Carmen Canet nace en Almería y vive en Granada. Es doctora en Filología Hispánica, crítica literaria y ensayista. Su obra aforística la integran Malabarismos (2016), Luciérnagas (2018), La brisa y la lava (2019), Olas (2020), Legere, eligere (2021), Monodosis (2022) y Cipselas (2022). Además, Cóncavo y convexo (2019), con Javier Bozalongo, e Interruptores (2022), con Ricardo Virtanen. Incluida en diversas antologías de poesía y aforismos. Ha editado la obra de Luis García Montero (2017), de Dionisia García (2019) y de Ramón Eder (2022).

El horizonte habitual de las palabras, ¿se ensancha en sus libros de aforismos?

Puede parecer paradójico pero es así. Sabemos que un ingrediente del aforismo es la concisión y la sugerencia, se trata de que la frase sea lo más breve, de decir lo menos posible pero con la intención de decir más. Así lo manifiesto, «el aforismo es un camino estrecho que nuestra mente ensancha».

Se lo pregunto porque ha hecho usted del género el sentido final y exclusivo de su creación literaria, ¿es así?

Desde joven he sido una lectora incansable de los grandes maestros, aparte claro de otras lecturas, lo que me ha llevado al estudio de este tipo de escritos y, también de forma natural, a la tarea de escribirlos. Comencé en los 80 a colaborar en revistas literarias. La crítica literaria, el ensayo junto con publicaciones didácticas por mi condición de docente ha sido mi quehacer literario. Escribo poesía y estoy incluida en diversas antologías, quiero reunir y tengo en preparación para un futuro un libro. Sí, el aforismo como creación, su estudio y la edición es ahora mismo a lo que más tiempo le dedico.

El aforismo es esa lluvia fina que cala en nuestra sensibilidad y en nuestro pensamiento.

Esta es la intención de los aforismos, que calen sutilmente y que por un momento den que pensar, nos remuevan un poco, nos lleven a reflexionar en cosas que habíamos olvidado pero que estaban ahí.

Sus nuevas entregas, una compartida, Interruptores (2022), con Ricardo Virtanen, y dos originales, Monodosis (2022) y Cipselas (2022), ¿son su firme apuesta de primavera?

Son mis nuevas criaturas que debido a la pandemia se han juntado, estas aglomeraciones no me gustan porque a los libros se les deben dar sus espacios y de esta manera se solapan. Las circunstancias que hemos padecido son las que son. Van a convivir bien porque les voy a dedicar a cada uno su tiempo. Interruptores, escrito junto a Ricardo Virtanen, es un libro que llevábamos escribiendo hacía dos años, reflexiona sobre un tema recurrente de la literatura, las luces y las sombras en nuestra vida. Escrito a finales del 21, Sonámbulos Ediciones nos acogió felizmente. Monodosis, por motivos obvios, ha estado retenido un año y medio y Trea Ediciones ha querido que vea la luz ahora; es un libro temático, centrado en frases que contienen las dosis necesarias para vivir mejor, casi un ingrediente terapéutico. Y Cipselas es el libro previsto para este 2022, son más de cuatrocientos aforismos que recorren todos los temas con los que nos tropezamos en nuestra existencia y que la editorial Polibea ha publicado.

¿El aforismo equivale, de alguna manera, a un diálogo?

El aforismo actual, a diferencia del clásico, es una frase abierta, tiene un componente fundamental, su carácter dialógico, conversacional, confesional.

Lo cotidiano, lo diario, las pequeñas cosas, ¿forman parte del concepto aforístico y es su intención última?

El aforismo contemporáneo es un diario del pensamiento que trata de acercarse a los hechos cotidianos que nos suceden, y a veces se nos olvidan. Tratan a través de lo cercano de comprender mejor este mundo, repleto de prisas.

¿Un libro como Monodosis nace de la observación de la realidad?

