LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO CASTRO DEL RIO, 9 DE OCTUBRE DE 1940.

TRAYECTORIA JUEZ Y MAGISTRADO DURANTE 44 AÑOS.

Cuesta creer que un magistrado que nunca se dejó influenciar, ni a la hora de escribir una coma, cuando dictaba sentencias, se pueda emocionar tanto al recordar momentos felices y fervores guardados solo para su intimidad. Es el caso del exmagistrado y expresidente de la sección segunda de la Audiencia Provincial de Córdoba Antonio Puebla Povedano. El solemne tono de voz que se escuchaba a Antonio Puebla durante cualquier juicio en la Audiencia se vuelve nostálgico cuando recuerda su Castro del Río natal y su corazón se llena también cuando habla de La Palma del Condado (Huelva) o de la Virgen del Rocío, de la que es fiel devoto. Cuando la mayoría de personalidades del Derecho se suelen dedicar a impartir conferencias sobre diferentes aspectos legales y jurídicos, Puebla se ha especializado en los pregones rocieros, de los que ha pronunciado ya once. Después de más de 40 años dedicado en cuerpo y alma a la judicatura, el que fuera tercer hijo de un secretario judicial "íntegro", como él mismo define a su padre, ya no se dedica a absolver o a condenar. Ha sustituido ese ritmo frenético por una jubilación tranquila, pero que no aburrida, en la que está aprovechando para ponerse al día en la intrahistoria de Córdoba, con aspectos tan interesantes como las tabernas. Le gusta tanto saber de esa otra Córdoba que se encuentra preparando un libro sobre el origen, evolución y cultura de los recintos tabernarios y no descarta editar una tercera edición de la exitosa serie Crónica negra de Córdoba , pero en este caso dedicada a Andalucía. Unos relatos que fueron muy seguidos, pues en los mismos se plasmaban conocidos crímenes ocurridos en la provincia. Igualmente reconocida ha sido siempre la faceta de enseñante de Antonio Puebla. No en vano impartió clases en la Facultad de Derecho y ha ayudado a preparar a opositores a judicatura (entre ellos al actual juez decano, José Carlos Romero Roa), a fiscales y a secretarios judiciales (de los cuales muchos están ejerciendo en la actualidad en la Audiencia Provincial).

--Usted ha estado vinculado al Derecho por familia, pero le llena de orgullo decir que lo suyo fue vocación.

--Sí, lo mío siempre fue vocación, pues para ser juez no puede ser de otra forma, al margen de que mi padre era secretario judicial y crecí prácticamente en un juzgado. Mi padre trabajó en Castro del Río y luego también ejerció en Priego, Orihuela (Alicante) y finalmente en Córdoba capital.

--¿Había otros antecesores familiares suyos relacionados con el Derecho?

--No anteriores a mi padre. Mi padre se llamaba Juan y mi madre María. Tengo dos hermanas, Mari Loli y Mari Pepa y luego tres hijos, Juan, Teodoro y Antonio, además de 4 nietos, María, Juan, Marina y Antonio. Mi hijo Juan es abogado y los otros dos, uno trabaja en Cajasur y el otro en el sector turístico.

--¿Cómo transcurrió su infancia? Nació poco después de acabar la Guerra Civil.

--Nací en la calle José Antonio, número 6 de Castro del Río. Me vine a Córdoba a estudiar a Cultura Española con 9 años. Luego en tercero de Bachiller me fui a La Salle. Fui uno de los alumnos fundadores del colegio La Salle y de aquella época conservo algunas amistades como la de Rafael Agüera, cuya familia tenía una tienda de lanas. Y de profesores recuerdo al maestro Jerónimo en La Salle, que era un pedazo de maestro, y también al hermano Francisco. Mi faceta negativa era la aversión total y absoluta que sentía por las matemáticas y por la física, pero sí me gustaban el latín, la filosofía y el griego. Por eso, tenía eliminadas muchas salidas y descartadas bastantes carreras. Mi padre nunca me dijo que estudiara una cosa u otra. Cuando tuve que elegir en la reválida entre ciencias o letras me empecé a decantar por el Derecho.

--Usted tenía una segunda casa en el juzgado, junto a su padre.

--Me iba al juzgado con mi padre y admiraba a los jueces, que me atraían mucho, aunque no usasen togas. Mi casa era muy alegre y mi infancia fue feliz, pese a las limitaciones económicas y a que era una época muy mala. Había niños que sufrían avitaminosis (déficit de vitaminas) porque no tenían para comer y mi madre les daba pan. El barrio donde vivíamos en Castro del Río era muy heterogéneo, con personas que tenían más o menos recursos. Guardo un recuerdo memorable de mi localidad. En estos momentos, en los que está uno llegando casi al final de

la vida, me pongo a hablar de Castro del Río y me emociono.

