E l regreso de Luis Mateo Díez ( Los ancianos siderales , Galaxia Gutenberg, 2020) materializa nuevamente ese mundo mágico tan propio de uno los narradores más singulares de la literatura española en los últimos cincuenta años. La Breza y, en concreto, un edificio llamado El Cavernal, es el nuevo espacio que se suma a la mítica geografía creada por el autor. La atmósfera de esta especie de casa de misericordia, un ruinoso hogar de mayores regentado por las religiosas Clementinas, se une a un imaginario trufado de lugares para el abandono y la fantasmagoría, configurando un mundo privativo de Díez, en la frontera entre el superrealismo popular y esa metáfora simbólica y misteriosa que el autor ya recreó en su trilogía con Celama.

La estructuración de la obra se articula en torno a tres núcleos que dotan de una ágil asimetría a la narración. En la primera parte, la desaparición de un pájaro -acaso uno de tantos que se desploman sobre las cabezas de los vetustos moradores del edificio- involucra a Omero, residente de El Cavernal, ante las suspicacias de otros internos que interpretan dicho fenómeno como el anuncio de una rescate sideral.

Posteriormente, en la segunda parte, el protagonista es el doctor Belarmo con su inseparable fonendoscopio, cuya dudosa praxis nos lleva a descubrir su peculiar singladura hasta llegar a la Breza. En esa misma parte llaman la atención las grotescas anotaciones del doctor en tono confesional, entre las que encontramos el delirante perfil que traza de algunos de sus pacientes. Además, Mateo Díez incluye un elemento epistolar al reflejar la correspondencia de algunos de los residentes con el exterior de la «nave». Finalmente, la tercera parte se centra en las pesquisas del comisario Lamerto y el inspector Timeo sobre las misteriosas desapariciones y muertes de residentes producidas en El Cavernal.

No podemos pasar por alto la elocuente denominación que Luis Mateo Díez asigna a las distintas dependencias de El Cavernal: el Patio de la Convalecencia, el corredor de la Colación, las escaleras del Sentimiento… De igual modo, los personajes de Los ancianos siderales poseen nombres que anuncian el singular trasfondo de los arquetipos que propone el autor (Cardo, Saladino, Carismática…).

Todos ellos esconden una mirada desesperanzada y tragicómica -si se me permite la licencia-. No se adivina en ellos la posibilidad de un horizonte exitoso: deambulan en una existencia tan desmantelada como el espacio de desolación que habitan. A pesar de ello, Díez los dota de una especial agudeza para describir el mundo. En ese sentido, cabe destacar la conjunción entre el humorismo y un lenguaje depurado -una obsesión casi poética en el autor- que determina de manera muy explícita el oficio lingüístico del novelista, convirtiendo la propuesta de Mateo Díez una de la más originales del panorama literario contemporáneo.

Desde el imaginario popular (refranes, frases hechas, léxico), pasando por la indudable sombra cervantina en las interacciones de algunos personajes, al uso de un léxico infrecuente (para lectores no avezados) o la propuesta de una sintaxis tan arcaizante como audaz, el artefacto literario de Luis Mateo Díez consigue generar una atmósfera de ensoñación que oscila entre la demencia de los protagonistas -o el delirio de los lectores- y un surrealismo ficcional idóneo para huir de un realismo que no satisface la voluntad creadora de Mateo Díez.

Es evidente que existe una apertura actualizada a los problemas de la sociedad actual. Si en su momento planteó una denuncia de «la desaparición de las culturas rurales», Los ancianos siderales apunta -sin quererlo- a una cuestión ya en boga antes de las actuales condiciones distópicas: el desprecio hacia los mayores, una sociedad que da la espalda a la senectud y no valora la senectud ni dignifica las posibilidades de dicha etapa vital.

No existe en la novela -quizás tampoco frontalmente en la sociedad- una voluntad gerontófoba, aunque sí se retratan las condiciones de abandono, de decadencia y de aislamiento de los residentes como trasunto de la poca estimación que socialmente se consagra a la ancianidad.

Los ancianos siderales -como toda la producción de Luis Mateo Díez- constituye una propuesta estética atemporal que impacta desde su originalidad y valentía. Como el pájaro que acaricia Omero en su bolsillo, podemos sentir cómo respira la verdadera literatura, para posteriormente dejarla escapar en el anhelo de sucesivos viajes siderales.