REPORTAJE

Mujeres y Guardia Civil: un vínculo de 35 años y muchos retos

Solo el 6% de los agentes del Instituto Armado en la provincia de Córdoba son mujeres, un porcentaje que apenas crece

Alejandra Contreras, frente al volante, y María Antonia Quesada, fuera del coche, son dos ejemplos de la integración de las mujeres en la Guardia Civil.

Alejandra Contreras, frente al volante, y María Antonia Quesada, fuera del coche, son dos ejemplos de la integración de las mujeres en la Guardia Civil. / MANUEL MURILLO

Noelia Santos

Noelia Santos

La plantilla de la Guardia Civil en Córdoba la componen unos 1.200 agentes. Apenas el 6% de todos ellos son mujeres. Son los datos que ofrece a este periódico el Instituto Armado, que también aporta los del año pasado, cuando la presencia de mujeres en el cuerpo era de un 5,1%. El peso de la mujer en la Guardia Civil sigue siendo escaso en el ejercicio en el que se cumplen 35 años de su incorporación de pleno derecho y en igualdad de condiciones al cuerpo de seguridad nacional. Fue en febrero de 1988 cuando se reguló el acceso efectivo de la mujer a la Guardia Civil mediante el Real Decreto Ley 1/1988, que reglamenta la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas. Un mes después se publica la primera convocatoria de acceso en la que se permitía la participación de mujeres. Se presentaron casi 3.000 aspirantes y menos de 200 consiguieron plaza para acceder a la academia de Baeza.

María Antonia Quesada fue una de las que consiguió entrar. Ahora se emplea en los juzgados de la capital tras 35 años dedicados, sobre todo, al Subsector de Tráfico de la Guardia Civil de Córdoba. Ella es natural de Úbeda, donde la tradición benemérita es importante. «El que más y que menos tenía un amigo que era hijo del cuerpo. De mis mejores amigas, una era hija de un sargento y la otra, de un subteniente», cuenta Quesada junto a la sargento Alejandra Contreras, de 31 años, también mujer y guardia. Ellas son solo dos ejemplos de la integración de la mujer en la Guardia Civil, pertenecientes a dos generaciones distintas, pero con un objetivo común que se traduce en la necesidad que tiene el cuerpo de contar con más compañeras.

Antes de que se regulara el acceso mediante ley, en la Guardia Civil ya había mujeres. Eran las matronas, una especie de delegación que surgió de la necesidad de que hubiera mujeres para efectuar los registros corporales a otras mujeres. Solían estar muy vinculadas al cuerpo y tenían un reglamento propio, aunque la única promoción oficial convocada mediante BOE llegó en 1987, cuando ya se había dado la orden de extinguir su presencia. Es más, Quesada se presentó al examen de matrona, pero no aprobó. La pena duró poco porque al año siguiente conseguiría su puesto como guardia de pleno derecho.

La sargento Contreras tenía tradición familiar, su padre y su abuelo eran guardias, por lo que lo lleva en la sangre. «Mi padre nunca jamás me ha dicho ni que me presente a la Guardia Civil, ni que me presente a Valdemoro… es curioso. Simplemente, surgió», cuenta Contreras, que sí reconoce que hay algo que su padre le pedía: «Me decía que estudiase». Así lo hizo, se sacó la carrera de Química, luego entró en el Colegio de Guardias Jóvenes (un centro de enseñanza que prepara a los hijos del cuerpo para las pruebas selectivas para ingreso en la Guardia Civil) y se sacó la oposición. Hizo las prácticas en Posadas, luego estuvo en un puesto ordinario en Madrid y ahora es comandante del puesto de Belmez, donde todos los guardias que están a su cargo son hombres.

Quesada también ha pasado por varios destinos aunque el amor hizo que se quedara en Córdoba, donde conoció a su marido, cuando su objetivo al bajar a Andalucía era volverse para Jaén. Primero estuvo en Zaragoza durante seis años y, en Valdemoro, hizo el curso de tráfico que la trajo hasta Córdoba, por lo que se define como «cordobesa de adopción».

Alejandra Contreras y María Antonia Quesada son dos ejemplos de la integración de las mujeres en la Guardia Civil.

Alejandra Contreras y María Antonia Quesada son dos ejemplos de la integración de las mujeres en la Guardia Civil. / MANUEL MURILLO

Ser mujer en la Guardia Civil

La sociedad ha cambiado y, por lo tanto, la Guardia Civil también lo ha hecho. Las situaciones complicadas que puedan vivir en el día a día ambas guardias, aseguran ellas mismas, tienen que ver más con la idiosincrasia de su trabajo que con el hecho de ser mujer, aunque anécdotas, tampoco hay que engañarse, no faltan.

Para Contreras, «lo más complicado en este trabajo es irte lejos porque sabes que hasta que puedas volver a casa, si es tu idea, vas a estar muchos años lejos de tu familia y de tus amigos». Quesada sí vivió una época especialmente dura para la Guardia Civil, el terrorismo activo de ETA (los miembros de los cuerpos de seguridad fueron los más numerosos en sus listas de asesinatos y, dentro de estos, la Guardia Civil es el que acumula el mayor número de víctimas). «No me tocó subir al norte», dice Quesada, en alusión a que no tuvo que trabajar en ese ambiente. Muchos compañeros sí se desplazaron, pero porque tenían notas más bajas que ella.

En estos años trabajando en Tráfico, Quesada sí ha tenido que soltar alguna perla a quienes cuestionaban que ella les multara. «Que sepa usted que las denuncias que yo pongo valen exactamente igual que las de mis compañeros», dejaba claro la guardia.

¿Techo de cristal?

