Diario Córdoba

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INCENDIOS FORESTALES

El fuego arrasa en Córdoba una media de 276 hectáreas al año

El 20% de la superficie calcinada en la provincia es arboleda y el 80%, matorral y monte bajo

Imagen del incendio de Alcaracejos, ocurrido en 2021. A.J. GONZÁLEZ

Córdoba llevaba 14 años sin sufrir un gran incendio forestal hasta el año pasado. El último fue en el 2007, se originó en el campo de tiro de Cerro Muriano y arrasó más de 4.100 hectáreas (2.124 forestales y el resto, en terreno no forestal). Y no es porque no haya habido ocasión. Entre el 2008 y el 2020, hubo una media de 55 conatos y 23 incendios anuales, lo que supone un siniestro cada cuatro o cinco días, que dieron una media de 225 hectáreas quemadas al año. El año 2021 elevó esa media a 276 al sumar casi 1.000 hectáreas más arrasadas en tres focos concentrados entre julio y agosto en las localidades de Cabra (232), Villaharta (113) y, el más grande, el de Alcaracejos (600). Antes de eso, el peor año de los documentados para Córdoba fue el 2013, cuando se quemaron 383 hectáreas. Según las estadísticas que publica el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que cuenta con datos provincializados hasta el 2020, el 20% del terreno quemado en Córdoba estaba poblado por árboles y el 80% era matorral y monte bajo.

Las mismas estadísticas del Miteco reflejan que la superficie quemada en Córdoba representa apenas el 3% de la que ardió en Andalucía en esos años, más de 100.000, siendo los montes de Huelva los más castigados por el fuego en el último lustro. Juan Ramón Molina, profesor de la Universidad de Córdoba y miembro del Laboratorio de Incendios Forestales, achaca la baja siniestralidad de Córdoba, a pesar de las elevadas temperaturas que se alcanzan en verano, a que «es una provincia tranquila en cuanto al viento, sopla suave y ese es uno de los factores que más contribuye a la propagación». Además, afirma que «normalmente hay mucha gente del Plan Infoca trabajando en los meses de invierno en tareas de prevención como desbroces o quemas controladas para intentar reducir la cantidad de combustible de cara al verano».

Pero eso no siempre se consigue. «La falta de gestión y de política forestal propicia la concentración de combustible y cuando se dan las condiciones idóneas como una ola de calor y viento, cualquier chispa o negligencia puede provocar un incendio que se vaya de las manos», señala.

Según el presidente de la Asociación Forestal Andaluza, Gabriel A. Gutiérrez, Córdoba no es una de las provincias más afectadas por el fuego, aunque «esto es consecuencia de cuestiones casuales, ya que los factores son comunes en muchos territorios, si bien hay factores como una orografía menos abrupta que en otras sierras como las de Málaga o Granada que ayudan a la hora de extinguir». Sin embargo, en su opinión, «el cambio climático no es lo determinante en la oleada de incendios a la que asistimos, sino el abandono de los montes». En este sentido, señala que «no se puede simplificar», aunque explica algunas carencias achacables a las administraciones públicas. «La Junta de Andalucía es propietaria de más de un millón de hectáreas de monte y no invierte lo suficiente en la gestión de sus parques y montes», afirma, «debería llevar a cabo una gestión ejemplar que sirva de faro y guía al resto de propietarios, hacer que sus montes estén ordenados y que los recursos que contienen, ya sea madera, corcho, pastos, miel o plantas aromáticas, se aprovechen.

Córdoba tiene una superficie forestal de más de 500.000 hectáreas, de las que un 11% son públicas (39.128 son de la Junta; 11.358, de ayuntamientos; y 6.480, del Estado). El resto son de propiedad privada.

Desbrozar la burocracia

Para Gutiérrez, el éxodo del campo a la ciudad es un hecho que hay que combatir «desbrozando no solo los montes sino el exceso de burocracia administrativa, que frena el emprendimiento ligado al ámbito rural», de modo que el que quiera embarcarse en un negocio que le ligue al campo tenga incentivos en lugar de obstáculos. Considera, además, que el viaje de ida a la ciudad «tiene un retorno muy complicado» y que «es necesario crecer aprendiendo desde niños las claves de los oficios del monte, la dureza del trabajo y los esfuerzos que requieren como estamos viendo en la escuela de pastores, donde están funcionando bien los alumnos que han crecido en zona rural mientras los de fuera empiezan con muchas ganas, pero se quedan en el camino».

Por último, apunta que los modelos de gestión del territorio tienen que cambiar y para eso hacen falta más técnicos ayudando a gestionar la burocracia y que estos trabajen «lo más pegado al territorio», no a distancia. «La gente no va a volver al campo si no se les ofrece algo bueno y descubre que puede aprovechar sus recursos para una actividad rentable con la que pueda vivir bien», asegura convencido, y si la población no vuelve al campo, «tendremos montes abandonados, cada vez con menos gestión forestal y más combustible descontrolado, que será pasto fácil para los incendios».

Cómo regenerar el monte quemado

Cuando una superficie forestal se quema, el paso siguiente no siempre es la reforestación. Según el profesor de la UCO Juan Ramón Molina, del departamento del Laboratorio de Incendios Forestales, «una vez se extingue, lo primero es desarrollar un proyecto de medidas de urgencia».

En este plan se valora la presencia de viviendas cercanas, carreteras, caminos y cualquier infraestructura que haya podido verse dañada para actuar inmediatamente con el fin de evitar cualquier situación de riesgo. Una vez finaliza la fase de urgencia, se trabaja en la restauración, para lo cual se requiere un proyecto a largo plazo. «Primero se deja un año para ver cómo responde la vegetación en cada sitio», explica Molina, «repoblar todo lo que se quema es imposible y tampoco tendría sentido porque gran parte de los árboles se regeneran al cabo de un tiempo, por eso hay que establecer prioridades en cada zona». En el caso del incendio de Obejo, «la prioridad era proteger el embalse del Guadalmellato, que abastece de agua a Córdoba», por lo que se actuó en la colmatación del terreno. «Si se trata de un parque natural, se atiende al impacto visual y las especies protegidas y si es un entorno como Alcaracejos, con explotación cinegética y ganadera, «se prioriza la recuperación de los montes privados para proteger a los animales». El tipo de árbol existente en cada zona también es determinante. «Las encinas y alcornoques rebrotan mientras los pinos no porque son germinadores», señala, «el proyecto de repoblación puede incluso introducir alguna especie más adaptada a la zona o sustituir alguna invasora siempre que el terreno lo permita».

Aspecto que presentaban los terrenos de Obejo quemados en 2007, seis años después. CÓRDOBA

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