eso hace que uno no tenga ningún interés en leer ese libro en cuestión. El miembro de un jurado que ha otorgado un premio no tiene que escribir sobre el libro galardonado, más allá de esas palabras sin sentido que siempre manifiestan el día de la concesión o el día del fallo.

Como lo indefendible, rebatible y discutible posee poco peso (o ninguno), los miembros de un jurado deben permanecer orgullosos y en silencio tras la concesión del premio en cuestión. Calladitos están más guapos. Claro que si prosiguen en alabanzas públicas es que su fallo ha sido impugnable o, mejor dicho, mediante un oscuro proceso donde ha primado el tongo.

España es un país de tongos, de justificaciones. ¿Quién es ese tercero que va siempre a tu lado?