Desde que la mujer se incorporó de pleno derecho al cuerpo tiene las mismas oportunidades de escalar que un hombre. Pero, como ocurre en cualquier trabajo, hay muchas cosas que frenan ese ascenso y que no tienen que ver con una normativa, y otras tantas a las que se renuncia si, finalmente, se opta por escalar.

Y esto es algo que reconocen ambas agentes. Quesada cuenta que «la que dormía debajo de mí en la academia es capitán, ¿pero a costa de qué? De que no tiene familia», se responde ella misma. La sargento Contreras también lo explica muy claro: «El techo de cristal no existe, pero a las mujeres que quieren formar una familia o tienen hijos pequeños se les quita de la cabeza seguir ascendiendo y por eso no hay más mujeres mandos. O te planteas muy joven el tema de ascender y ascender rápido y luego ya formas la familia, pero como te pille entre medias, no lo haces». Y añade que esto, además, no se lo plantea un hombre. «Para una mujer, si acaba de tener un niño o tiene un crío con un año, ¿cómo te vas a plantear irte dos años a una academia y dejar a tu hijo?. Una mujer no se lo plantea, un hombre sí. Yo tengo muchos amigos y muchos compañeros que acaban de tener un niño y acaban de entrar a la academia, ahora se van destinados a Madrid y la mujer está con el niño en Córdoba», expone de forma clara.

Aunque el techo de cristal no existe por sí mismo, el deseo de formar una familia frena los ascensos

Visión ‘femenina’

La presencia de la mujer en la Guardia Civil no es solo necesaria por igualdad, sino por un trabajo bien hecho. Aquí también coinciden Quesada y Contreras al señalar que la visión femenina (por dar un nombre a ese punto de vista distinto que pueda aportar una mujer) es importantísima. «Es una cuestión de sensibilidad. Yo he tenido casos de accidentes en los que alguien ha fallecido y tenía que decírselo a la familia. Me acuerdo del caso de una mujer que su marido murió cuando iba con la bicicleta, no sabíamos si era él o no, tuvimos que llamar a la familia para identificarlo. Vino ella con el hijo, se quedó tan mal que únicamente se abrazó a mí, no a mi compañero», recuerda Quesada.

Contreras también es sincera y relata que «he tenido avisos y situaciones en los que he ido yo con un compañero y la situación se ha solucionado por mi punto de vista, si hubiesen sido dos hombres se hubiese complicado un poco más. Somos necesarias». La sargento habla también de esa necesidad de presencia de mujeres, por ejemplo, en casos de violencia de género, porque «las mujeres se abren muchísimo más con otras mujeres y también los menores sienten más confianza».

Representación 8 Apenas el 6% de los guardias civiles que hay en Córdoba son mujeres.

Apenas el 6% de los guardias civiles que hay en Córdoba son mujeres. / A.J. GONZÁLEZ

Poca presencia de mujeres

Los datos que abren este reportaje hablan por sí solos, la presencia de mujeres en la Guardia Civil es muy escasa. Ambas agentes señalan algunos puntos que podrían explicar por qué esto es así cuando en otros cuerpos, como el de la Policía Nacional, la presencia de la mujer es mucho mayor. «Las mujeres son un poco reticentes al régimen militar de la Guardia Civil por desconocimiento», considera Contreras cuando, añade Quesada, «es una jerarquía como en cualquier otro trabajo, pero de cara a la galería parece que impresiona más». Ese menor número de mujeres también se explica con el hecho de que en la Guardia Civil puedes tener de destino un pueblo con 300 habitantes, cuando lo atractivo, mayoritariamente, sería vivir en una ciudad.

El desempeño del trabajo

Es inevitable preguntarle a la sargento Contreras si ostentando un puesto de responsabilidad como el suyo, con guardias a su cargo, ha sentido que le hicieran menos caso por ser mujer. Responde tajante que no, que nunca ha notado eso, aunque sí recuerda que en la entrevista con el psicólogo le hicieron esta misma pregunta: «Me intentó llevar por esa vía de «tú, siendo mujer, ¿crees de verdad que te van a hacer caso? Es hacer tu trabajo como tienes que hacerlo, cumplir tus funciones, qué problemas van a tener los guardias». En este punto, Quesada recuerda que a lo largo de su carrera han sido muchos los guardias que la han preferido a ella de compañera antes que a un hombre.

Solo el 6% de los agentes del Instituto Armado en la provincia de Córdoba son mujeres, un porcentaje que apenas crece

Pero también tiene algo claro y es que «nosotras tenemos que demostrar más que los hombres, a ellos el valor se les supone, a nosotras, no. Y eso lo he notado en todos los destinos». Le ocurrió en Zaragoza, donde se «hizo respetar» en los seis años de destino, volvió a Córdoba, donde tuvo de nuevo que hacer esa demostración y, reconoce, «me ha vuelto a pasar otra vez cuando he ido al juzgado».

Lo que tienen clarísimo ambas es que no querrían otra profesión que no fuera ser guardia civil. Todo ello a pesar de algún que otro encontronazo por temas de uniforme (falda y taconcitos incluidos) de los que ha vivido Quesada. Tanto ella como Contreras animan a que las mujeres se sumen al cuerpo y dejen de lado los prejuicios que se puedan tener y creen que debería existir una mayor visibilización del trabajo que aquí se hace.

Por ello, entienden que las reticencias se deben más al desconocimiento y recuerdan que la Guardia Civil tiene muchas más especialidades que, por ejemplo, la Policía Nacional. «En la Guardia Civil siempre tienes tu hueco, vas a trabajar en lo que te guste», asegura la sargento Contreras.

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