OBITUARIO

Fallece a los 79 años Antonio Ramos Espejo, figura clave del periodismo andaluz

Director de CÓRDOBA entre 1986 y 1998, será enterrado en Alhama de Granada, su pueblo natal

Antonio Ramos.

Antonio Ramos. / CÓRDOBA

Rosa Luque

Rosa Luque

Cuando lo premiaban, o cuando le hacían entrevistas, solía advertir que detestaba ser calificado de “periodista y escritor”. “Ser periodista es tan importante que cualquier añadido lo empobrece. Yo, periodista a secas”, añadía contundente a modo de carta de presentación y, sobre todo, de declaración de principios. En la tarde de este sábado ha fallecido Antonio Ramos Espejo, un periodista con mayúsculas, y todos los que formamos parte de este bendito oficio en Andalucía estamos de luto. Se ha ido del todo, pues el terrible alzhéimer le había ido robando la memoria y la vida, el gran reportero granadino, aunque con hondas raíces en Córdoba, donde tuvo parada y fonda de doce años dirigiendo este periódico. Pero Antonio Ramos dejó su huella en muchas redacciones –no solo en las cabeceras de los periódicos, también en quienes los hacemos, maestro y padrino vocacional-; dirigió varios periódicos, enseñó las claves de la información a entusiastas universitarios que hoy llevan algo de él en su forma de dar la noticia con solvencia y calor humano; escribió un buen plantel de libros y coordinó grandes proyectos editoriales y televisivos.

Y siempre, siempre, llevó en su corazón a Andalucía, que le devolvió en el 2006 parte de ese afecto otorgándole la Medalla de la comunidad. También Alhama, el pueblo en que vino al mundo un 22 de diciembre de 1943, y donde nunca dejó de tener casa propia, le reconoció su prestigio y su fidelidad desde que, cuando la Transición, empezó a destacar con su estilo natural y basado en testimonios en vivo, a lo “nuevo periodismo” norteamericano, aunque fue ya en este siglo cuando lo nombró Hijo Predilecto. Hasta Alhama, donde se celebrará su funeral este domingo a las 18.00 horas en la iglesia de la Joya, lo acompañarán en su última visita sus dos Cármenes, esposa e hija, sus dos nietos y los íntimos. Y allí, al susurro de la fértil naturaleza, tan lorquiana, que tanto amó, descansará Antonio Ramos, ya a salvo de penas y olvidos.

Quien ha sido guía de varias generaciones de informadores, incluso de hornadas más recientes que alucinaban al verlo hasta no hace mucho sin soltar el boli y la libretilla en tiempos de inteligencia artificial, no quería ser periodista. O mejor dicho, lo que nunca quiso fue sentirse enganchado a la noticia efímera, flor de un día, sino al acontecimiento, grande o pequeño, que le conmovía, cuando la historia de los otros se le hacía carne y alma propias, pasando de ser mera noticia a reportaje. Reportero, pues, ha sido durante más de 50 años de un ejercicio profesional fiel a la tradición del periodismo romántico –pasional, todoterreno y sin horarios-. Pero además de llevar al papel de periódico y libros el sentir del hombre de la calle, del jornalero o del emigrante, en un tono de denuncia sin edulcorar, a Ramos Espejo le dio tiempo de dirigir Diario de Granada, CÓRDOBA y El Correo de Andalucía, de hacer programas premiados para Canal Sur, o de poner en marcha esa publicación para la historia que es la Enciclopedia General de Andalucía. De modo que, sin proponerse ser periodista, Ramos revolucionó el oficio de contar la verdad con modernidad y buena literatura, convirtiéndose en el gran reportero andaluz del último medio siglo.

El sexto de una familia que vivía de la tierra

Antonio Ramos, sexto de doce hermanos, pertenecía a una familia que vivía de la tierra, agricultores de clase media poco ilustrados. Su afición lectora surgió en el colegio malagueño San Estanislao de Koska, donde estuvo interno desde los ocho años. A los 10 pasa al seminario de Almagro, desde donde a los 15 es enviado a Santo Domingo de Scala Coeli, en Córdoba, para una especie de ejercicios espirituales de un año. De este primer contacto con la ciudad surge su aproximación a Cántico, y especialmente a Juan Bernier. Con este, décadas después, siendo director del Diario CÓRDOBA, llegó a sostener una amistad tan entrañable que Bernier, pilar básico del grupo poético, puso en manos de Ramos su controvertido diario de juventud, editado en 2011 por Pre-Textos bajo la supervisión de Juan Antonio Bernier.

