Debe ser que su vecindad con la Biblioteca Central de la ciudad le ha impregnado de espíritu machadiano y que la primavera cordobesa le ha llenado de autoestima y pundonor, porque aquel olmo viejo movido por el brazo mecánico de la retroexcavadora ha hecho que anotemos en nuestra agenda la “gracia de su rama verdecida” que diría el exiliado poeta.
Hace poco más de un mes, el 21 de febrero, las máquinas, por mor de los avances urbanísticos de la ciudad, removieron de su originario aposento un anciano y robusto árbol que daba sombra en la ronda del Marrubial para llevarlo a un lugar nuevo, el parque de Madre Coraje. Los responsables del traslado y la replantación, el concejalMiguel Ruiz Madrugay el ingeniero agrónomo Manuel Jurado, reconocieron entonces el riesgo y el retoque suponía hacer que tan legendario vegetal mantuviera el tipo y reverdeciera en su nueva morada. Para ello se tomaron todas las medidas oportunas.
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En el jardín actual luce, como muchos de sus visitantes, con algunos apoyos para mantenerse erguido y entubado para recibir la hidratación necesaria para no desfallecer. Y como paciente ejemplar recibe un tratamiento que está consiguiendo dar sus frutos y hoy el viejo olmo trasplantado, aunque algo aligerado de peso (en su lugar de origen se le calcularon unas 7,5 toneladas), puede ver cómo en toda su zona superior el verde va tomando el relevo al pardo color de su tronco. Quizás en este rejuvenecimiento haya influido, además de los efluvios machadianos del centro vecino, la energía positiva que mana de la algarabía infantil de los días de fiesta, aderezada con la perseverante voluntad de los mayores que se acercan a estirar sus fatigadas piernas o la impaciente y casi perenne primavera cordobesa que no permite al viejo tronco caer en el desánimo.
El viejo, pero no caduco, olmo del Marrubial ha sabido, cual emigrante que busca una nueva vida, que ha de echar raíces y reverdecer sí o sí en su actual destino y adaptarse a las condiciones que presenta su nueva vida, la que simbolizan ya las hojas y tallos que apuntan hacia el cielo en lo que se antoja ser, volviendo al poeta, «otro milagro de la primavera».