En estos últimos meses, la crisis sanitaria provocada por el coronavirus, el impacto económico de la pandemia, así como sus consecuencias sociales o familiares han azotado drásticamente a los comercios aguilarenses y algunos han tenido que cerrar sus puertas. José Antonio Maestre anunciaba que cerraba su estudio, Yago Fotografía, tras 40 años y tras recuperarse de un accidente sufrido hace año y medio. Yago, tal y como se le conoce en el pueblo, sufrió una grave caída el Día de la Madre. Entre risas comenta que «le hice un regalo a mi madre de narices, vamos». Sin perder la sonrisa, narra aquel acontecimiento en detalle: «Caí, me quedé paralizado del cuello para abajo y no sentía las piernas». Traslados, pocas opciones de recuperación y, pese a todo, ha «llegado bastante lejos», ya que puede realizar tareas normales, caminar solo o ayudado de un bastón y editar fotos, hacer montajes o vídeos, aunque le cueste algo más de trabajo. 

Yago abrió su estudio sin ser profesional, partiendo «desde cero» y «sin estudios», y cada día aprendía algo nuevo. Invirtió en los aparatos necesarios y comenzó a hacer pruebas. Su experiencia se limitaba a las fotos que hacía para él y a su colaboración con el Boletín del Ayuntamiento o su práctica en el laboratorio del instituto. Fue al salir excedente de cupo en la mili cuando comenzó a trabajar en una de las habitaciones de su casa. A primera hora, «empecé con una oferta revelando carretes y regalando uno al revelarlo».

También explica cómo en los años 80, él no vendía ni los tenía, sino que se los llevaba a otro fotógrafo que le daba un carrete por cada impresión, el mismo que dispensaba a los clientes con sus revelados. Unos años después habilitó una oficina y un pequeño estudio. Y en 1992 realizó la obra donde actualizó su estudio «en condiciones». 

Desde entonces, sacaba ofertas novedosas. Así, fue el primero en regalar aquellos carretes, pero también retratos navideños a las familias, en hacer impresión de objetos o, en esta última etapa, fotos desde el móvil, pendrive o tarjeta. 

De estos 40 años se queda con «retratar la felicidad», ya que ha podido fotografiar «momentos felices de la gente». La fotografía ha supuesto un enjambre de relaciones sociales, como él dice, «del más alto al más bajo, que todo el mundo te conociera, una forma de vida». 

Yago reconoce tener dos grandes aficiones: la fotografía y la música. Y aunque ahora cierre las persianas del negocio que ha sido su vida, no deja ninguna. Actualmente, aunque con limitaciones, monta vídeos, hace algunas fotos para uso personal o fotomontajes para la Banda Municipal de Música Sebastián Valero, ya que es fotógrafo, presidente de la banda y uno de sus principales motores.