Pero ser sacerdote no era lo suyo. Con 18 años viaja a la ciudad suiza de Friburgo, donde residía un hermano, para seguir cursando Filosofía, una de sus grandes pasiones. Pero, con la mili en Ronda de por medio, no se licenciará hasta 1972 en Roma. Cinco años después añadirá la licenciatura en Ciencias de la Información en la Complutense de Madrid, y en 1999 un doctorado en Periodismo que dedicó a la figura del hispanista inglés Gerald Brenan, una de las grandes referencias –junto a Lorca- de este gran mitómano.

Un reportero libre

Reportero es la palabra clave para entender a un profesional que tocó casi todos los palos del periodismo. Y hay otra: libertad. Ramos fue siempre a su aire, ajeno a tribus y mentideros. En cuanto podía, exhibía su condición de verso suelto, y ya de vuelta de todo, no dudaba en criticar lo que no le gustaba de la trastienda de los medios. Sabía lo que quería y cómo buscarlo, y acabó convertido en renovador del periodismo andaluz. A él llega hacia 1967, cuando le ofrecen encargarse de una página en el Sol de España desde Torremolinos, entonces santuario del turismo incipiente. Su estancia en la Costa del Sol le permitió foguearse en multitud de entrevistas a famosos, con prosa ágil y buenas dosis de ironía. Pero aquel aprendiz de periodista se encontró otra realidad, la de personas modestas que malvivían a la sombra de la jet set. Nació en él un compromiso con su tierra, contra la injusticia y la miseria, que ya no le abandonará nunca.

Pero en 1970 hace de nuevo la maleta y se marcha a Roma con un primo dominico. Allí contacta con la delegación de la agencia Efe, encabezada por el granadino Melchor Saiz-Pardo. Cuando este vuelve a su tierra para dirigir el Ideal tira de élpor entonces corresponsal de Ya- como reportero para toda la cadena Edica (Editorial Católica). Será esa década prodigiosa (1971-82) la que marque para siempre su perfil y su magisterio. Durante su transcurso, de acuerdo con los datos aportados por Francisco Chirino Núñez en su tesis doctoral sobre Ramos Espejo, este publica más de 500 textos en Ideal y en las revistas Ilustración Regional y sobre todo Triunfo, desde cuyas páginas sus reportajes alcanzan proyección nacional. Muchos de esos trabajos acaban recopilados en libros valientes que ya forman parte de la historia. Títulos que, ampliados y reeditados, han envejecido bien y hoy siguen leyéndose con interés.

Antonio Ramos, segundo por la derecha, en la celebración del 75 aniversario de Diario CÓRDOBA.

Antonio Ramos, segundo por la derecha, en la celebración del 75 aniversario de Diario CÓRDOBA. / CÓRDOBA

 

De reportero a director de diarios

La etapa del reportero ‘de trinchera’ concluye cuando Ramos da el paso hacia un periodismo de despacho y gestión, sin abandonar por ello la escritura. En 1982 participa como subdirector en la puesta en marcha del Diario de Granada, que poco después dirige hasta su temprano cierre en 1986. Ese mismo año es llamado para ponerse al frente de Diario CÓRDOBA, al que se incorpora el día 8 de mayo. Permanecerá en la casa –pues como un segundo hogar consideró el periódico este hombre familiar y entrañable bajo su semblante serio- hasta el 15 de septiembre de 1998. Doce años de cambios tecnológicos y expansión en una de las etapas más brillantes del periódico, reconocida en 1995 por el Ayuntamiento con la entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad al rotativo. Y mucho tiempo después, la ciudad, que no lo olvidó, le mostró su consideración cuando en 2016 la Real Academia le abrió sus puertas.

Desde Córdoba Ramos pasó a Sevilla, donde dirigió brevemente El Correo de Andalucía, para centrarse luego en la enseñanza del periodismo, que le apasionó. Pero sin desatender otros muchos flancos de este viejo oficio que fue su vida. Hasta que el maldito alzhéimer se la robó.