Ha fallecido a los 81 años de edad el magistrado Antonio Puebla Povedano, quien se jubiló en el año 2010 a los 70 años de edad, después de 44 años de profesión a sus espaldas. El magistrado ha vivido tres etapas históricas -dictadura, transición y democracia- desde el estrado y aseguraba hace doce años a este periódico, cuando se jubiló, que «nunca he tenido presiones». Sí recordaba que en época de Franco «me llamó un gobernador civil para que le informara de cómo iba un asunto. Le contesté que siendo usted abogado cómo me lo pregunta. Se calló y ahí acabó la cosa». El día 22 de octubre del 2010 recibió la despedida -o el hasta luego- de sus compañeros del mundo de la justicia, donde dejó su impronta. Tras jubilarse, se dedicó a una de sus grandes pasiones, la escritura.

Era hijo de Juan Puebla, secretario judicial de Castro del Río, y María Povedano, y nació el 9 de octubre de 1940. De niño creció, como sus dos hermanas, María Dolores y María José, en el ambiente rural donde tuvo su primera escuela pública y empezó a absorber la sociología de ese pueblo.

En Castro se inició en la lectura y se familiarizó con el protocolo y la sobriedad del mundo judicial, de la mano de un padre que jamás intentó marcar su camino. Alcanzó los 9 años y llegó a Córdoba para ingresar en la Escuela de Cultura Española (La Salle), que tantos y tan buenos intelectuales daría a Córdoba, antes y después de su promoción, como el empresario, abogado y economista José Fuentes-Guerra o el brillante arquitecto Gerardo Olivares James. Antonio Puebla no les fue a la zaga, inclinado ya definitivamente por las Letras y las Lenguas Clásicas. Superó el antiguo PREU y se marchó a Granada, en 1957 y hasta el 62, concluyendo sus estudios de Derecho a curso por año y con un brillante expediente.

El cuartel de Lepanto acogió su paso por las milicias universitarias y el juez de Primera Instancia e Instrucción de Priego, Luis Lerga, lo preparó para sus primeras oposiciones: juez de distrito. La capital del Barroco era ya el destino del padre y el pueblo de Loli Arjona con quien se casaría en septiembre de 1969, tras ejercer como Juez Comarcal en Almadén y El Arahal. Tres años después superaría una segunda oposición a Juez de Primera Instancia e Instrucción. Su destino lo llevó de nuevo al ambiente rural, ahora extremeño, de Herrera del Duque, donde, posiblemente, recuperó las vivencias que marcaron su infancia y le "licenciaron" en el difícil arte de sentir, para poder describir, el día a día de la sociedad rural.

Baeza fue el siguiente destino y años más tarde, Manresa. En la década de los 70 recaló en la Palma del Condado, el pequeño paraíso que seguiría añorando en sus siguientes estancias: Jaén y Bilbao; los lugares que antecedieron a su llegada a Córdoba a punto de cumplir los 43 años. Aquí se hizo cargo del Juzgado de Primera Instancia número 1. De aquella llegada recuerda encontrar «muy buenos abogados, que los sigue habiendo», la confianza y el respeto con que el ciudadano llegaba hasta el juez, que «era respetado si era respetable» aunque rayara la devoción. 

Tuvo tiempo para ser preparador de opositores, profesor de la Facultad de Derecho de Córdoba y escritor, contando en su haber con dos manuales jurídicos, innumerables artículos de esa materia y, en coautoría con José Cruz, de dos magníficos trabajos de investigación que son a la vez un tratado sociológico y jurídico de la Córdoba de entre siglos: Crónica Negra de la Historia de Córdoba y Crónica Negra de la Provincia de Córdoba. Ambos libros son una compilación de hechos y sentencias interesantísimos para el conocimiento de precedentes que marcaron la jurisprudencia menor de buena parte del pasado siglo; y son un tratado de antropología que no dejan al margen a importantes figuras, casi olvidadas, que recobran en los libros una dimensión de defensa de la mujer como en el caso de la vertiente desconocida del Jaén Morente abogado defensor, o el psiquiatra forense Manuel Ruiz-Maya Briceño, hijo del magistrado Fabián Ruiz Briceño, por los que el juez Puebla siente auténtica admiración: «El psiquiatra fue un hombre importantísimo en la historia de Córdoba y todo un referente en la disciplina jurídico-forense; sus textos han sido de obligado cumplimiento en la Universidad de Madrid, y aquí, en la Audiencia, se conserva un ejemplar de su obra de consulta frecuente».