Los buenos perfumes, como señala el dicho, se venden en frascos pequeños porque la esencia de las cosas ocupa poco lugar. Algo así le ocurre a la calle Ambrosio de Morales (en la que nació el cronista de Felipe II que le da nombre), ya que en sus aproximadamente 250 metros reúne un gran variedad de edificios antiguos cuyos muros atesoran parte de la historia moderna de la ciudad. Lo que ahora parece una calle secundaria, una vía de paso tranquila y con tráfico restringido, fue una de las arterias de Córdoba más conocidas y con más vitalidad a finales del siglo XIX y principios del XX. Quién lo diría hoy en día.

Ambrosio de Morales está repleta, de principio a fin, de tesoros arquitectónicos y cuenta con aproximadamente una docena de edificios incluidos en el Catálogo de Bienes Protegidos. Aquí encontramos elegantes casas señoriales del siglo XVIII, un teatro, un antiguo convento, un viejo asilo, una taberna centenaria o restos de muralla romana. La lista es larga.

Entre los inmuebles más notables se encuentran las denominadas casas del Ayuntamiento Viejo, cuya edificación original data del siglo XV. Hasta el siglo XVI fue la sede del Ayuntamiento de la ciudad, pero a lo largo de estos siglos ha tenido otros usos. Ha sido la sede de la Real Academia de Córdoba, pero también la oficina principal del Monte de Piedad hasta 1964. En el siglo XIX vivió momentos gloriosos porque aquí estuvieron la Fonda Rizzi y el Café Suizo, que, según el cronista Ramírez de Arellano, complacía «a casi todos los vecinos de Córdoba, que pueden considerarse como sus parroquianos». Entre sus elementos más importantes destacan unas ventanas mudéjares y un capitel de la época tallado con la imagen más antigua del escudo de la ciudad, según los datos de la Gerencia Municipal de Urbanismo.

Esta calle está repleta, de principio a fin, de tesoros arquitectónicos

Justo debajo está el antiguo asilo de Jesús Abandonado -construido en el siglo XVI, reformado en el XVIII y hoy convertido en alojamiento turístico - y al lado el Teatro Cómico o Principal y el Centro Filarmónico, del XIX. En 1892, poco después de ser vendido al empresario Manuel García Lovera, fue pasto de las llamas, un acontecimiento «verdaderamente doloroso», como relataba la crónica del suceso en la edición del 19 de septiembre del Diario de Córdoba. El edificio, hoy propiedad de la Junta, se volvió a construir en el siglo XX y conservó parte de sus elementos originales.

Enfrente se levanta el antiguo convento del Corpus Christi, «establecido en 1609 y abandonado por las monjas dominicas descalzas en 1992», como escribió en Diario CÓRDOBA el periodista Francisco Solano en su serie Rincones de Córdoba con encanto. Hoy, este convento, rehabilitado por Rafael de la Hoz Arderius, es la sede de la fundación Antonio Gala.

A pocos metros, en la plaza de Séneca, se mantiene la más que centenaria Taberna Séneca, de la Sociedad de Plateros. En este lugar, hoy reconstruido, se reunía la famosa Peña Los Legítimos, formada por Julio Romero de Torres y otros intelectuales de la época, como Azorín, Ramón del Valle-Inclán, Ortega y Gasset o Pío Baroja. Hoy no queda nada del paso de aquellos intelectuales por el edificio porque el salón que ocupaban desapareció. Lo que sí se mantienen son los vinos y la presencia de parroquianos ataviados con los sombreros de la vecina Rusi, que abrió sus puertas por primera vez en 1903.