Reportaje

El hotel que dio luz a la plaza de Las Tendillas

Se cumplen cien años del derribo del edificio hotelero que permitió el ensanche de la plaza y su actual configuración

El histórico hotel albergó a reyes, presidentes del gobierno y grandes artistas

100 años del derribo del hotel Suizo de Las Tendillas

A. J. González

Desde hace décadas, Córdoba ha apostado por el turismo como uno de sus grandes motores económicos. El atractivo universal de la Mezquita-Catedral ha atraído a turistas de todo el mundo, especialmente desde el siglo XIX, cuando célebres románticos como Alejandro Dumas, Teófilo Gautier o Prosper Mérimée sitúan a la ciudad entre los grandes destinos del Grand Tour europeo. En sus libros, primeras guías de viaje de la historia, no solo retratan nuestra provincia, sino que orientan con sus textos a los primeros turistas que llegan a tierras cordobesas. Aunque estas no siempre contenían descripciones agradables de la ciudad, como la de George Borrow en 1836: «Ciudad pobre, sucia y triste, llena de angostas callejuelas, sin plazas, ni edificios públicos dignos de atención, salvo su Catedral...»

A pesar de ello, Córdoba, junto a Granada y Sevilla, se convierte en uno de los principales destinos españoles para estos ricos excursionistas, un fenómeno favorecido por la llegada del ferrocarril, que conecta la ciudad de forma moderna y cómoda con Málaga, desde 1865; y Madrid, al año siguiente.

Vista aérea del centro de Córdoba, donde se aprecia el perfil del hotel.

Vista aérea del centro de Córdoba, donde se aprecia el perfil del hotel. / ADOLFO TORRES

No obstante, los alojamientos que ofrecía por entonces la ciudad a los viajeros eran, además de escasos, muy modestos. Las hoy pintorescas Posadas del Sol o del Potro, ubicadas entre el barrio de la Catedral y el de la Medina, estaban destinadas a un público muy popular. Algo más cuidadas eran la Fonda de los Hermanos Rizzi, en la calle Ambrosio de Morales, o la Fonda Simón, en la de Gondomar, que estaban destinadas a viajantes o profesionales de paso por negocios. No será hasta el año 1860, cuando los hermanos Fuster, Nicolás y Ambrosio Putzi, más conocidos como los hermanos Puzzini, adquirieron el edificio de la Encomienda de Calatrava en la plaza de Las Tendillas, frente a la calle Gondomar, donde construyeron un gran edificio que albergaría el primer gran hotel de la ciudad: el Suizo.

Original fotografía de la calle Gondomar con Las Tendillas y el Hotel Suizo al final de la vía.

Original fotografía de la calle Gondomar con Las Tendillas y el Hotel Suizo al final de la vía. / AGUSTÍN FRAGERO

Tras diez años de obras, Córdoba abrió un alojamiento de auténtico lujo, con una luminosa fachada de estilo neoclásico, con dos plantas de altura, 75 habitaciones y varios salones con capacidad para más de un centenar de invitados. Inmediatamente, el hotel se convierte en parada de referencia de los cada vez más numerosos viajeros que arribaban a la ciudad. Literatos ilustres como Pedro Antonio de Alarcón o José Zorrilla; notables políticos como los diferentes presidentes de la I República Española: Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón o Emilio Castelar; así como miembros de las monarquías europeas reinantes, como el duque de Edimburgo, el príncipe de Prusia Guillermo Nicolás o el rey Leopoldo II de Bélgica.

Imagen de Las Tendillas tras su derribo en la que se distingue en el suelo la ubicación del hotel.

Imagen de Las Tendillas tras su derribo en la que se distingue en el suelo la ubicación del hotel. / LIBRERÍA LUQUE

Pero el Suizo fue mucho más que un hotel. Dirigido en su primera etapa por el cordobés Rafael de Moya, contaba con servicios nada habituales en una modesta capital de provincias: servicio de carruajes; de traductor, a cargo del Manuel Bacarizo; restaurante, con chefs como Pablo Bruzo; o servicio de venta de fotografías y postales de la ciudad. De hecho, sus habituales banquetes eran grandes eventos sociales en la ciudad. En ellos se homenajeaban los logros de los personajes patrios, como el del ministro cordobés José Sánchez Guerra, en 1904. Eventos donde, entre discursos, se degustaban los mejores platos de la gastronomía francesa del momento («Consomé a la Priteniese, Escalopes de Foi gra en Bellevue o Pigeons a la Broche au Crefson») y, además, amenizados por la música de la Banda Municipal. En 1909, el negocio hotelero amplió sus servicios en el mismo edificio con un nuevo restaurante, una pastelería y un cafetería que durante su inauguración colapsó de cordobeses la plaza de Las Tendillas.

Patio interior del recinto hotelero hacia 1904.

Patio interior del recinto hotelero hacia 1904. / PURGER & CO

Una expansión comercial que, aunque de gran éxito entre el público local y foráneo, coincidió con el comienzo del declive del alojamiento por las presiones urbanísticas para la ampliación de la plaza. Esta operación pretendía eliminar el tapón que suponía el parador entre la recién construida calle Claudio Marcelo y la de Gondomar. El Consistorio cordobés comenzó el proceso de expropiación del edificio, que pasó por numerosas vicisitudes, entre ellas, las económicas. Su ejecución se demoró durante casi quince años. Pero, finalmente, el Ayuntamiento compró el edificio a la familia Puzzini por 560.000 pesetas y el lunes 24 de marzo de 1924 comenzaba la demolición del histórico hotel para abrir espacio a la plaza tal y como se conoce hoy en día. De su memoria, como del resto de la Córdoba decimonónica, apenas queda un puñado de postales que atestiguan uno de los cambios urbanísticos más importantes de la ciudad. A partir de 1927, con el traslado desde su avenida, Las Tendillas pasará a estar presidida por el monumento del militar montillano del Gran Capitán. En pocos años, su nombre oficial cambiará de plaza de Cánovas a plaza de la República o de José Antonio, aunque para los cordobeses siempre fue de Las Tendillas, un espacio único que este año celebra el centenario del inicio de su reurbanización y que se convirtió en el corazón urbano de la Córdoba moderna.

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