Así es, los aforismos que contiene este libro nacen de lo que vivimos diariamente, surgen en la calle, hablando con los amigos, viendo una peli o serie, leyendo, cocinando, incluso en un bar. Son retazos de vida.

¿Muestra esa señal en el tiempo con un propósito claro, como afirma en el prólogo, «ofrecer al lector líneas de palabras que sienten y consienten»?

Trato de que estas brevedades tengan el ritmo que exige este tiempo que vivimos, en donde se entremezclan frases felices y verdades incómodas, procuro que lleven una carga amable y con un centro de verdad. Por eso son señales en el tiempo.

¿Quiere que sus textos sean ese manifiesto de un yo bienhumorado y reflexivo?

Sí, es esencial que un aforismo dé que pensar, y es un ingrediente básico el humor, la ironía, incluso el sarcasmo, procurando que pese a remover o incomodar saque una sonrisa en el lector, que produzcan cierta felicidad y nos alejen del mundanal ruido. La complicidad es importante.

¿Estas Monodosis confirman esa idea dinámica de cultivo que requiere el aforismo, e incluso de propia experimentación?

Claro, en estas líneas se puede experimentar, pero es necesario tener experiencia. Aquí se reúnen apuntes de lo diario, recuerdos, las noticias del día a día, aparecen las cosas que nos gustan y nos disgustan. A veces, reflejan esas decepciones y corrupciones que se dan en todos los ámbitos de la vida.

El lector percibe en alguno de los apartados de Monodosis un profundo sentimiento feminista, un homenaje a autores admirados, y el consabido juego de palabras, ¿caracterizan esas tres visiones su inequívoca visión de la vida?

En el libro hay una parte de aforismos de reivindicación feminista porque no se nos puede olvidar que se han dado grandes pasos, pero que juntos, estos progresos deben continuar, quedan aún lacras y mucho camino por andar. También, en otro apartado hago homenajes, son mi agradecimiento a los autores que me han enseñado y acompañado en mi formación lectora y que nos han dado tanto. El uso de la paradoja, entre otros recursos estilísticos y el juego con el lenguaje con su función metaliteraria, metalingüística es una constante en mis libros.

Esta entrega, Cipselas (2022), ¿supone, siempre, la mayor apuesta para un autor? ¿es ese su caso?

Ahora mismo solo es mi último libro y he apostado por una innovación en el contenido y en la forma en los más de cuatrocientos aforismos que contiene. He dividido este volumen en secciones que rompen con la estructura tradicional de los libros de aforismos, en estas se van sorteando los temas recurrentes de la literatura, esto es, de la vida.

Tres partes, una a modo de diario del pensamiento, una segunda, poemas de un solo verso, y un auténtico diccionario, ¿pretende que el lector vuele como esos molinicos de nuestra vida?

Así es, la primera es un diario del pensamiento, titulado «Cipselas», nombre científico de esta semilla, también llamada «Vilanos», como he titulado la segunda parte, donde trato de comprimir frases que contienen desde una sola palabra hasta un máximo de ocho. La tercera, «Bulanicos», a modo de diccionario hilarante. Nos recuerdan esos «molinicos» que de pequeños atrapábamos por el aire, pedíamos un deseo y los soltábamos.

Para un buen aforismo, ¿qué es más necesario, precisión o intuición?

En un aforismo la precisión es obligada y revelar lo mínimo posible, podíamos decir que es tarea obligada del autor utilizar la concisión y que el lector intuya y haga la lectura que quiera. Es una especie de rima consonante y perfecta que se da entre la precisión y la intuición.

¿Debemos pensar en el aforismo como esa «lucidez de un ejercicio medido»?

El aforismo pretende hacer compañía al lector, ser hospitalario, y darles toda la libertad de pensamiento, pues estos al contrario que las máximas y aforismos clásicos están abiertos, exentos de didactismo, sin pretender aleccionar a nadie, usando un lenguaje cercano y sencillo, huyendo de la grandilocuencia. El aforismo es un ejercicio medido y desmedido.