HOSTELERÍA

Cierra el bar La Pilarica, una parte del Ciudad Jardín más señero

Pepe Gil e Isabel Torrecilla, los pilares de esta historia, echan el cierre a este establecimiento ubicado en la calle Felipe II que abrieron los padres del primero, procedentes de Aragón, hace 77 años

Pepe Gil y su mujer Isabel Torrecilla, junto a sus dos hijos, en la concina de La Pilarica de Ciudad Jardín.

Pepe Gil y su mujer Isabel Torrecilla, junto a sus dos hijos, en la concina de La Pilarica de Ciudad Jardín. / ÓSCAR BARRIONUEVO

Irina Marzo

Irina Marzo

Cuando Pepe Gil eche esta noche la persiana del bar de La Pilarica lo hará para siempre. "Ha llegado el momento", dice lacónico mientras pone los primeros (y últimos) cafés de esta jornada. Quedarán atrás casi 8 décadas de historias detrás de la barra que inauguró su padre José María Gil, un maño emigrado a Córdoba con su familia que montó en la misma ubicación (el número 17 de la calle Felipe II, en pleno corazón del barrio de Ciudad Jardín) un primer negocio de hostelería llamado La Palmera, del que aún puede verse su emblema en la fachada. "Se han alineado los astros: reforman el bloque de pisos y mi padre cumple 66 años", explica el hijo de Pepe, otro José María miembro de esta saga familiar de hosteleros y el testaferro de las recetas de Isabel Torrecilla, el otro pilar de La Pilarica. "Fui a la Escuela de Hostelería pero verdaderamente donde aprendí todo fue aquí con mi padre y en la cocina, con mi madre; he echado los dientes aquí", reconoce un poco emocionado el hijo de ambos en el día del cierre.

Pepe Gil, su familia y sus clientes, en La Pilarica de Ciudad Jardín.

Pepe Gil, su familia y sus clientes, en La Pilarica de Ciudad Jardín. / ÓSCAR BARRIONUEVO

La Virgen del Pilar, y no San Pancracio, preside este negocio señero de Ciudad Jardín, un clásico de la gastronomía casera "rica y a buen precio", resume un cliente; mientras que otro apunta la calidad como de "centro social", de "lugar de reunión de vecinos" que tiene La Pilarica. "La verdad, no sé dónde va a ir ahora toda esta gente que come aquí o se lleva en tápers comida para su casa", se pregunta intrigado este mismo vecino de un barrio que tiene cada vez más personas mayores. "Con el cierre de La Pilarica se va una parte de Córdoba", dice un parroquiano apoyado en la barra. "De Córdoba no sé, de Ciudad Jardín, seguro", apostilla el hijo de Pepe.

Clientes en el día del cierre de La Pilarica.

Clientes en el día del cierre de La Pilarica. / ÓSCAR BARRIONUEVO

Isabel Torrecilla es la depositaria de la receta original de pimientos del piquillo, uno de los platos estrella de su suegra Ángeles Izquierdo fundadora de la casa. Además, guisa callos y casquería en general, hace revueltos, ensaladilla, boquerones en vinagre, pescaíto frito... El último día se va a despedir con migas --que desde primera hora de la mañana marea en el perol Manolo, trabajador de la casa, junto a Manoli-- y arroz. "La pobre está todo el día en la cocina", reconoce su marido que también se anota jornadas maratonianas. "Me levanto a las 9 y a las 9.30 ya estoy aquí hasta las 5; y luego vuelvo a las 8 y hasta que cerramos", resume el dueño de este bar que solo cierra dos tardes por semana.

Cambios detrás de la barra

"En el tiempo que llevo trabajando en el bar, desde los 22 años cotizando, el negocio ha cambiado mucho", reconoce Pepe y recuerda con nostalgia las tertulias que se formaban alrededor de la barra por la que ha visto pasar la vida, llegar la democracia e irse sus hijos a recorrer su propio camino. Por aquí ha visto desfilar a mucha gente y algunos han saltado de clientes a amigos con el paso del tiempo. "Esto es como eso de los psicólogos, ¿cómo se dice?, vamos que aquí la gente te lo cuenta todo", reflexiona.

La cercanía con la plaza de toros del Coso de los Califas fue también parte de la idiosincrasia de esta taberna donde daban de comer a los mayorales, que almorzaban en el comedor familiar; los monosabios y los veterinarios, y aún hoy luce carteles taurinos y una foto de Finito. También, en blanco y negro, algunas del bar cuando estuvo ubicado temporalmente en la esquina de la calle Infanta Doña María y Pepe, con 10 años, se subía a un taburete a lavar los platos, y otra de su padre entregando un trofeo al jugador del Córdoba Mingorance. Desde que anunció que se jubilaban no han dejado de recibir regalos y cariño de sus clientes. "Todos me preguntan qué voy a hacer, pues estaré con mis dos hijos y mis nietos, digo yo", comenta Pepe que ha tenido 6 en los últimos 7 años.

Cuando esta noche Pepe Gil eche el cierre del bar La Pilarica le dirá adiós a un negocio de 77 años de historia y le dará la bienvenida a su vida futura.