Quién le iba a decir a Gregory Peck cuando le propusieron interpretar el papel de Atticus Finch, el personaje de la novela de 1960 Matar a un ruiseñor, de la escritora estadounidense Harper Lee, que con el tiempo dicha obra sería considerada una de las quince más influyentes de la literatura del siglo XX. Con el permiso, por supuesto, de Ulises, de James Joyce, otra de las candidatas al trono, siempre en la terna, y de la que actualmente se cumple el centenario de la primera edición que viera la luz gracias al empeño de Sylvia Beach, propietaria de una librería en lengua inglesa, Shakespeare & Co. Hoy, tenemos en las mesas de novedades varias ediciones de Ulises recordando dicha efeméride. Desde la clásica de José Salas Subirat, hasta la última y reciente versión de María José Venegas Lagüens y Francisco García Tortosa, sin olvidarnos de la ya mítica traducción de José María Valverde, recuperada y revisada para la ocasión. Y es que estamos ante un acontecimiento literario de primer orden, que acostumbraría en cualquier otro momento a enfrentarnos a nuestros propios fantasmas y acometer esa vieja lectura tantas veces retrasada. Pero, aunque las intenciones sean encomiables, el esfuerzo de leer o releer el Ulises es de tal calibre que se me antoja casi una epopeya a la altura de la historia que se nos narra.

Sin embargo, el 16 de junio se acerca, y si la pandemia lo permite, qué mejor ocasión que la de este año para acercarse a su Dublín natal, para pasear por las calles y reencontrarnos con ese otro lado del espejo que llevamos tantos años buscando. El Bloomsday es algo más que un día en el calendario, algo más que la fecha en la que se desarrollan los acontecimientos narrados en el Ulises. El Bloomsday es nuestro día de la marmota, nuestra noche de Max Estrella Valleinclanesca, nuestro día de la toalla, celebrado en diferentes lugares en honor a La guía del autoestopista galáctico, de Douglas Adams. Otro libro de culto actualmente inencontrable salvo en librerías de viejo. Son años de celebraciones, de respetar los tiempos de los acontecimientos literarios que se nos vienen encima. Años, meses, días, en los que se nos presentarán efemérides que nuevamente nos pondrán frente a nuestras lecturas de juventud, aquellas que nos formaron como lectores, más que como escritores. Virginia Wolf, T.S. Elliot, Marcel Proust, Moliere, y cómo no, nuestro Antonio de Nebrija, personaje colateral de la última novela de Luis Garcia Jambrina, El manuscrito de niebla.

Tiempo para el recuerdo, el amor y el desamor. Tiempo para releer a José Saramago, portugués universal, humanista y sincero, y algunos, aficionados al cómic, para reencontrarnos con Stan Lee, creador de Spiderman, Hulk, Iron Man, X-Men… Y, entremedias, siempre habrá que buscar un momento para regresar a Atticus Finch, bien sea a través de las páginas de la novela, bien a través de la formidable película Matar a un ruiseñor. Porque la inocencia debe ser lo último que perdamos en esta nueva era post pandémica que atravesamos. Disfruten de la lectura.