H abitar el misterio, sorteando cárcavas y abismos, de un verano poético no es tarea sencilla, pero esa es la sensación firme e inmediata que uno tiene al andar por las trochas y las veredas de este libro bellísimo de Manuel Moyano. El lector que comienza entusiasmado la lectura de Cuadernos de tierra al principio siente el halo de una brisa estival rozándole la espalda, esa tenue emoción que sentimos cuando vamos sorteando las sombras de un crepuscular camino que nos va conduciendo a un jardín del corazón. Aquí, en este hermoso volumen de viajes, su autor nos acoge y nos lleva de la mano por rincones genuinos, algunos de honda y prístina belleza, de fulgor paisajístico, que, no obstante, en la costura de su suave intrahistoria esconden la penumbra de historias inquietantes, terribles, abominables, narradas con sabia maestría novelística por Manuel Moyano, un escritor completo y puro que sabe plasmar las luces y las sombras de un paisaje muy hermoso, a nivel literario casi inédito, ubicado al sureste de nuestro país. La capacidad narrativa del autor es tan vigorosa y sublime, tan brutal, que en muchos recodos del libro uno presiente que lo que en principio era un libro de viajes va adquiriendo tintes de novela psicológica, o más bien de inquietante relato policiaco, consiguiendo así disfrutar de una lectura amena y profunda, multidimensional, en la que reverberan árboles, caminos, vaguadas e historias de horribles asesinos, de traiciones políticas y muertes sin espiar.

Manuel Moyano (Córdoba, 1963) es uno de los mejores novelistas de nuestro país, y ha dado a la luz títulos memorables como El imperio de Yogorov (2014), finalista del Premio Herralde; La coartada del diablo , Premio Tristana de novela fantástica, cuyos derechos fueron vendidos para ser adaptada al cine por Pedro Olea, y La hipótesis Saint-Germain (2017), con la que obtuvo el Premio Carolina Colorado. Por otro lado, ha editado excelentes volúmenes de relatos, entre los que destacan: El amigo de Kafka (2001) y El experimento Wolberg (2008). También publicó una hermosa novela de literatura juvenil, Aventura del piloto Rufus (2017) y varios libros de senderismo. Estamos, por tanto, ante un escritor de raza que ha tocado todos los palos narrativos alcanzando, como sucede en este libro, conectar de raíz con el alma del lector que se acerca a su obra hallando entre sus páginas a cada momento hermosos fragmentos literarios como, por ejemplo, éste del libro reseñado: «Cuando ya empezaba a creer que nunca saldría de aquel bosque arcano, que algún encantamiento me había atrapado allí para siempre -como en los cuentos infantiles-, alcancé una carretera asfaltada… Tenía todo el cuerpo dolorido y el corazón bombeaba sangre sin cesar hasta mis pies» (pág. 85). Misterio y hechizo verbal, serenidad afectiva en el lenguaje, tensión narrativa, belleza descriptiva de lugares ignotos, apenas transitados, sencillez expresiva, hondura y emoción, son muchas de las cualidades positivas que tiñen la prosa literaria de Moyano en este notable volumen de viajes, Cuadernos de tierra , que está a la altura insoslayable, no ya de los grandes libros de viajes de este país, como el de Cela, Viaje a la Alcarria , o el poético Campos de Níjar , de Juan Goytisolo, sino de los escritores clásicos extranjeros como, Paul Theroux, Patrick Leigh Fermor y Bruce Chatwin.

Todo el libro mantiene una envidiable altura; no obstante, destacan los capítulos 6 y 10. En el primero de ellos, el narrador nos regala un poético y y singular dibujo de las brumosas sierras de Albacete, mostrándonos excelentes descripciones de este paisaje mágico del sureste, como cuando pisa las tierras de Arguellite, una aldea perdida entre aquellas espesuras, donde aún hay lugar para que el escritor viajero remueva los jugos gástricos del lector mientras degusta unas jugosas «costillas de cordero guarnecidas con pisto manchego» (pág. 79). A otro día le despierta el alámbrico toc toc de un pájaro carpintero horadando el tronco de un árbol cercano a la habitación en la que él duerme. Luego de esto, el protagonista del viaje, el singular escritor que es Manuel Moyano, sigue su camino hacia las sierras de Alcaraz y se va fundiendo con la Naturaleza ofreciendo un relato ameno y sustancioso de anécdotas y experiencias seductoras, ocurridas a la intemperie de un verano que quedará impreso en nuestro corazón.