Lo de perderse en una casa rural durante un fin de semana está muy bien. Oxigena y descontamina cuerpo y mente. Pero cuando eso ya se ha conseguido, a la tercera mañana de levantarse entre olor a tomillo y jara, el visitante exige algo más. Por eso, una vez cubierta la demanda de casas para los turistas ávidos de relax rural y cocina autóctona, hay que ir pensando en presentarles otro tipo de propuestas que les animen a quedarse y a cansarse, para seguir teniendo ganas de comer y dormir al calor de la lumbre.