En todos estos años, Pablo Moyano Llamas, párroco de La Asunción en Montemayor, ha sabido ser académico y cronista oficial sin dejar de ser un cura de pueblo. Un hombre al servicio de toda la comunidad. Hace años pudo elegir una parroquia en la capital, objetivo en el que todos sueñan alguna vez, pero optó por seguir en Montemayor. Este pueblo lo ha ganado para sí. Montemayor es "la pupila de mis ojos", su "segundo pueblo después de Santaella, donde está mi sangre". En uno y otro cuenta con incondicionales con cuya ayuda tiene el tiempo necesario para cubrir sus numerosas tareas este hombre incombustible que se siente, sobre todo, cura de pueblo y que ayer recibió el homenaje de mucha gente que le quiere.