Reportaje

Las ovejas de Antonio cruzan el túnel del tiempo

El rebaño de Antonio, compuesto por casi 100 ejemplares, facilita el buen cuidado de la zona ajardinada del parque de Levante mientras se alimenta de sus hierbas altas

El rebaño de Antonio pasta en el parque de Levante. Al fondo, el IES Gran Capitán.

El rebaño de Antonio pasta en el parque de Levante. Al fondo, el IES Gran Capitán. / Pérez Lunar

José A. Pérez Lunar

José A. Pérez Lunar

Desde el Bar Caballista Bichichi, en la urbanización de La Campiñuela, al Parque de Levante hay apenas 2 kilómetros, unos 25 minutos a pie que Antonio, pastor de ovejas, realiza con su rebaño. Casi un centenar de ovejas custodiadas con la ayuda de tres perros que hacen el sendero, levemente en pendiente descendente, camino de la capital cordobesa.

¿Cuántas veces a la semana? Lo que permita la climatología. Con las lluvias que en diciembre regaron la ciudad de forma generosa, la campiña se ha beneficiado y el paisaje luce esplendoroso. Los distintos tonos de verde se confunden con jaramagos, malas hierbas y también con flores como manzanillas y margaritas, dejando al caminante una estampa que no olvidará fácilmente.

Así, el cordobés que desee recorrer este paisaje por sí mismo apenas tiene que tomar rumbo al barrio de Levante, dejar atrás la última ronda de edificios residenciales y pasar el obstáculo de la carretera de Córdoba. El túnel que evita el asfalto es lo más cercano a un túnel del tiempo. Los ecos de los coches a gran velocidad retumban en sus paredes hasta que, al traspasarlo, llega la naturaleza.

Uno se percata de lo artificial de las separaciones, de las lindes y las fronteras, cuando ve al rebaño de Antonio cruzar por ese camino en dirección opuesta al del viandante. Desde el Bichichi hasta la civilización urbana. Desde la verdad del césped, las piedras, los caballos, las ovejas y los perros pastores al artificial cemento, el asfalto, el ladrillo y el griterío.

Pero, si las ovejas deben tomar ese sendero para nutrirse de la hierba, ganar fuerzas y recuperar su vigor, un caminante no debe ser menos. Toca regresar a la urbe. ¿El punto de encuentro? De nuevo, el túnel bajo el puente de la carretera sirve de conexión. Al cruzarlo, el rebaño aparece a lo lejos, indiscutible, sacando la sonrisa del menos vitalista del lugar. El Parque de Levante sirve tanto a los deportistas como a las ovejas de Antonio. Los unos queman los excesos navideños en sus caminillos y las otras se recuperan de la caminata con sus hierbas.

Rebaño de ovejas de Antonio pastando en el Parque de Levante, este viernes.

Rebaño de ovejas de Antonio pastando en el Parque de Levante, este viernes. / Pérez Lunar

“El Ayuntamiento me deja meterlas porque es un trabajo que conviene a ambos. Ellas pueden comer pero también sirven para desbrozar el parque, que está pegado al campo”. Una simbiosis tan saludable como cada vez menos habitual en la estampa de la cotidianeidad cordobesa. Y española.

Una vida, la rural, que hace tiempo parece que quedó atrás pero que continúa llamando a la puerta de las ciudades con estampas como esta. Que sirven para unir campo y ciudad, lo rural y lo urbano, la naturaleza y el asfalto, la tierra y la vida. Hasta que vuelva a llover y, después de la tormenta, llegue la calma. Momento perfecto para que el rebaño regrese al parque de Levante. Y en el interior del IES Gran Capitán, los alumnos vuelvan a sacar la cabeza por las ventanas, como ocurrió este viernes, se olviden por un instante de las redes sociales, la televisión y el móvil que les espera cuando lleguen a casa y contemplen al rebaño de Antonio comiendo hierba en el parque frente a sus aulas.

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