Y de verdad que se emociona, pues hasta la voz se le quiebra al rememorar aquellos tiempos de niño en su pueblo natal.

--La evolución que ha sufrido Castro del Río, ¿ha sido para mejor?

--He estado años sin ir por Castro, pero ha cambiado para mejor. Se han hecho calles nuevas y ha quedado muy bonito todo el entorno del río. Tengo allí dos primas hermanas, que es como si fueran hermanas, pues las quiero entrañablemente. Me ha marcado mucho mi pueblo.

De su etapa de estudiante de Derecho en Granada, en la que se alojaba en casa de una señora viuda, conserva grandes amistades de la facultad, que se reúnen una vez desde hace 50 años. Son sus amigos Francisco Rodríguez Carretero, José Luis Alarcón, José Antonio Mora del Pino y Rafael Córdoba García. Empezó a preparar oposiciones a judicatura en Madrid, pero luego continuó en Priego de Córdoba, al ser destinado allí su padre.

--¿Quién le ayudó a preparar esas duras oposiciones?

--Fue don Luis Lerga, que era entonces juez de Primera Instancia e Instrucción en Priego, donde trabajaba mi padre.

--Y fue precisamente en Priego donde conoció a su mujer.

--Sí, y allí me casé el 12 de septiembre de 1969 en la parroquia del Carmen con mi esposa, María Dolores Arjona Martínez, mi gran compañera, que siempre sabe estar en su sitio. Saqué primero la oposición de juez comarcal, antes de casarme, y mi primer destino fue Almadén (Ciudad Real) y luego El Arahal (Sevilla). Después saqué la oposición de juez de Primera Instancia e Instrucción y mi primer destino fue un pueblo pequeño de la sierra, Herrera del Duque (Badajoz). Allí había poco trabajo. Era el paraíso. Estuve un año y no puse ni una sentencia. De allí pasé a Baeza, que era una ciudad espléndida y a la que llegamos con nuestros dos primeros hijos, aunque ambos nacieron en Córdoba, de las manos de Balbino Povedano, al que aprecia mi mujer mucho.

En Baeza ejerció Antonio Puebla durante casi 5 años, teniendo que hacer frente a una tremenda estafa, derivada de los problemas de una cooperativa y que afectaba al pueblo entero. De allí se trasladó a Manresa, donde la mayoría de los casos que pasaban por el juzgado eran suspensiones de pagos, consecuencia de la crisis de primeros de los 70. Y por fin tocó el esperado regreso a Andalucía y su encuentro con la Palma del Condado, que se convertiría en el pueblo de sus "amores", con permiso de Castro. Estando en este pueblo de Huelva pasó Antonio Puebla la etapa más feliz de su vida. Y vuelve a emocionarse al revivir aquellos instantes.

--¿Cómo era esta localidad?

--La Palma del Condado no me acogió al principio con mucho afecto, pero luego mi mujer hizo amistades, que eran y siguen siendo como mi familia. Aquel juzgado tenía un partido judicial muy grande. Teníamos una casa preciosa, cerca de la plaza principal y de la iglesia. Y, aunque soy creyente, nunca había sido muy semanasantero. Sin embargo, la virgen del Rocío me subyugó. No ocurrió esto cuando fui a ver la virgen la primera vez. Pero luego al verla en movimiento, me fui metiendo poco a poco, hasta que me enamoré de la Virgen. He hecho siempre el camino desde La Palma y he ido a verla 27 años a El Rocío. He pronunciado 11 pregones rocieros y he impartido numerosas conferencias. Al margen de eso también he pronunciado la sentencia a Jesús que se celebra en Montilla.

--Siendo ya magistrado, al que ascendió de forma automática por antigüedad, le tocó vivir una tragedia en Bilbao.

--Sí, allí una explosión de gas causó la muerte a 51 niños. Primero pensamos que había sido obra de ETA. Estaba de guardia y me acabaron nombrando juez especial. Después de allí me marché a Jaén, donde la gente es buena y sana. Nos acogieron con una gran amabilidad. Mi mujer tuvo un problema de reúma y las vecinas la atendían.

--El 23 de agosto de 1983 tomó posesión en un juzgado de Córdoba y se quedó definitivamente en la ciudad.

--Primero ejercí en el juzgado de Primera Instancia número 1 y tenía mucho trabajo, porque había bastantes casos atrasados. Era juez decano, puesto que recaía por ser el titular del juzgado número 1. Con la ayuda de tres oficiales buenísimos nos pusimos al día, algo que se dice pronto, pues cuando llegué al juzgado había 3.000 escritos sin proveer. Me traía el trabajo a casa, con la suerte de que mi padre me enseñó a escribir a máquina con 9 años y yo mismo mecanografiaba las sentencias, haciendo dos copias con papel calco, pues no había fotocopiadora. En este juzgado estuve unos diez años. Por ser juez decano me llegaban muchas quejas y las trasladaba al ministerio, pero no me hacían caso.

--En 1993 pasó a la sección primera de la Audiencia.

--Compartí allí trabajo con Diego Palacios y Augusto Méndez de Lugo. Luego se quedó vacante la presidencia de la sección segunda y allí estuve muchos años con Juan Ramón Berdugo, que ahora está en el Tribunal Supremo, y con el fallecido Antonio Jiménez Velasco, al que recuerdo mucho. La sección segunda de la Audiencia debería denominarse la sección femenina, pues Pilar, su secretaria, y la mayoría del personal son mujeres.

--Aspiró usted en varias ocasiones a ser presidente de la Audiencia Provincial.

--Sí, tres veces. Una cuando se marchó de Córdoba Augusto Méndez de Lugo, otra cuando dejó el cargo Gonzalo Mendoza y la tercera tras finalizar mandato Diego Palacios. Por otro lado, pude haber aspirado al TSJA o al Supremo, pero no lo he pedido nunca. Me gustaba Córdoba y no quería descubrir nuevos retos.

--En la Audiencia Provincial se tuvo que enfrentar a casos más complicados.

--Sí, tuve que hacer frente a jurados por asuntos de homicidios y asesinatos. En definitiva, a delitos más graves. He preferido siempre los pleitos civiles y me ha gustado poco darle publicidad a los juicios. Por ejemplo, el juzgado que ha tenido bajo secreto de sumario más de 6 meses el caso de los dos niños desaparecidos Ruth y José. Tanto tiempo parece un disparate, salvo que las exigencias del caso así lo requieran, pero claro yo veo todo esto desde fuera. Yo nunca declaré secreto ningún sumario.

--Fue también profesor de la Facultad de Derecho.

--Estuve 11 años, pero me fui por la puerta grande, ya que mi marcha se debió a motivos que es mejor no reseñar. Después de dejar la facultad se presentó en la Audiencia un grupo de 70 a 80 alumnos pidiéndome que volviera. Entre mis alumnos ha habido destacados estudiantes, con varias matrículas de honor, como Mariano López Benítez, que es catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Córdoba. Por otro lado, he preparado a opositores, de los que más de 30 han aprobado. Algunos de estos opositores están ejerciendo como magistrados, caso del actual juez decano, José Carlos Romero Roa, o Cristina Mir, que es una gran jueza, y también hay fiscales como Antonio Romero. Mi faceta extrajudicial me ha satisfecho enormemente.

--¿Esos opositores le han llamado alguna vez, cuando ya eran jueces, para pedirle consejo acerca de una sentencia?

--En una ocasión me llamó una jueza, que había sido alumna mía, y le contesté que yo estaba ahí para lo que quisiera, pero que decidiera ella y si no que se hubiera metido a monja.

--Ha dicho en ocasiones que se ha judicializado mucho la vida.

--El trabajo se ha incrementado de una forma alarmante. El juez necesita paz, sosiego y en los últimos años lo único que te metían era mucha prisa.

--Ha trabajado en tres etapas históricas muy distintas (dictadura, transición y democracia). ¿En alguno de estos periodos se ha sentido presionado?

--Jamás. En tiempos de Franco, cuando ejercía en Baeza y estaba al frente del sumario de la cooperativa que le he comentado antes, me llamó el gobernador civil y me preguntó si le podía decir algo. Le contesté que no le podía decir nada, pues el secreto de sumario es sagrado. El gobernador civil entonces me dijo: "Muchas gracias". Me llamó un juez de Villacarrillo para aclararme que si me había preguntado eso el gobernador civil había sido previa petición desde Madrid.

--¿Cree que algún día se construirá la Ciudad de la Justicia de Córdoba?

--Esperemos que sí. Vamos a ser optimistas, aunque no haya un euro. Pero ya hace años que nos presentaron la maqueta en la Audiencia. Estuve en una ocasión en la Ciudad de la Justicia de Valencia y era una maravilla. Yo he pasado por juzgados de todo tipo. El juzgado de El Arahal estaba en una casa de vecinos. Los niños hacían sus necesidades en el patio y el juzgado estaba en el piso de arriba. Me vino a ver mi mujer, que entonces aún era mi novia, y me dijo que mi ropa olía mal. Y en invierno tenía que trabajar en este juzgado bajo un paraguas.